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losincas: MACHU PICCHU, Historia
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De: luxyta  (Mensaje original) Enviado: 08/02/2005 05:29

HISTORIA DE MACHU PICCHU


La ciudadela de Machu Picchu ha tenido diversos periodos de ocupación. Tomados de las crónicas, del estilo constructivo y las cerámicas encontradas, se deducen los siguientes:

Periodo Inicial: 1300 dc
Periodo Clásico: 1400 dc
Periodo Imperial: 1533 dc
Periodo de Transición: 1533-1572 dc

La historia de Machu Picchu

La mayoría de los arqueólogos modernos e historiadores coincide en que Machu Picchu fue construida por el Inca Pachacútec, el más grande estadista del Tahuantinsuyo, quien gobernó desde 1438 a 1471. Los arqueólogos presumen que la construcción de la ciudadela dataría del siglo XV, aproximadamente, fecha cronológica dada por el carbono 14 o radiocarbono.
La construcción de Machu Picchu corresponde al momento en que el pequeño señorío Inca comenzó a crecer. Según los arqueólogos, en esta zona se libró la última batalla que definió la victoria sobre los chancas, victoria que cubrió de prestigio y otorgó el poder al Inca Pachacútec.
Pachacútec fue el primer Inca en salir más allá del valle del Cusco luego de su épica victoria sobre los chancas. Fue el que llevó a cabo la expansión del Tahuantinsuyo y se le reconoce como el "constructor" del Cusco. Esta fue una de sus más grandes obras.
El origen de Machu Picchu es atribuido con cierta certeza a Pachacútec, aguerrido mandatario, que se caracterizó por sus conquistas territoriales, y el desarrollo de la religión y la espiritualidad. De allí es que hoy los estudios arqueológicos apoyan la teoría de que fue una hacienda real destinada al culto de los dioses y un desafío a las dotes de constructor del gobernante.

Construida como refugio de lo más selecto de la aristocracia incaica, la fortaleza fue ubicada en la vertiente oriental de la cordillera del Vilcanota, a unos 80 km del Cusco, la capital del imperio. Su estratégica situación geográfica fue elegida con admirable acierto. Rodeada de profundos acantilados y alejada de la vista de extraños por una enmarañada selva, la ciudadela de Machu Picchu poseía la cualidad de tener una sola y angosta entrada, lo que permitía, en caso de un ataque sorpresivo, ser defendida por muy pocos guerreros.
Ocupada por lo menos por tres generaciones de Incas, la ciudadela de Machu Picchu fue abandonada en una decisión repentina y misteriosa. Las hipótesis más sólidas explican su desaparición de la memoria histórica en razón de que Machu Picchu era un lugar desconocido para las castas inferiores y sus rutas prohibidas para cualquiera que no formara parte del pequeño círculo del Inca.
Parte de las conquistas de Pachacútec incluyó el valle de Tampu, que a pesar de estar habitada por esa nación hermana del Cusco, no se libró de su férreo dominio. Por su belleza natural, clima benigno (uno de los mejores de los Andes) y rico suelo, Pachacútec fijó en Tampu el asentamiento predilecto de la nueva nobleza imperial, engalanando el valle con varias de las más fastuosas ciudades del Tahuantinsuyo, como Ollantaytambo y Machu Picchu. La elección del sitio para levantar Machu Picchu debió ser hecha con sumo cuidado, pues era, y aún lo es, un lugar perfecto para levantar un centro ceremonial. Se ubicaba, según el investigador Antonio Zapata, en la cadena de montañas más importante por su carácter sagrado, que comienza en el Salcantay (el apu, espíritu mayor) y termina en el Huayna Picchu. Era un lugar privilegiado para observar el movimiento de las estrellas y del sol, divinidades incaicas.
Además, de acuerdo con sus investigaciones, el lugar contaba con una cantera en las cercanías que podía proveer de las más finas piedras de granito blanco.

LEYENDA DEL ATAQUE CHANKA AL CUSCO


¿Quiénes eran los chancas?

Los chancas eran un grupo étnico establecido en la región de Ayacucho. Se dividían en las dos mitades de Hanan (arriba) y Hurin (abajo) y decían tener su origen o pacarina en las dos lagunas de Choclococha y Urcococha. Formaban un pueblo rudo, habían conquistado Andahuaylillas y su nueva meta era el Cusco.

La situación del Cusco
Durante el gobierno de Viracocha, los chancas partieron de Paucaray -a tres leguas de Parcos- y se dividieron en tres ejércitos. Tan seguros estaban de la fácil conquista del Cusco que dos de los ejércitos se dirigieron al Contisuyo y el tercero tomó la ruta del Cusco. Por su parte, el Inca, viejo y cansado, abandonó el Cusco a su suerte y se refugió junto a su hijo Urco en la fortaleza de Chita. En esas circunstancias, surgió la figura del joven príncipe Cusi Yupanqui, quien decidió defender el Cusco.

Cusi Yupanqui, el futuro Pachacútec, nació en el linaje de Iñaca Panaca. El cronista Betanzos narra épicamente el encuentro de Cusi Yupanqui con los chancas. Cusi contaba con escasos efectivos, con lo cual el triunfo cobra aun mayor realce. En torno al Cusco, el ejército de Cusi cavó grandes hoyos recubiertos de ramas para que los chancas cayeran en ellos. Además, el sacerdote del Sol confeccionó unos bultos de piedra revestidos de ropas para simular un ejército apostado esperando entrar a la lucha. Cusi Yupanqui trató de formar alianzas con sus vecinos, pero ellos prefirieron esperar al desarrollo de los acontecimientos para plegarse al vencedor.

Urco, hijo de Viracocha, había partido junto a su padre abandonando Cusco. Fue nombrado co-regente y, para aquel entonces, había recibido la borla, insignia del poder. Ese mismo día se casó con quien sería su mujer principal, según la costumbre inca. Sin embargo, el joven se mostró poco guerrero y no luchó por el Cusco.

Las sucesiones incas eran tumultuosas al no existir la primogenitura. El poder recaía sobre el "más hábil y eficiente" de los posibles candidatos. De ahí que todas las sucesiones incas dieran lugar a intrigas, luchas intestinas y asesinatos. En este marco, la contienda de Huáscar y Atahualpa no fue un caso insólito sino más bien usual, pero debido a la gran expansión del estado Inca tomó un carácter continental.
Los espías anunciaron la cercanía chanca y los vieron llegar en desorden por la bajada del cerro de Carmenca, emitiendo gritos y alzando sus armas. Llevaban el pelo en pequeñas trenzas y la cara pintada de rojo. En su euforia, no notaron los hoyos y cayeron en ellos. Un curaca llamado Chañian Curi Coca de los ayllus de Choco-Cachona aguardaba la proximidad del enemigo para atacar y peleó tan valientemente que triunfó en su zona. Hasta las piedras puestas por el sacerdote entraron en la contienda. Ellos eran los pururaucas, misteriosos aliados de los incas que sembraron el terror entre las tropas enemigas. Para decidir la batalla, Cusi Yupanqui se dirigió hacia el jefe chanca Uscovilca, lo mató, cogió el ídolo que portaba consigo y lo mostró a los chancas que se desmoralizaron e iniciaron la huida.

Más adelante, los chancas se rehicieron, pero nuevamente triunfó Cusi, ayudado esta vez por sus vecinos. Los incas los persiguieron y se apropiaron del botín que facilitaría en el futuro la expansión cusqueña.

Vencidos los chancas, Cusi Yupanqui juntó el botín y los prisioneros y se dirigió hacia la fortaleza donde estaban Viracocha y Urco. Según costumbre inca, el soberano debía pisar los despojos y a los jefes capturados en acto de toma de posesión de los vencidos y de sus tierras. Viracocha se negó a hacerlo y señaló a Urco como su regente y el indicado para asumir el poder.

Cusi no admitió la propuesta y después de reiterar su pedido decidió regresar al Cusco. Por el camino fue asaltado por soldados de Viracocha, pero conociendo las intenciones del viejo Inca, estaba preparado para el ataque. Así, pudo regresar al Cusco sin mayores percances. No tardó Cusi en ceñir la borla imperial y con ello, según costumbre antigua, cambió su nombre al de Pachacútec Inca Yupanqui, personaje con el que se inicia el auge cusqueño. La expansión inca se puede ubicar en los principios del siglo XV y forma parte de la historia moderna del mundo andino.

Gracias a la elección de los gobernantes, se sucedieron personajes destacados, y si bien Pachacútec fue el iniciador, su hijo Túpac Yupanqui fue el gran conquistador, y Huayna Cápac, el estadista. Los incas más cercanos a la invasión española nos permiten formular una historia menos legendaria según las referencias de la época y la tradición oral, conservada gracias a cantares que se ejecutaban en la gran plaza de Aucaypata, durante las grandes fiestas y en presencia de las momias de los anteriores incas.

LA PRIMERA CONQUISTA DEL
INCA PACHACUTEC


Después de su triunfo sobre los chancas, Pachacútec decidió consolidar su señorío y emprender luchas contra los curacas que no acudieron en su ayuda. Cuando estaba reuniendo gente de guerra, llegaron las noticias de que Inca Urco, el hijo y co-regente de Viracocha, se hallaba en Yucay con un ejército. Sin demora, Pachacútec e Inca Roca, su hermano, marcharon a Yucay a enfrentarse con Urco. Durante la lucha sobre la barranca del río Urubamba, Inca Roca alcanzó la garganta de Urco con su honda, con tanta fuerza que le hizo caer al río. Urco, con sus armas en la mano, fue arrastrado por la corriente hasta la peña llamada Chupellusca, donde sus adversarios le dieron muerte.

Numerosos fueron los curacas -cercanos en su mayoría al Cusco- incorporados al naciente Estado durante la primera etapa de la expansión inca. Los principales fueron los Ayarmaca, que quedaron definitivamente vencidos, y los Ollantay Tambo.

Después de su victoria, Pachacútec mandó construir el palacio y ciudadela de Písac en un alto promontorio, con lo cual este nuevo soberano no solo conquistaba nuevos dominios sino que se mostraba proclive a las obras de arquitectura. Sin embargo, la conquista que más puede interesar en este relato es la de la zona de Picchu, donde el Inca ordenó edificar un palacio para su regreso, con todas sus dependencias. Al pasar los siglos, ese lugar tomaría el nombre de Machu Picchu.
Gracias al aporte de nuevos manuscritos de archivos hallados por Luis Miguel Glave y María Isabel Remy, además de la posterior investigación de John E. Rowe, sabemos que toda la región de Picchu, junto a la de Ollantay Tambo, fueron las tierras privadas del Inca.

Continuando con sus triunfos militares, Pachacútec, acompañado por Inca Roca, se apoderó de Amaybamba en el valle de La Convención, haciendo construir un palacio para él, Huamán Marca. En el mismo documento que narra estas noticias se dice que el siguiente soberano, Túpac Yupanqui, trajo desde Chachapoyas a numerosos mitimaes para poblar la parte baja del valle con la obligación de sembrar cocales.
Además, el manuscrito menciona la presencia de otro palacio llamado Yanayacu, en las alturas de Amaybamba. "Cuando estuve en el lugar, el antiguo hacendado de la finca me contó que existe en la región referencia de dichas ruinas pero que no han sido encontradas aún".

Habiendo afianzado su poder y asegurado sus dominios cercanos a la capital, Pachacútec se lanzó a conquistas más lejanas. Así, dominó a los Soras y a los Lucanas, trayendo a sus curacas y jefes de guerra presos para celebrar su victoria. Otros señores, al ver su creciente poderío, prefirieron aceptar los "ruegos" de la reciprocidad y no arriesgar sus vidas en una contienda.
Después de descansar un tiempo, el Inca volvió a reunir sus ejércitos y, esta vez, decidió ir contra el señor del Collao. Así, se enfrentó contra el temido Chuchi Cápac de Hatun Colla, a quien venció después de ardua lucha. Con este triunfo, los cusqueños se hicieron dueños de las extensas tierras de Chuchi Cápac, las cuales comprendían los enclaves selváticos que producían las preciadas hojas de coca y las tierras situadas en la costa donde obtenían maíz, ají y pescado salado. Estos fueron los primeros contactos con los grupos étnicos costeños.

PLANIFICACION DEL NUEVO CUSCO


Se despuebla el viejo Cusco

Desde los primeros años de su gobierno, Pachacútec se preocupó por la reconstrucción del Cusco. El cronista Sarmiento de Gamboa cuenta que el Inca paseaba por la ciudad mirando atentamente su entorno. Para cumplir sus deseos, decidió despoblar el Cusco de sus habitantes para efectuar un nuevo trazo y repartir solares y terrenos a quienes él consideraba debían vivir en su capital. Cordel en mano, el mismo Inca medía calles y canchas para la gran satisfacción de los panacas, linajes reales, y de los antiguos ayllus custodios del soberano. Hasta entonces, el Cusco no pasaba de ser un villorrio bastante rústico, frecuentemente anegado por sus dos pequeños ríos, el Huatanay y el Tulumayo.

La reconstrucción se inició con la canalización de los cursos de agua para evitar las ciénagas en la temporada de lluvias, a la vez que construir las acequias portadoras de agua para la ciudad. Betanzos narra la manera en que se procedió a la refacción del Cusco. Pachacútec, valiéndose de la reciprocidad, convocó a los curacas principales y a las autoridades andinas a que vinieran a la capital. Después de las fiestas acostumbradas, deliberaron sobre el envío de diez señores con la misión de ir por los pueblos en busca de subsistencia y de canteras adecuadas.

Cuando todos los problemas estuvieron resueltos, los señores enviaron al Cusco gente para las obras. Unos tenían la tarea de acarrear piedras toscas para los cimientos, otros traían barro pegajoso y le añadían paja o lana para labrar adobes, otros acopiaban madera de alisos. El arquitecto Gasparini supone que desde el Collao vinieron expertos talladores de piedra, herencia de los antiguos Tiahuanacotas.

Las plazas incas eran extraordinariamente amplias, de forma trapezoidal, y en ellas se desarrollaban actividades religiosas y sociales. El rito de la reciprocidad se efectuaba en la plaza de Aucaypata, donde los ayllus y linajes reales se reunían a comer, beber y bailar las danzas ceremoniales del calendario incaico.

También en dicha plaza se efectuaban las celebraciones del triunfo de los ejércitos incas, que consistía en extender por el suelo el botín obtenido y a los señores presos. Sobre todo ello paseaba el soberano en signo de sumisión de sus enemigos y de poder sobre sus nuevas adquisiciones territoriales.

El Coricancha

Pachacútec puso todo su empeño en la reconstrucción del santuario del Inti Cancha o Recinto del Sol, que hasta entonces era bastante pobre. No solo se labraron las paredes con piedras primorosamente talladas, sino que los adornos fueron un derroche de oro. Los primeros españoles que vieron el santuario en todo su esplendor cuentan que existía un jardín con plantas, flores, aves e insectos de metal precioso.
Los aposentos principales del santuario estaban dedicado, uno al Sol, otros a la Luna, Trueno y Arco Iris, pero todos comunicaban con el jardín de oro. Distintos relatos dicen que el Sol estaba representado en una pared con una plancha ovoide de oro, mientras que Garcilaso menciona una cara.

Las momias de los antiguos soberanos se conservaban en el templo y eran llevadas a la plaza para las grandes ceremonias. En el recinto de la Luna se conservaban los restos de las collas o reinas apostadas a los costados de la callanca. Solo la madre de Huayna Cápac, Mama Ocllo, miraba de frente al astro nocturno.

Cambios religiosos

La mayoría de los cronistas menciona cambios religiosos sucedidos después de la guerra contra los chancas. Según parece, los sacerdotes principales apoyaron la huida del Inca Viracocha, por lo que estaban dispuestos a someterse a sus enemigos.
Después del triunfo de Cusi Yupanqui, el futuro Pachacútec, la situación se tornó incomoda para los sacerdotes. Además, el joven príncipe necesitaba de un padre que lo nombrara como el nuevo soberano. Ante la negativa de Viracocha de pisar los despojos de los prisioneros, Cusi Yupanqui se dirigió al templo del Inti Cancha y pidió el beneplácito directamente al Sol. Desde entonces, los soberanos se consideraron Hijos del Sol.

Así se produjo un cambio religioso, pues anteriormente prevalecía el culto al dios Viracocha, que solo tenía un templo en el Estado Inca, mientras que así se acentuaba la influencia del dios Sol.
Naturalmente que estos hechos no afectaron la veneración a múltiples huacas, apus e ídolos existentes. Más aun, Pachacútec quiso que las principales huacas permanecieran en el Cusco y les otorgó servidores, tierras y bienes. Se trataba de una manera de controlar posibles rebeliones, pues los naturales no se alzaban por temor a las represalias que podían ejercer sobre los ídolos.




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De: luxyta Enviado: 08/02/2005 05:33

PLANIFICACION DEL NUEVO CUSCO


Se despuebla el viejo Cusco

Desde los primeros años de su gobierno, Pachacútec se preocupó por la reconstrucción del Cusco. El cronista Sarmiento de Gamboa cuenta que el Inca paseaba por la ciudad mirando atentamente su entorno. Para cumplir sus deseos, decidió despoblar el Cusco de sus habitantes para efectuar un nuevo trazo y repartir solares y terrenos a quienes él consideraba debían vivir en su capital. Cordel en mano, el mismo Inca medía calles y canchas para la gran satisfacción de los panacas, linajes reales, y de los antiguos ayllus custodios del soberano. Hasta entonces, el Cusco no pasaba de ser un villorrio bastante rústico, frecuentemente anegado por sus dos pequeños ríos, el Huatanay y el Tulumayo.

La reconstrucción se inició con la canalización de los cursos de agua para evitar las ciénagas en la temporada de lluvias, a la vez que construir las acequias portadoras de agua para la ciudad. Betanzos narra la manera en que se procedió a la refacción del Cusco. Pachacútec, valiéndose de la reciprocidad, convocó a los curacas principales y a las autoridades andinas a que vinieran a la capital. Después de las fiestas acostumbradas, deliberaron sobre el envío de diez señores con la misión de ir por los pueblos en busca de subsistencia y de canteras adecuadas.

Cuando todos los problemas estuvieron resueltos, los señores enviaron al Cusco gente para las obras. Unos tenían la tarea de acarrear piedras toscas para los cimientos, otros traían barro pegajoso y le añadían paja o lana para labrar adobes, otros acopiaban madera de alisos. El arquitecto Gasparini supone que desde el Collao vinieron expertos talladores de piedra, herencia de los antiguos Tiahuanacotas.

Las plazas incas eran extraordinariamente amplias, de forma trapezoidal, y en ellas se desarrollaban actividades religiosas y sociales. El rito de la reciprocidad se efectuaba en la plaza de Aucaypata, donde los ayllus y linajes reales se reunían a comer, beber y bailar las danzas ceremoniales del calendario incaico.

También en dicha plaza se efectuaban las celebraciones del triunfo de los ejércitos incas, que consistía en extender por el suelo el botín obtenido y a los señores presos. Sobre todo ello paseaba el soberano en signo de sumisión de sus enemigos y de poder sobre sus nuevas adquisiciones territoriales.

El Coricancha

Pachacútec puso todo su empeño en la reconstrucción del santuario del Inti Cancha o Recinto del Sol, que hasta entonces era bastante pobre. No solo se labraron las paredes con piedras primorosamente talladas, sino que los adornos fueron un derroche de oro. Los primeros españoles que vieron el santuario en todo su esplendor cuentan que existía un jardín con plantas, flores, aves e insectos de metal precioso.
Los aposentos principales del santuario estaban dedicado, uno al Sol, otros a la Luna, Trueno y Arco Iris, pero todos comunicaban con el jardín de oro. Distintos relatos dicen que el Sol estaba representado en una pared con una plancha ovoide de oro, mientras que Garcilaso menciona una cara.

Las momias de los antiguos soberanos se conservaban en el templo y eran llevadas a la plaza para las grandes ceremonias. En el recinto de la Luna se conservaban los restos de las collas o reinas apostadas a los costados de la callanca. Solo la madre de Huayna Cápac, Mama Ocllo, miraba de frente al astro nocturno.

Cambios religiosos

La mayoría de los cronistas menciona cambios religiosos sucedidos después de la guerra contra los chancas. Según parece, los sacerdotes principales apoyaron la huida del Inca Viracocha, por lo que estaban dispuestos a someterse a sus enemigos.
Después del triunfo de Cusi Yupanqui, el futuro Pachacútec, la situación se tornó incomoda para los sacerdotes. Además, el joven príncipe necesitaba de un padre que lo nombrara como el nuevo soberano. Ante la negativa de Viracocha de pisar los despojos de los prisioneros, Cusi Yupanqui se dirigió al templo del Inti Cancha y pidió el beneplácito directamente al Sol. Desde entonces, los soberanos se consideraron Hijos del Sol.

Así se produjo un cambio religioso, pues anteriormente prevalecía el culto al dios Viracocha, que solo tenía un templo en el Estado Inca, mientras que así se acentuaba la influencia del dios Sol.
Naturalmente que estos hechos no afectaron la veneración a múltiples huacas, apus e ídolos existentes. Más aun, Pachacútec quiso que las principales huacas permanecieran en el Cusco y les otorgó servidores, tierras y bienes. Se trataba de una manera de controlar posibles rebeliones, pues los naturales no se alzaban por temor a las represalias que podían ejercer sobre los ídolos.

CONQUISTAS DEL INCA TUPAC YUPANQUI


Los ejércitos inca y la mita guerrera

En los inicios del dominio inca, los ejércitos se formaban solo cuando las cosechas estaban guardadas en los almacenes y los soldados marchaban acompañados por sus mujeres, a las que los españoles llamaban rabonas, quienes se ocupaban de sus hombres, de su alimentación y de curar sus heridas.
Más adelante, con la expansión territorial, se hizo imposible conservar estas prácticas tradicionales y, a través de la mita guerrera, se crearon los ejércitos regulares. Este sistema permitía formar tropas para conquistar regiones lejanas como Charcas, Chile y Ecuador. Los soldados se ausentaban por años y muchos de ellos no retornaban nunca a sus pueblos.

Túpac Yupanqui organizó sus ejércitos por escuadrones, según sus orígenes y las armas que portaban, marchando con capitanes de su misma etnia. Los había portadores de macanas, hondas, porras, estólicas y otras más. No faltaban los instrumentos musicales como tambores, trompetas de caracoles marinos y flautas. Los soldados iban vestidos de acuerdo con las costumbres de sus pueblos de origen, lucían penachos y plumas y llevaban patenas de cobre, plata u oro, según sus jerarquías en el ejército. En algunas regiones, se pintaban el rostro. Al iniciar el ataque cantaban y gritaban para sembrar el espanto en el bando enemigo. Cuentan los cronistas que la gritería era tal que "los pajarillos del campo caían al suelo aterrados".

Una de las primeras conquistas del joven Túpac Yupanqui fue dirigirse a Chincha, donde poco tiempo atrás el general Cápac Yupanqui había realizado una primera incursión a la zona y había logrado el reconocimiento de la soberanía cusqueña. Además, había obtenido ciertas ventajas como la edificación de un aclla huasi con su dotación de mamaconas que confeccionaban textiles y bebidas para cubrir las necesidades de la reciprocidad y del culto, además de la construcción de una casa, llamada Hatun Cancha, para la administración inca.

La llegada de Túpac Yupanqui confirmó los lazos de reciprocidad con los chinchanos y el Inca solicitó mayores tierras estatales. Los curacas locales preferían aceptar los términos de la reciprocidad que aventurarse en una guerra, que probablemente perderían y que estropearía sus trueques. Ese método explica la rápida expansión inca, ya que con frecuencia la sola presencia de las tropas cusqueñas era suficiente para la anexión de las macroetnias al Tahuantinsuyo. Sin embargo, aunque el sistema favoreció el rápido crecimiento del estado incaico, fue también un factor determinante de su fragilidad, pues bastó la aparición de las huestes de Pizarro para eliminar el tenue lazo formado por la reciprocidad entre las autoridades étnicas y los soberanos incas.
La conquista de Guarco

En el siglo XV, el curaca de Guarco era reconocido por su belicosidad. Su valle estaba defendido por varias fortalezas y por una muralla envolvente que dificultaba cualquier agresión.

Los ejércitos incaicos habían seguido la ruta desde la sierra por el cauce del río y habían obtenido con facilidad la rendición del pequeño señorío de Lunahuaná. Diferente fue la actitud de los Guarco, quienes resistieron durante tres o cuatro años. En este ataque es posible observar las primeras estrategias incaicas que seguían un patrón poco efectivo, pues solo combatían en invierno por temor al calor del estío. Ese método permitía a los costeños rehacerse y consolidar sus posiciones.

Cuentan los cronistas que la jefe de los Guarco era una mujer muy hermosa y sus coqueteos dieron celos a la colla, que pidió al Inca que dejara en sus manos el dominar a los rebeldes.
Divertido, el soberano accedió a ello. La colla envió una embajada a la curaca asegurándole que quedaría en su puesto y solo le pedía celebrar una gran fiesta en honor de Mama Cocha, el mar. Cuando todo el pueblo se hallaba en alta mar, los soldados incaicos entraron sigilosamente en Guarco y se apoderaron del señorío.

Túpac Yupanqui entra en Pachacámac

El joven co-regente inca llegó con sus tropas a Pachacámac, pero se acercó al santuario como un peregrino y después de un largo ayuno, el oráculo consultado le profetizó triunfos y numerosas conquistas. A pesar de su devoción, el príncipe ordenó la edificación de un templo dedicado al Sol que llamó Punchao Cancha o Recinto del Día, para contrarrestar la influencia del dios Pachacámac, dios de la Noche y de las Tinieblas. El templo debía ser más alto que el viejo santuario costeño para demostrar la superioridad del Sol. Los sacerdotes no tuvieron más remedio que acatar la voluntad del Inca.

Expansión hacia el sur

Después de un tiempo, el joven Inca decidió probar su suerte en la región selvática, quizás para asegurarse el abastecimiento de la producción de coca. Para ello dividió sus efectivos en tres ejércitos y con gran esfuerzo se adentraron en la selva amazónica en plan de conquista (Sarmiento de Gamboa, cap. 49). Según el cronista, los habitantes del Collasuyo aprovecharon de los rumores que Túpac Yupanqui había muerto para sublevarse.
Avisado Túpac de la situación, salió apresuradamente de la selva para marchar contra los collas. Después de sofocar los disturbios y estando en Charcas con un lucido ejército, se dirigió a Chile para conquistar la región sureña. Pasaron unos años y regresó Túpac al Cusco triunfante. En Paucartambo lo aguardaba su hermano Otorongo Achachi, a quien dejó en la selva para que apaciguara la región e implantara la organización cusqueña. Juntos hicieron su victoriosa entrada al Cusco.

GOBIERNO DEL INCA HUAYNA CAPAC


Su matrimonio

Después de los sucesos arriba narrados, se procedió a preparar la ceremonia del advenimiento del joven Huayna Cápac, a la cual se quiso dar toda la fastuosidad posible. Era tradición que el mismo día que el nuevo soberano recibía la borla, insignia del poder, debía contraer matrimonio. Durante los dos últimos reinados el matrimonio se había hecho con una hermana, pero no necesariamente de padre y madre.

La ñusta devenía en colla sin importar cuántas mujeres tuviera anteriormente el príncipe. El relato de esta ceremonia proviene del cronista Santa Cruz Pachacuti y parece más andino que el de los demás.
El Cusco se adornó con esmero y las humildes techumbres de paja se cubrieron con vistosas mantas de plumerías multicolores con aves selváticas. El oro de las cenefas de los palacios relucía al sol y contrastaba con la severidad de las piedras. Los novios, cada uno en su palacio, ayunaban sin comer sal ni ají y los sacerdotes llevaban a cabo numerosos sacrificios y auscultaban las vísceras de los animales sacrificados para averiguar el futuro.
El día indicado Huayna Cápac salió en andas ricamente adornadas del palacio de su abuelo Pachacútec acompañado por los Apu Curacas o grandes señores del Collasuyo.
Mientras tanto, la ñusta llamada Cusi Rimay partió en andas de las casas de su padre Túpac Yupanqui escoltada por los grandes señores de Chinchaysuyo, Cuntisuyo y Antisuyo. No se sabe el porqué del privilegio de la joven de ser conducida por los miembros de los tres suyos, mientras que Huayna Cápac lo era solo de uno. Es posible que fuese una doncella de mayor rango social que su futuro esposo.

Una vez convertido en único señor, Huayna Cápac no se alejó del Cusco a pedido de su madre Colla Mama Ocllo, quien tenía predilección por su hijo y temía una larga ausencia. Por ello envió a su tío Huamán Achachi a recorrer la larga ruta del Chinchaysuyo hasta el extremo norte, mientras él se quedó recorriendo los lugares cercanos al Cusco y al Collao.

Al Inca le correspondía mantener las adquisiciones territoriales y continuar ensanchando sus dominios. Sin embargo, en las regiones periféricas del Tahuantinsuyo, tanto en Chile como en el actual Ecuador, lugares más alejados de los centros de las antiguas culturas, no existía la costumbre de la reciprocidad que había facilitado la expansión del Estado. Pueblos como los Chinchas se sometían de buen grado al Incario porque no querían estropear sus intercambios a larga distancia.

En las siguientes ausencias de su capital, Huayna Cápac se dirigió al sur, a Charcas, Cochabamba y Pocona, continuando a Coquimbo y Copiapó. Según Cieza de León, el Inca se quedó doce lunas apaciguando la región y edificando caminos y fortalezas. Su permanencia fue interrumpida por las noticias de rebeliones en Quito, Pastos y Huancavilca, que obligaron al soberano a retornar al Cusco y reunir ejércitos.
Cada expedición del Inca exigía una preparación especial. Había que reunir la mita guerrera, convocar a los curacas para pedirles soldados, acopiar víveres, armas y efectuar sacrificios humanos para halagar a los dioses. Tampoco podían faltar las comidas públicas para estrechar los lazos de la reciprocidad entre el Inca, los jefes de las macroetnias y los señores del reino.
Por fin se puso en marcha Huayna Cápac con un numeroso séquito de jefes, señores y tropas, grupo que iba creciendo a lo largo del camino. Posiblemente, los curacas comarcanos acudían a los lugares por donde pasaba el soberano para hacerle su aporte y manifestarle pleitesía.
Durante su estadía en Cajamarca, Huayna Cápac se dirigió a Chachapoyas, donde los jefes se habían rebelado y refugiado en una fortaleza. Después de ser vencidos, numerosos chachapoyas fueron enviados al Cusco en calidad de mitimaes, donde aún se encontraban durante el virreinato. Luego, el Inca continuó su ruta hasta llegar a Surampalli, en tierra Cañar, donde se "holgó en extremo" por ser su tierra natal y le cambió el nombre por el de Tumibamba, que correspondía al de su panaca o ayllu real.

GOBIERNO DEL INCA HUAYNA CAPAC


Expedición a Raura

Huayna Cápac pasó largos años en el norte de sus estados y es posible que, habiendo nacido en Tumibamba, prefiriese residir ahí a permanecer en el Cusco. Además, numerosas fueron las guerras contra los diversos grupos étnicos de la región que había que dominar. Tiempo después de estos sucesos llegó la noticia de la llegada de nuevos refuerzos desde el Cusco. A la cabeza del ejército estaba el general Mihi, quien por su alto rango portaba la estatua Huanacauri. Huayna Cápac, olvidando la tradición de la reciprocidad, ordenó al general entrar de inmediato a la lucha. Indignado y profundamente herido, Mihi decidió regresar al Cusco. Avisado Huayna Cápac de la conducta del general, mandó le enviasen grandes regalos como correspondía a la costumbre ancestral. Satisfecho, Mihi retornó con sus ejércitos, marchó a la guerra y salió victorioso.

Este episodio ilustra la diferencia entre la mentalidad andina y la europea. En Europa, la actitud de Mihi sería considerada una traición, pero en los Andes el Inca estaba en falta por haber obviado la reciprocidad.

Después de varios años llegó del Cusco la noticia del fallecimiento de muchos parientes del Inca, y con esta nueva Huayna Cápac se dirigió a Quito para preparar su retorno a la capital. Sin embargo, cayó gravemente enfermo y se cubrió de pústulas. Sintiéndose morir llamó a los sacerdotes para designar a su heredero Ninan Cuyuchi. Pero cuando los dignatarios acudieron al príncipe, encontraron que ya había muerto. Mientras tanto, el sacerdote del Sol, llamado Cusi Topa Yupanqui, realizaba la ceremonia de la calpa para conocer la suerte de los designados a través del sacrificio de una llama blanca.

Tanto para Ninan Cuyuchi como para Huáscar, el otro pretendiente al poder, los augures fueron desfavorables. Ante la incertidumbre de la situación, la colla Mama Raura, aconsejada por el sumo sacerdote, partió al Cusco a forzar el nombramiento de su hijo Huáscar. Los señores decidieron guardar en secreto la muerte del Inca para evitar posibles rebeliones y después de momificar su cuerpo iniciaron el camino de retorno como si estuviese vivo.
Mientras tanto, la corte avanzaba lentamente hacia el sur y Atahualpa, que se había quedado en Tumibamba, trató de pasar inadvertido junto a parte de los generales que custodiaban el país de posibles disturbios de los naturales.

GOBIERNO DEL INCA HUASCAR


La Guerra de las Sangres

El dignatario encargado de cumplir con las últimas voluntades de Huayna Cápac y de conducir su momia hasta el Cusco fue Cusi Topa Yupanqui, quien pertenecía a la panaca de Pachacútec y era deudo de la madre de Atahualpa. Al llegar el cortejo fúnebre a la capital, los nobles encargados del viaje fueron duramente increpados por Huáscar por dejar a Atahualpa en el norte, y los acusaron de conspiración. De nada sirvieron sus protestas y la afirmación de su inocencia. A pesar del tormento, no confesaron nada. Sin embargo, Huáscar ordenó matarlos pensando que si les perdonaba la vida serían para siempre enemigos peligrosos.

Los sucesos disgustaron a los señores del séquito de Huayna Cápac y al parecer algunos de ellos retornaron a Quito sin esperar las ceremonias.

Mientras tanto, Atahualpa se dirigió a Tumibamba para ordenar la edificación de un palacio para Huáscar, actitud que disgustó al curaca de Tumibamba, llamado Ullco Colla, quien envió mensajeros secretos a Huáscar quejándose del proyecto e insinuando un intento de rebelión de Atahualpa. Para congraciarse con Huáscar, este príncipe envió al Cusco ricos presentes, pero el Inca montó en cólera y mató a los mensajeros ordenando confeccionar tambores con sus despojos. Después partieron embajadores de Huáscar camino a Quito con prendas femeninas y afeites para Atahualpa. Estos episodios fueron la causa del rompimiento entre los hermanos. Atahualpa ya no podía regresar al Cusco como lo ordenaba Huáscar, pues hubiera ido a una muerte segura.

Según el cronista Cobo, los generales de Huayna Cápac que permanecieron en el norte fueron los que empujaron a Atahualpa a rebelarse, pues ellos juzgaban que si marchaban al Cusco no tendrían la misma situación con Huáscar de la que gozaban con Atahualpa.

En estas circunstancias, los cañaris partidarios de Huáscar aprovecharon de un descuido de Atahualpa para hacerlo prisionero y lo encerraron en un tambo, pero durante la noche logró Atahualpa hacer un forado en la pared gracias a una barra de cobre proporcionada por una mujer y escapó sigilosamente. Después contaría que el Sol, su padre, lo transformó en amaru (serpiente) y así se evadió.

Una vez liberado, Atahualpa se dirigió a Quito, donde reunió un ejército para marchar sobre Tumibamba. Tras la victoria, inflingió un duro castigo a los cañaris. Luego se dirigió a la costa y llegando a Tumbes quiso dominar a los isleños de Puná y se embarcó en numerosas balsas. Los de Puná ofrecieron resistencia y se entabló una batalla naval en la que vencieron los isleños, expertos balseros. En cuanto a Atahualpa, salió herido en una pierna, decidió retornar a tierra y no paró hasta Quito. Entonces el curaca de Puná atacó Tumbes y arrasó el pueblo. En ese estado lo encontró Pizarro cuando llegó a sus costas durante su tercer viaje. Además, encontró en la isla a unos seiscientos cautivos tumbesinos pertenecientes a las tropas de Atahualpa.
Mientras Atahualpa iniciaba una abierta rebelión contra su hermano, Huáscar establecía su gobierno en la capital. En aquel entonces contaba con el apoyo de la nobleza y de la clase dirigente del Tahuantinsuyo. Pero no supo o no se preocupó por conservar su prestigio, pues tenía un carácter pusilánime, violento, cruel y desatinado. Huáscar no otorgó a los ayllus reales la atención a la que estaban acostumbrados y no asistía a las comidas públicas en la plaza donde se fortalecían los lazos de la reciprocidad y de parentesco.

Otro motivo de enojo hacia el Inca fue haber apartado de su guardia a los tradicionales ayllus custodios y haberlos reemplazado por unos mitimaes chachapoyas y cañaris, o sea advenedizos.
Luego, Huáscar declaró desear enterrar a todas las momias reales y quitarles a las panacas sus tierras, riquezas, servidores y mujeres. Al mismo tiempo dijo pretender pasarse del bando de Hanan al de Bajo Cusco. Estos hechos muestran hasta qué extremos llegaron las diferencias entre el soberano y la nobleza cusqueña que había sido su mayor apoyo.

Muy distinta era la situación de Atahualpa; la distancia le permitía no tomar parte directa en las riñas entre linajes y tenía el apoyo de los generales de su padre.
El desprestigio de Huáscar permitió a los miembros de las panacas de Hatun Ayllu, a la cual pertenecía Atahualpa, mantener las intrigas por el poder.
La guerra

Poco a poco, los generales de Huáscar se fueron plegando a la causa de Atahualpa. Esta circunstancia explica las constantes derrotas de los ejércitos de Huáscar a pesar de contar con grandes efectivos. Así, los generales de Atahualpa fueron ganando terreno hasta que a Huáscar no le quedó más remedio, como a los antiguos soberanos, que tomar él mismo el mando de sus tropas.

Por su parte, Atahualpa marchaba lentamente hacia el sur dejando a sus generales el manejo de la guerra. Estando en Huamachuco envió a dos emisarios a consultar a la famosa huaca Catequil por el desenlace de la guerra. El oráculo respondió que Atahualpa tendría mal fin. Furioso, Atahualpa marchó al lugar donde se hallaba el oráculo con su alabarda de oro en la mano. A su encuentro salió un viejo sacerdote vestido con una larga túnica blanca tachonada de conchas de mar. Sabiendo que era él quien le había vaticinado tal destino, Atahualpa le asestó un rudo golpe en la cabeza que le destrozó el cráneo.

Por entonces llegaron las nuevas de la aparición de extraña gente blanca y barbada llegada en casas de madera que flotaban sobre el mar. No se preocupó Atahualpa por aquella gente que llegaba por segunda vez a sus dominios. En la primera ocasión se fueron sin que pudiese haberlos visto, y por la curiosidad de ver cómo eran aquellos extranjeros, no tomó Atahualpa las precauciones que sus generales recomendaban de atacarlos en algún desfiladero. El Inca hizo caso omiso y más bien ofreció a los extranjeros guías y alimentos con la orden de dirigirse a Cajamarca donde él estaría.

Mientras tanto, los generales de Atahualpa seguían derrotando a las tropas de Huáscar hasta que imprudentemente el Inca se arriesgó en una estrecha quebrada sin conocer las posiciones enemigas. Los experimentados generales de Huayna Cápac se dieron cuenta de la imprudencia y encerraron a Huáscar entre dos ejércitos. Las triunfantes tropas de Atahualpa avanzaron hacia el Cusco hasta el cerro de Yavira. Ahí llegaron las panacas y los linajes importantes y todos se acomodaron; por un lado los Hanan Cusco y por el otro los Hurin Cusco, y se postraron ante el huauque, el doble o hermano del nuevo soberano, para rendirle homenaje y reconocerlo como Inca.

Pasado un tiempo llegó al Cusco un pariente del nuevo Inca llamado Cusi Yupanqui con órdenes, según el consenso de los cronistas, de matar a los deudos cercanos de Huáscar, a sus mujeres e hijos y quemar la momia de Túpac Yupanqui. Destruir la momia o cuerpo de un antepasado era el mayor castigo posible. La venganza contra el Cápac Ayllu, al cual pertenecía Huáscar, muestra que el enfrentamiento entre los dos hermanos era una lucha entre panacas rivales.




 
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