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El Universo de los Hechizos
 
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maestros: BUDA
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From: o-x-loli-ta-x-o  (Original message) Sent: 15/06/2003 07:03

BUDA

En el parque Lumbini cerca de la ciudad de Kapilavastu, (actualmente cerca de la frontera de la India con Nepal), en el año 663 a.C. nace el Principe Siddharta Gautama, hijo del Rey Sudhodana y de la princesa Maya (murió poco después de dar a luz), pertenecia a la familia de los Sakias. Fue criado por la princesa Pradjapati Gautami, que era la hermana de su madre.

Su nacimiento es anunciado a su madre Maya, se dice que mediante un ángel, bajo la forma de un elefante blanco.

Existen muchas leyendas respecto a su nacimiento y a su niñez. Lo que más sobresale es que Gautama mostraba y asombraba con su precocidad extraordinaria en los diferentes campos de la ciencia, el arte y el deporte, su comportamiento era por encima de los niños de su edad, gustaba de la soledad y sentía una gran compasión por todos los seres que le rodeaba.

Crece rodeado y protegido por su padre, evitando en lo posible mostrarle la realidad exterior de la vida, pero no por mucho tiempo, temía perder a su hijo, por que un Brahmán le predijo que su hijo seria un gran rey o un salvador del mundo.

Aun joven Siddharta se caso con la Princesa Yasodhara, habiendo engendrado a Rahula, su hijo, que posteriormente se convertirían en sus discípulos.

Después de vivir como asceta, descubre el verdadero sendero, el sendero del medio. En la ultima fase de su realización bajo el árbol bodhi, es tentado por Mara (el mal presente en esta naturaleza) varias veces no pudiendo sustraerle a su meditación, abandona sus intentos.

Después de su iluminación es llamado el Buda (el iluminado).

“Una vez que hubo puesto en fuga a Mara, el Bodhisatva se entregó a la meditación. Todas las miserias de este mundo, todas las desgracias, causa de las malas acciones y los sufrimientos que de ellas se deducen, desfilaron ante el ojo de su espíritu y penso:

En verdad, si los seres existentes vieran los resultados de todas sus malas acciones, su disgusto los apartaría de ellas; pero están cegados por la personalidad y permanecen sujetos a sus malos deseos.

Desean el placer ardientemente y producen el dolor; cuando su individualidad es destruida por la muerte, no hallan la paz; su sed de existencia perdura y su personalidad reaparece en nuevos nacimientos.

Continúan desenvolviéndose dentro de un circulo y sin poder librarse del infierno que ellos mismos se han creado, ¡Y sus placeres son tan vacíos y tan vanos sus esfuerzos! Huecos como la caña y vacíos como una burbuja.

El mundo está lleno de pecado y malestar, porque está colmado de error. Los hombres se pierden porque creen que el error es más valioso que la verdad. Aunque prefieren la verdad, buscan el error que en el momento es más agradable a la vista, aunque cause angustia, malestar o miseria.

Y el Bodhisatva empezó a exponer el Dharma. El Dharma es la verdad. El Dharma es la ley santa. El Dharma es la religión. El Dharma es lo único que nos puede librar del error, del pecado y del dolor.

Considerando el origen del nacimiento y de la muerte, el iluminado admitió que la raíz de todos los males es la ignorancia, y que éstos son los eslabones del desarrollo de la vida, llamados los doce vidanas.

En el principio la existencia es ciega y sin conocimiento; y se encuentran afinidades de forma y organización en el océano de la ignorancia. De esas afinidades de forma y organización surge el conocimiento o el sentimiento. El sentimiento engendra los organismos que viven como seres individuales. Esos organismos desarrollan los seis campos, es decir los cinco sentidos y el espíritu. Estos seis campos entran en contacto con las cosas o la materia. El contacto engendra la sensación. La sensación produce la sed de la existencia individualizada. La sed de la existencia crea el apego a las cosas, y el apego produce, aumenta y perpetúa la personalidad. La personalidad se perpetúa en los sucesivos nacimientos, y estos nacimientos sucesivos de la personalidad son la causa del sufrimiento, de la vejez, la enfermedad y la muerte. Engendran la protesta, la angustia y la desesperación.

Todo dolor tiene una causa primordial: yace oculta en la ignorancia, de donde evoluciona la vida. Disipad la ignorancia y destruiréis los perversos apetitos que de ella nacen. Destruid esos males apetitos y haréis desaparecer la falsa percepción que de ellos nace. Destruid la falsa percepción y no habrá más error entre los seres individualizados. Destruid los errores en los seres individualizados y desaparecerán las ilusiones en los seis campos. Destruid las ilusiones y el contacto con las cosas y no engendrará más la concepción errónea. Destruid la concepción errónea y habréis puesto fin a la concupiscencia. Destruid la concupiscencia y os habréis liberado de toda atadura enfermiza. Despegaros de toda atadura y destruiréis el egoísmo de la personalidad. Y si el egoísmo del yo es destruido en vosotros, estaréis por encima del nacimiento, de la vejez, de la enfermedad, de la muerte y escapareis a todo sufrimiento.

El Sabio pudo ver las cuatro nobles verdades que muestran el camino del Nirvana o de la aniquilación del yo.

La primera noble verdad es la existencia del dolor. Se sufre al nacer, al crecer, al enfermar; se sufre al morir. Se sufre al estar unido con lo que no se ama. Se sufre también, y más aun, al separarse de lo que se quiere, y se sufre al desear lo que no se puede obtener.

La segunda noble verdad es la causa del dolor. La concupiscencia es la causa del dolor. El mundo que nos rodea actúa sobre la sensación y engendra una sed de apego que exige la inmediata satisfacción. Nace la ilusión del yo y se manifiesta en el apego a las cosas. El deseo de vivir para la satisfacción del yo nos hace caer en las redes del disgusto. El placer es un cebo, detrás de él está el dolor.

La tercera noble verdad es el cese del dolor. El que domina su yo se libera de la concupiscencia. Y al no experimentar apego, la llama del deseo tampoco encuentra alimento con que nutrirse. Y así tiene que extinguirse.

La cuarta noble verdad es el óctuple sendero que lleva al cese del dolor. Se salva aquel que hace desaparecer su yo ante la verdad; aquel que subordina su voluntad al deber; el que solo tiene como deseo realizar su deber. El sabio sigue ese camino y finaliza el deber.

He aquí el óctuple sendero:

1. La buena forma de comprender
2. Las buenas decisiones
3. La buena forma de hablar
4. La buena forma de actuar
5. La buena forma de ganarse la vida
6. Los buenos esfuerzos
7. Los buenos pensamientos
8. La saludable paz del espíritu

Eso es el Dharma. Eso es la verdad. Eso es la religión. Y el Sabio pronunció estas declaraciones: ¡Cuánto tiempo he errado, cuánto tiempo! Atado con la cadena del deseo durante numerosos nacimientos, he buscado inútilmente durante mucho tiempo de qué proviene esa ausencia de reposo que tortura al hombre. ¿De dónde provienen su egoísmo y su angustia, y el samsara tan difícil de soportar cuando estamos rodeados del dolor y la muerte? Ya lo he hallado. ¡He encontrado su causa en la personalidad! No edifiquéis una casa para mí. He roto el yugo del pecado; he partido el timón del cuidado. Mi espíritu ha entrado en el Nirvana. ¡Por fin he llegado a la destrucción de los apegos!.

Ahí está el “yo”; aquí, la verdad. Ahí donde esté el “yo” no existe la verdad, y donde esté la verdad no estará el “yo”. El “yo” es el fugitivo error del samsara: es el individualismo que aísla y el egoísmo que engendra la envidia y el odio. El “yo” es el insensato encenderse por el placer, el que se lanza loco a los triunfos de la vanidad. La justa comprensión de las cosas es la verdad, lo permanente y lo eterno, lo real en toda existencia, la felicidad del recto sendero.

La existencia del “yo” es una ilusión, y no existe en el mundo ninguna desviación, vicio o pecado que no proceda de la afirmación del “yo”.

No se puede poseer la verdad más que a condición de reconocer que el “yo” sólo es una ilusión. No se puede seguir el recto sendero más que después de liberar su espíritu de las pasiones egoístas. La paz perfecta no puede establecerse más que cuando ha desaparecido toda vanidad.

Bienaventurado el que ha comprendido el “Dharma”. Bienaventurado el que no inflinge ningún mal a sus hermanos los demás seres. Bienaventurado el que vence al pecado y se encuentra libre de pasión. El que ha vencido al egoísmo y a la vanidad ha llegado a la máxima felicidad. Se ha convertido en Buda, perfecto, Bienaventurado, Santo.[1]

Buda en toda su enseñanza muestra al ser humano que ante todo, la comprensión de nuestra existencia es el fundamento para alcanzar la verdad eterna. Además decía que todo ser en esta naturaleza esta sujeta al nacimiento, crecimiento y muerte, incluso los dioses están sujetos a esta ley, todo este universo es perecedero, incluyendo a los seres que la pueblan.

Buda enseña a respetar a todos los seres de la creación como compañeros en esta vida.



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