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De: roserbcn1964  (Mensaje original) Enviado: 17/01/2008 18:44

UN PADRE NUESTRO EN LA “NAVIDAD DE "1999”

EL TETIMONIO DE MI DISCAPACIDAD

Mi nombre es Juan Carlos Sura Amaya, soy salvadoreño; y quiero compartir con ustedes mi testimonio sobre el día más bello de mi vida.

Esta historia comienza el 30 de Diciembre de 1998. Eran las siete de la mañana cuando recibimos, en casa, una llamada telefónica en la cual nos informaban que Mirnita, mi sobrina, hija de mi hermano menor Ernesto, había fallecido.

Mirnita tenia 4 años en aquella fecha. Ella nació con una discapacidad conocida como hidrocefalia. Mi hermano y su esposa Mirna conocieron de la discapacidad de mi sobrina antes de su nacimiento. Sin embargo, respetando el amor y el derecho a la vida, enfrentaron esa prueba sin dudarlo.

Yo aún sigo admirando la decisión de mi hermano y su esposa. A pesar de que en ese momento seguramente ellos no sabían con exactitud como iba a ser la vida luego del nacimiento de Mirnita. Ambos decidieron seguir adelante. Yo me atrevo a decir que decidieron seguir adelante, sin imaginar la nueva faceta de vida que estaba por iniciar.

Trabajaba yo en una dependencia de Gobierno en aquel entonces. Recuerdo que recibí la noticia de su muerte ya por salir a trabajar. Llegue al trabajo y todo el día pase deambulando por la oficina pensando en el hecho de que mi hermano estaba sufriendo algo de lo que quizás, de pasarme a mi, yo hubiese estado (en esos momentos), al borde de la locura.

Trascurrió el día y eran casi las ocho de la noche cuando finalmente creí estar preparado para ver a mi sobrina y decidí ir al lugar donde se velaban sus restos. Yo sabía que allí iban a estar mi hermano y su esposa y que iba a tener que encontrar palabras de consuelo para tratar de transmitirles fortaleza.

Cuando llegue a la funeraria encontré que había mucha gente. La mayoría de ellos permanecían en silencio; por allá rezaban, por allá platicaban en vos baja, por allá lloraban, pero en la mayoría de las personas pude observar que había tristeza. Pero en realidad, contéstese usted mismo, ¿Qué se puede esperar encontrar en un momento así?.

En ese instante opte por no detenerme a platicar con nadie, camine y me dirigí directamente al féretro donde yacían los restos de mi sobrina. Cuando vi su rostro, créanme, vi a un angelito. Se veía tan tranquilita. Yo estaba seguro de que estaría mejor en su nuevo hogar. Dios la había llamado.

Me encontraba todavía observando a mi sobrinita, cuando se acerco mi hermano y lo escuche preguntar “¿Qué te hiciste todo el día?, y luego dijo “vieras como te he estado esperando”. En ese momento las únicas palabras que salieron de mi boca fueron “Neto, imagínate que Mirnita esta feliz, ella esta en el cielo, por fin corriendo” le dije. Mi hermano, con un medio abrazo, se apoyo en mi hombro un poco agachado comenzó a llorar.

Yo trabajaba en informática y tenia que regresar a la oficina para realizar unos respaldos. Fue por eso que después de un corto tiempo en la funeraria, opte por regresar a continuar con mis labores. En realidad me sentía destrozado y es que yo había centrado mi pensamiento únicamente en el sufrimiento de mi hermano menor. Nunca me detuve a pensar en el plan de Dios para con mi hermano y su esposa.

En el trayecto de la funeraria a la oficina le reclame a Dios por todo lo que había pasado. Le reclame el hecho de que había permitido que mi hermano viviera por cuatro años todo lo que viene con una persona discapacitada y para luego arrebatar a mi sobrina de su lado y de esa manera. Le dije a Dios que no quería saber nada de Él, de que a partir de ese momento, para mi, Él no existía.

Al llegar el año nuevo (1999) mi vida comenzó a cambiar. Venia arrastrando una adicción a las drogas desde la edad de doce años. Estaba en un momento de mi tiempo en que el vicio me había llevado al uso de cocaína crack. Sin darme cuenta mi vida se destruía ante mis ojos. Perdí mi trabajo a mediados de año y prácticamente había abandonado a mi esposa y a mis hijas. Además de esto, de mis labios salían constantemente blasfemias y me estaba dedicando a vivir de y para la droga.

A mediados del año preste a un “amigo” mi vehiculo y por cosas de la vida, él tuvo problemas con las autoridades policiales que terminaron con el decomiso de mi automóvil. Sin embargo no me importo quedarme sin carro por el resto del año.

Hasta que llego la navidad de 1999.

El día 24 de diciembre despertó en mi un deseo de recuperar mi vehiculo. Feliz por la fecha decidí no consumir drogas ese día y comencé a movilizarme desde temprano en la mañana y gracias a que el problema por el que estaba decomisado el carro, ya había sido resuelto y además gracias a que encontré en la fiscalía a un amigo de estudios de la infancia, se me entregaron los documentos para que fuera a reclamar el automóvil a la División Antinarcóticos de El Salvador (DAN), me lo entregaron sin ningún problema.

Recuerdo que llegue a mi casa como a eso de las seis de la tarde y por andar endrogado los días anteriores había olvidado por completo de que mi esposa y mis hijas pasarían las fiestas de fin de año en casa de unos familiares en Nicaragua. Encontré la casa sola y me senté preguntándome ¿Cómo era posible que mi vida hubiese llegado a eso?, prácticamente ya no llegaba a mi casa. Si llegaba era de noche, en silencio y solo por unos minutos a sentarme en el suelo al lado de la cama en la que dormíamos con mi esposa, me ponía a verla a ella con un sentimiento que solamente un adicto es capaz de entender.

Desde pequeño las navidades han sido muy especiales para mí. De ellas guardo los recuerdos más lindos de mi infancia. Al lado de mi familia en su totalidad y es que a pesar de que mis padres se separaron cuando apenas tenia yo siete años, aprendí de que la navidad era el nacimiento del Niño Dios y que ese era el día más especial de todo el año.

Decidí ir a pasar noche buena a Usulután. Una ciudad situada a dos horas de San Salvador. Llegue a mi destino a eso de las 12 de la media noche. Allí compartí mis últimos momentos como persona normal (físicamente hablando). Al llegar las 3 de la madrugada del día 25 emprendí mi camino de regreso a San Salvador. Venia por la carretera buscando alcanzar la autopista de “Comalapa”. Antes de llegar a dicha carretera, veía una luz que me seguía. Luz que supuse era un camión o un trailer que venia detrás de mí, pero a una buena distancia, más sin embargo la luz me molestaba a través del espejo retrovisor. Recuerdo que me detuve más de una vez para esperar que ese vehículo pasará, pero nunca pasaba y al no pasar luego yo seguía mi camino.

Me incorpore por fin a la carretera de “Comalapa” y al llegar a la ciudad de “Olocuilta” me detuve en las pupuserías para descansar y desear feliz navidad a la gente que ahí se encontraba. Luego de cinco minutos retome mí camino de regreso y ya no recuerdo más que lo siguiente:

Desperté con mi vehículo chocado, mi cuerpo atravesado en los dos asientos de adelante. Trate de levantarme jalándome utilizando el timón pero no pude. Medio me jalé y al ver a través del parabrisas vi que había chocado contra un árbol. Luego de eso ya no vi el árbol y lo que vi fue una persona parada en unas gradas que iban hacia una montaña de donde emergía una luz. Esta persona estaba totalmente cubierta de su cuerpo pero sin embargo yo percibía su mirada. Sabía que me observaba.

En ese momento entró en mi lo que conocemos por “angustia”. Estaba viviendo personalmente el significado de una palabra que nunca me detuve a comprender. Conocí personalmente la agonía, sabía que moría. Inmediatamente pedí perdón a Dios. Le dije a Él que me perdonara; que Él conocía muy bien mi corazón y que el tenia que saber que yo siempre lo quise y que mis habladurías eran de la boca hacia fuera.

Luego de eso resé. Resé un Padre Nuestro como nunca antes lo había rezado, sentía que mi corazón latía más fuerte por cada palabra que salía de mi boca. Cuando termine de rezar entró en mí una resignación que en ese momento era inexplicable, comencé a dejarme recostar de nuevo a la posición que había quedado al principio del accidente y en ese transcurso no le perdía la vista a la persona que me estaba observando.

En ese momento comenzaron a pasar en mi imaginación momentos de mi vida; rostros de familiares, amigos etc. Pero al recordar los rostros de mis hijos y al llegar la cara a mi de mi segunda hija, Vanessa, inmediatamente y de una manera angustiosa gritando dije “MIS HIJOS... ¿QUIÉN LOS VA A CUIDAR, QUE VAN A HACER SIN MI?”. Ahí en ese instante esa persona que me miraba se dio la vuelta y se fue. Al cabo de 15 segundos pasó caminando lo que yo creí fue una persona diciéndome que no me preocupara, que él iba a ir a la delegación de policía más cercana y que solicitaría ayuda para mí. Recuerdo que entro en mi una calma inexplicable. Esa paz solo pudo venir de las manos de Dios. Y que es de menos si aquella persona que paso era nada más ni nada menos que un ángel que me acababa de dar las buenas nuevas... iba a vivir. Había alcanzado misericordia.

A pesar de esta nueva oportunidad, Dios tenía otros planes para mí. Desperté en un hospital 4 días después del accidente, el día 28 de Diciembre del 1999, como a eso de las 7 p.m. Al reaccionar de los tratamientos médicos y “espirituales”, una enfermera estaba subida en mi cama de hospital y empujando mi cuerpo me gritaba “Don Rudy, Don Rudy.. despierte usted esta vivo”. Al momento de abrir mis ojos ella miraba hacia otro lado y al voltear y ver ella a mis ojos dijo “Don Rudy... regresó!!!!”, “rápido, rápido déme un numero de teléfono para informar a sus familiares, nadie sabe nada de usted”, dijo. (Me decía Rudy porque yo manejaba documentos falsos por los negocios en que andaba).

No me pregunten como, pero lo único que se me vino a la cabeza en aquel momento, fue el número telefónico de mi hermano mayor Francisco, que de alguna manera vino a mi cabeza. Porque en realidad nunca llegue a memorizarlo. Pero en ese instante ese número telefónico vino a mí mente tan claro como el agua. Mi hermano llego, platico conmigo y dio aviso a la mi familia sobre lo que había pasado.

Desde que desperté en el hospital yo sabia que no iba a volver a caminar, yo ya tenia el mensaje muy claro en mi corazón, “no caminar era poca paga comparado con la gravedad de mis pecados”. Pedí una Biblia, mi prima Regina llegó a visitarme y me la llevó. Esa Biblia yo la esperaba porque sentía la necesidad de leer la palabra de Dios. Recordando las veces que, desde joven, mi Padre me habló de cómo Job sufrió en la vida y que nunca renegó porque sabia que Dios permitía todo para bien, busque su libro.

Mi sorpresa fue que al abrir "la Biblia" y buscar el libro de Job, no encontré inmediatamente el inicio del libro, sino que fije mis ojos exactamente en Job 5-17 comencé a leer donde dice “Bienaventurado el hombre a quien Dios castiga..” hasta donde termina el capitulo... termine de comprender mi accidente. Lo que me sucedió en esa Navidad a mis casi 33 años. Era la voluntad de Dios.

CONCLUSIÓN

Agradezco a Dios por mi vida, le agradezco por permitirme ser, por haberme permitido aprender desde chiquillo, en aquella Iglesia de mi barrio, el poder del “Padre Nuestro”. Y por ultimo le agradezco por haberme enseñado el verdadero significado de las palabras agonía y misericordia; y además por supuesto por haberme enseñado la lección mas grande en mi vida “haberme hecho respetarlo y creer en Él nuevamente, a pesar de que me estaba dejando de la misma manera de cómo estaba Mirnita al momento en que yo le reclame y decidí dejar de creer en Él” que pescozón!!. Que bella es la vida!!. Como queriendo decir: “para que me querrás más” “para que te des cuenta de que yo soy Dios y te estoy dando una nueva oportunidad”.

Es interesante lo que la vida nos puede presentar. Quien iba a decir que un día como el de mi accidente yo lo pueda considerar como “EL DÍA MÁS LINDO DE MI VIDA”. Estoy paralizado en un 70% de mi cuerpo. Como discapacitado he sufrido de problemas de salud y he sufrido también las discriminaciones de muchas personas que por ignorancia y seguramente en algunas ocasiones sin intención, me han hecho sentir muy mal. Pienso que por muy mal de salud que me encuentre siempre hay sufrimientos y padecimientos mayores. Además estoy seguro de que Dios esta de mi lado.

Este testimonio lo escribo porque pienso que es mi responsabilidad dar a conocer lo que sucedió el día de mi accidente. Lo que pasó ese día es un testimonio real de que Dios existe y que su misericordia es incondicional para cada corazón arrepentido y sediento de una segunda oportunidad.

Nada ha sido fácil desde la fecha de mi accidente. Vivo solo y la soledad que me acompaña hace que mi vida éste llena de melancolía; Esto muchas veces se transforma en depresión y es ahí de donde han surgido muchas decisiones erróneas en mi vida. Extraño mucho a los míos.

Esta historia es real, si usted tiene algun comentario me puede escribir a mi dirección de correo electrónico Juancasura@hotmail.com. Yo estaré encantado de poder compartir con usted mis vivencias; y por supuesto estoy dispuesto a escuchar tu historia. Eres libre de compartir este correo con todas las personas que quieras. Espero oír opiniones de todos los extremos del planeta.

DIOS EXISTE. ESE DÍA ES "LA PRUEBA DE" ELLO, Él quiso que yo le conociera de esa manera por un propósito. Propósito que espero encontrar en un día no muy lejano. Porque definitivamente esto paso… por algo!!

Dios los Bendiga Amigo(a)s

PD. Este testimonio lo escribí originalmente hace dos años y era dirigido a mi familia. Hoy lo he modificado para que sirva de testimonio de vida. Espero que edifique.

Les pido sus oraciones.



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