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pensadores: U.G.Krishnamurti: Una vida...2. Los años tempranos.
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De: x-x-loly_ta-x-x  (Mensaje original) Enviado: 26/10/2003 21:56

U.G.Krishnamurti: Una vida

Biografía, por Mahesh Bhatt


2. Los años tempranos.

Traducido por Enver Balcázar.


"Un verdadero gurú, si lo hubiera, te liberaría de sí mismo"
U.G.

Uppaluri Gopala Krishnamurti nació el 9 de Julio de 1918 en el pequeño pueblo de Masulipatam, al sur de la India, y fue llevado al cercano pueblo de Gudivada. Esos eran los años de la primera guerra mundial.

"Este niño ha nacido para tener un destino inmensamente grande", predijo su madre justo antes de morir, siete días después de haberlo dado a luz. Su abuelo materno, Tummalapalli Gopala Krishnamurti, un rico abogado Brahmin, tomó en serio la predicción de su hija moribunda y abandonó su floreciente práctica legal para dedicarse a la crianza y educación de su nieto. Los abuelos y sus amigos estaban convencidos de que ese niño que había nacido en su familia era un Yogabhrashta, alguien que había estado solo a unos pasos de alcanzar la iluminación en su vida pasada. El padre de U.G. no había jugado ningún rol en su vida, excepto el "rol hereditario" como U.G. lo definió. Aunque vivían en el mismo pueblo, en ninguna ocasión vivieron bajo el mismo techo. El padre de U.G. se casó rápido luego de la muerte de su esposa, y dejó a su hijo al cuidado de sus abuelos.

En el año de 1873, Helena Petrova Blavatsky, una inmigrante rusa a los Estados Unidos, junto con el coronel Alcott, un abogado norteamericano, fundaron la Sociedad Teosófica. La Sociedad Teosófica estaba basada principalmente en sus lecturas del Budismo, el Hinduismo y en una fusión de varias suposiciones ocultistas. Su objetivo era indagar en los enigmas de la creación para descubrir el poder dormido en el hombre. Estaba igualmente abierto a creyentes y no creyentes, así como para ortodoxos y no ortodoxos. En aquellos días la Teosofía atraía mucho a aquellos que no se encontraban a gusto en la ortodoxia y tampoco querían llamarse a si mismos ateos. Atrajo a un grupo articulado de librepensadores y ateos confesos que buscaban algún orden y apoyo espiritual.

Extrañamente, aunque era un teósofo, T.G. Krisnamurti también era un brahmin muy ortodoxo. Era, de acuerdo con U.G., un hombre "mixto". Con su ortodoxia y tradición por un lado y la teosofía del otro, T.G. Krisnamurti no pudo encontrar un equilibrio y ese fue el principio de los problemas de U.G.

Cuando U.G. tenía tres años, en vez de jugar con sus juguetes, se sentaba cruzado de piernas a meditar, imitando a los hombres santos que visitaban su casa. Su abuelo no sólo invitaba a su casa a todo santo que encontraba sino que también tuvo santos en su nómina de pagos. Se dedicaba totalmente a crear una atmósfera profunda en la que pudiera educar a su nieto de la manera correcta. Todos los días, del alba al crepúsculo, se le hacía escuchar Upanishads, Panchadasi, Naishkarmya Siddi, sus comentarios y los comentarios de los comentarios. A la edad de siete años U.G. podía recitar de memoria la mayoría de los pasajes de estos libros sagrados.

En el año de 1925 cuando sólo tenía siete años, Dios se volvió irrelevante para U.G. El incidente que lo llevó a este rompimiento también acabó con su fe en la eficacia de la oración para siempre. El incidente ocurrió en diciembre de 1925, la Sociedad Teosófica estaba conmemorando la celebración del 50 aniversario de la sede central en Adyar, Madras. Por no haber reservado habitaciones en Adyar, los abuelos de U.G. no estaban seguros de poder participar en este evento de gala. U.G. estaba muy ansioso de ir y pensó rezarle a Hanuman y ofrendarle con cocos. Pero tenía un problema: había una cuenta pendiente de unos 500 cocos por todas las oraciones que Hanuman ya había satisfecho. U.G. estaba en 'default'. No tenía dinero para comprar 500 cocos. ¿Debía robar? Y aunque pagara la deuda ¿qué haría con las mitades que el templo le devolvería? ¿Dónde las metería? Estaba atrapado.



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De: x-x-loly_ta-x-x Enviado: 26/10/2003 21:57

Luego de pronto supo que sus abuelos habían decidido después de todo ir a la celebración. ¿Cómo sucedió esto? El aún no había arreglado sus cuentas con Hanuman. ¿Cómo era posible entonces que sus oraciones hubieran sido satisfechas? Fue entonces que se dio cuenta por sí mismo que había sido el poder y el vigor de su propio pensamiento el que había persuadido a sus abuelos. Había encontrado gratificación no a través de la eficacia de la oración sino a través de la fuerza de su propio deseo.

El 29 de diciembre de 1925, la función del 50 aniversario tuvo lugar en Adyar, y fue todo un suceso. Muchas personas de todo el mundo participaron en la celebración con gran fervor. Fue aquí donde U.G. vio y oyó a hablar a J. Krishnamurti por primera vez. Como orador Krishnamurti no impresionó a U.G., en el estrado el hombre tartamudeaba y se esforzaba por encontrar palabras. Comparado con Annie Besant (cuya oratoria, según U.G., podía hacer que los objetos inanimados pulsaran llenos de vida) Krishnamurti era un "pigmeo".

La tarde siguiente, en la playa Elliot en Adyar, mientras U.G. chapoteaba en el agua, recogiendo caracoles, vio a Krishnamurti caminando con algunos admiradores. Por un instante, las miradas de ambos Krishnamurti se encontraron. Krishnamurti se separó de la muchedumbre y se unió a U.G. ayudándolo a recolectar caracoles. Me pregunto si U.G. tendría la más mínima idea del rol que jugaría Krishnamurti en su vida en los años que vendrían.

En la época en que U.G. tenía doce años las imprentas les pasaban copias de los exámenes a los estudiantes por dinero. Para prevenir esta situación las autoridades escolares usaban esténciles y destruían el original inmediatamente después de hechas las copias. Un día U.G. diseñó un plan para burlar a las autoridades con la ayuda de otros diez chicos de su clase. Entre todos reunieron 100 rupias. U.G. pudo sobornar al empleado que operaba la máquina para que le diera el esténcil original. Justo antes del examen pensó ¿por qué debemos beneficiarnos sólo nosotros? Entonces él y sus amigos distribuyeron las hojas del cuestionario entre todos los alumnos de la clase. Naturalmente las autoridades de la escuela supieron de esto. El pobre operario fue despedido. Un nuevo examen se efectuó y U.G. y todos sus amigos reprobaron. Las autoridades los hubieran expulsado de no ser por el hecho de que el tío de U.G. era miembro del comité directivo de la escuela.

El evento que propulsó a U.G. en su búsqueda de la verdad fue traumático. Su abuelo tenía una habitación privada, en la que solía meditar por horas todos los días. A U.G. no se le permitía entrar a esta habitación desde que se había metido con las fotografías de los maestros (de la teosofía). Después de todo uno tenía que haberse iniciado en el grupo esotérico de la Sociedad Teosófica solo para pretender mirar a estos maestros. La Sociedad Esotérica (o E.S. como se le llegó a llamar) era estrictamente para aquellos que hubieran probado su dedicación a la teosofía, sobre todo a través de su trabajo. Éstos selectos miembros se pensaba estaban listos para exponerlos a la antigua sabiduría que les ayudaría a tomar el camino de los Maestros. La membresía al E.S. se suponía que era absolutamente secreta. U.G. era muy joven para ser iniciado en tal grupo. Luego cuando alcanzó la edad de catorce años, fue admitido como miembro privilegiado. Solo las personas así llamadas "espiritualmente evolucionas" eran admitidas en este grupo elite.

T.G. Krishnamurti estaba meditando un día cuando su nieta, una bebe, comenzó a llorar por alguna razón. El llanto de la niña interrumpió la meditación del viejo. Esto lo enfureció tanto, que bajo y golpeó a la niña brutalmente. "Debe haber algo raro con respecto a todo este asunto de la meditación" se dijo a sí mismo U.G., mientras presenciaba indefenso a su abuelo golpear salvajemente a su propia nieta. "Sus vidas son superficiales y vacías, hablan maravillosamente, pero hay un temor neurótico en sus vidas, sea lo que sea lo que prediquen, parece que no les opera en sus vidas. ¿Por qué?" Ese fue el comienzo de su búsqueda, una búsqueda que duró hasta sus 49 años.

En el año de 1932 cuando U.G. tenía catorce años, tres eventos significativos tuvieron lugar que le alejaron aún más del mundo de la ortodoxia y la tradición. Un día un pontífice de gran reputación, un Shankaracharya, visitó la casa de U.G. No muchas personas podían en esos días costear los gastos de tener invitados. El Shankaracharya viajaba con una gran comitiva de discípulos y asistentes, la ceremonia religiosa que se realizó se extendió por varios días. Todo esto costó mucho dinero. La pompa y el color, la corona y el cetro del pontífice fascinaron a U.G. Quería ser como el pontífice cuando creciera, quería abandonar su casa, a sus abuelos y dejarlo todo para convertirse en el asistente del pontífice. Quería ser su sucesor y heredar todo lo que él tenía.

El pontífice rechazó la petición de U.G. diciéndole que era muy joven para esa clase de vida y que al abandonar su casa haría muy infeliz a su familia. Esto no distrajo a U.G. de seguir sus aspiraciones. "Debe haber alguien más en algún lugar que pueda cumplir este deseo mío", pensó. El pontífice al irse le dio a U.G. un mantra a Shiva. Por los siguientes siete años U.G. recitó esté mantra tres mil veces al día, todos los días, a todo lugar donde iba.

En 1932 la convención de la Sociedad Teosófica tuvo lugar nuevamente en Adyar. Cantidades de personas hicieron fila para presentar sus respetos a la presidenta de la sociedad, Annie Besant. U.G., sosteniendo unas flores en sus manos esperaba en la fila con su abuelo. Cuando le llegó el turno notó que Annie Besant no reconoció a su abuelo. En vez de eso, estaba absorta mirándolo a él. Mientras colocaba el ramo de flores en su manto, ella afectuosamente le dijo "Vas a trabajar para la Sociedad Teosófica en Adyar ¿cierto?" U.G. no le respondió.

Jinajaradasa, el vicepresidente de la Sociedad Teosófica que estaba detrás supervisando la ocasión oyó lo que ella le dijo al muchacho. Estaba maravillado. Llamó aparte al abuelo y le pidió que fuera a visitarlo esa tarde en compañía de U.G.

Luego esa misma tarde cuando la multitud se dispersó, Jinajaradasa le dio una copia autografiada del libro "Yo Prometo" a U.G. El libro trata sobre el proceso de recibir la aceptación de los maestros y sobre las formas y caminos de prepararse para el discipulado.

Fue en el aniversario de la muerte de su madre cuando finalmente U.G. rompió con la práctica de todo rito religioso. Todos los años por esa época U.G. era obligado a hacer ayuno. Al pequeño niño se le permitía comer sólo al final del día, después de darles de comer a un par de sacerdotes brahmines y de lavarle sus pies. También se le decía que meditara y que recreara en su mente la imagen de su madre muerta que él apenas había visto.

U.G. se enfureció ese día cuando descubrió a los sacerdotes comiendo entusiasmados en un restaurante cercano. "Se supone que ellos también deberían estar ayunando. Esto es suficiente. Todos son un fraude", se dijo a sí mismo. Furioso fue corriendo a donde su abuelo y en un acto de desafío, rompió su collar sagrado, el símbolo de su herencia religiosa, y lo tiró. Luego le pidió dinero a su abuelo. Iba a abandonar su hogar para comenzar su propia búsqueda. "Eres menor de edad, no puedes tener ese dinero", dijo el abuelo. "No quiero tu dinero, quiero el dinero de mi madre" contestó U.G. "Si sigues ese camino dejaras de ser mi nieto", dijo el abuelo, esperando asustar al muchacho. Lo que le respondió U.G. fue la última cosa que el viejo esperaría: "Yo no soy de tu propiedad."

Entre los 14 y 21 años U.G. realizó toda clase de ejercicios espirituales. Practicó todas las austeridades. Estaba determinado a saber si había algo llamado moksha, cosa sobre la cual todos los grandes maestros de la humanidad habían hablado interminablemente. Quería ese moksha para sí mismo. Estaba también resuelto a probarse a sí mismo y a todo el mundo que no podía haber hipocresía en las personas autorrealizadas. Buscó a la persona que era la encarnación de esta realización.

Había en esos días un evangelista hindú, una estricta y santurrona "autoridad espiritual" llamada Sivananda Saraswati, con quien U.G. pasó siete veranos en el Himalaya estudiando yoga clásico. Estos años sentaron las bases de su búsqueda.

Mientras practicó yoga y meditación U.G. tuvo todas las clases de experiencias de las que se hablan en los libros sagrados, Samadhi, Super Samadhi, Nirvikalpa Samadhi. "El pensamiento puede crear cualquier clase de experiencia que tú quieras -felicidad, beatitud, éxtasis, fundirse en la nada- todas estas experiencias. Pero esta no puede ser la meta, porque he permanecido la misma persona, mecánicamente haciendo estas cosas. Esto no me está llevando a ninguna parte", pensó U.G.


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De: x-x-loly_ta-x-x Enviado: 26/10/2003 21:58

Por ese entonces el sexo se volvió otro factor para U.G. Se extrañaba de por qué la gente religiosa deseaba negar o reprimir una urgencia biológica natural. Quería saber qué pasaría con esa urgencia si simplemente no hacía nada con ella. Quería entenderlo todo acerca del sexo. "¿Por qué quiero entregarme al autoerotismo? No sé nada sobre sexo, y entonces ¿por qué tengo en mi cabeza toda clase de imágenes sexuales?", se preguntó. Esta se volvió su meditación:

¿Cómo puedo formar estas imágenes sexuales? Nunca he ido a cine ni he visto nada de naturaleza sexual, ¿Cómo estas imágenes sexuales existen dentro de mí, si no vinieron de afuera? Toda estimulación aparentemente viene de afuera, pero hay alguna otra clase de estimulación que viene de adentro. Puedo cortar toda estimulación externa, pero ¿cómo puedo eliminar lo que está dentro de mí?

No había experimentado el sexo pero según dice de todas formas parecía que supiera qué era la experiencia sexual. Puesto que su meta en esos días era convertirse en un asceta o en un monje, no consideró la idea del matrimonio. Se dio cuenta que a pesar de que sólo pensaba en dioses y diosas, tenía sueños eróticos. Se cuestionaba del por qué se sentía culpable con respecto a estos aunque no tuviera control sobre ellos. Sus meditaciones, sus disciplinas y estudios no le habían ayudado en esta materia, aun mantenerse alejado de la sal, los picantes y de toda clase de especias no había funcionado.

El maestro de yoga de U.G., Sivananda, se sorprendió cuando U.G. lo descubrió encerrado en un cuarto devorándose unos encurtidos. "¿Cómo puede este hombre engañarse a sí mismo y a otros, pretendiendo ser una cosa mientras hace lo contrario?
Se ha negado todo a sí mismo esperando conseguir algo pero no se puede controlar. Es un hipócrita, esta clase de vida no es para mí." Así que renunció a sus prácticas de yoga y abandonó a Sivananda.

Mientras se convertía en adulto, se fue volviendo un cínico que rechazaba las reglas espirituales de su cultura y probaba todo por sí mismo. Mostró un saludable desdén por su herencia religiosa, un desdén que luego se convirtió en una aguda repugnancia hacia lo que él llamaría "la hipocresía del negocio espiritual". Él quería "hacer las cosas a su modo", cuestionaba implacablemente la autoridad que los otros tenían sobre él. No hay que asombrarse entonces de que su propia abuela dijera que tenía "un corazón de carnicero".

Al llegar a los 21 años se había convertido en un cuasi-ateo. Entró a la universidad de Madras y por algunos años estudió psicología, filosofía (oriental y occidental) misticismo, y ciencias modernas.

La mente humana siempre había intrigado a U.G. "¿Dónde se encuentra esta mente? Quiero saber algo acerca de ella, aquí dentro de mí no veo nada", pensaba. "¿Por qué leer todo esto? Todos estos conocimientos no me satisfacen." Con el pasar del tiempo, la intensidad de esta búsqueda crecía. Un día le preguntó a su profesor:

Nosotros hablamos de la mente todo el tiempo. ¿Usted sabe por sí mismo qué es la mente? Todo lo que sé sobre la mente lo sé de estos libros de Freud, Jung, Adler y de otros que he estudiado. Aparte de esas descripciones y definiciones que hay allí en estos libros, ¿Sabe usted algo acerca de la mente?

"Esas son preguntas peligrosas. Si usted quiere pasar los exámenes, memorice lo que está allí en los libros y escríbalo en las hojas del examen. Así obtendrá su grado", dijo el profesor. U.G. le contestó: "No estoy interesado en tener un grado, estoy interesado en encontrar algo acerca de la mente". Aún hoy, mirando atrás, U.G. se refiere afectuosamente hacia este profesor como "la única persona honesta" que conoció en esos días.

"Hay un hombre en Tiruvannamalai llamado Ramana Maharshi, vamos a conocerlo, se dice que es la encarnación humana de la tradición hindú", le dijo un amigo a U.G. durante una a conversación. U.G. había llegado al punto donde tenía la certeza de que todos los maestros de la humanidad --Buda, Jesús, Sri Ramakrishna, etcétera--, se habían engañado a sí mismos y habían engañado a los demás. La descripción de este estado del cual estos maestros hablaban no tenía el absoluto relación con la forma en que él estaba funcionando. Sentía una repulsión, una "náusea existencialista" en contra de todo lo sagrado, todo lo santo.

Soy un bruto, soy un monstruo, estoy lleno de violencia. Esta es la realidad, estoy lleno de deseo. El no deseo, la no codicia, la no furia, estas cosas no tienen significado para mí, son falsas, me está falseando. Para mí se acabó todo este asunto. No quiero sentarme a los pies de ningún hombre santo. Si has visto a uno ya lo has visto a todos.

"Ve por lo menos una vez. Se dice que su mirada te transforma. En su presencia sientes el silencio, tus preguntas desaparecen", insistió el amigo. Le dio un libro para que lo leyera titulado "Búsqueda en la India secreta" escrito por Paul Brunton. Leyó el capítulo que se refería a Ramana y en el año de 1939, renuente, vacilante y de mala gana fue con su amigo a conocer al famoso sabio de Arunachala.

El Bhagawan Sri Ramana Maharshi estaba leyendo tiras cómicas la primera vez que U.G. fue a verlo. Apenas lo vio pensó, "¿Cómo podría ayudarme este hombre?" Se sentó y luego de dos horas mirándolo cortar vegetales y jugar con esto y con lo otro, no se sorprendió de que todas las afirmaciones elegantes de que su mirada te transformaba y que todas las preguntas desaparecían, eran cuentos.

"¿Existe", preguntó U.G., "la Iluminación?". "Sí. Sí existe.", contestó Ramana. "¿Hay distintos niveles de ella?" El maestro contestó, "No, no son posibles los niveles. Es una sola cosa -- o estas allí del todo o no lo estás en absoluto." Finalmente U.G. preguntó, "Esta cosa llamada Iluminación, ¿puede usted dármela?" Sri Ramana no contestó. Después de una pausa U.G. repitió la pregunta, "Le pregunté si me puede dar lo que usted tiene." Mirando a los ojos a U.G. el Bhagawan contestó,"Yo puedo dártelo pero, ¿puedes tú recibirlo?"

"¡Qué arrogancia!" pensó U.G., "Puedo dártelo pero, ¿puedes tu recibirlo"? Nadie había dicho algo así antes." Todos los que había conocido antes le daban algo para hacer. Por siete años había pasado por toda clase de Sadhanas, había pasado también por un período "masoquista" de auto-negación. "Si hay algún individuo que puede recibirlo, ese soy yo. Pero ¿qué es ese estado? ¿Qué es lo que él tiene? No puede ser muy diferente de mí. Él también nació de padres. La gente dice que algo le sucedió. ¿Cómo puedo saber si hay algo como la Iluminación? Debo encontrar la respuesta. Nadie me puede dar ese estado. Estoy solo en esto..."

U.G. nunca visitó a Sri Ramana de nuevo. En el momento de dejar Tiruvannamalai, comenzó su verdadera búsqueda, y con ella su largo contacto con la Sociedad Teosófica.




 
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