Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

El poder de la Mujer que Ora
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 Alumbrando Tu Corazòn.... 
 Pide Aqui Tu Oraciòn 
 VARIOS MODELOS DE ORACION 
 Promesas de Dios para Ti.. 
 Recurso La Biblia en Lìnea 
 Devocionales 
 Reflexiones 
 Reflexiones Dr. Josè Luis Gònzalez 
 Mensajes para alentar tu vida 
 Mensajes para la mujer 
 Mensajes Para la Familia 
 Estudios Bìblicos 
 Testimonios 
 Deja Versìculos Bìblicos 
 Sòlo Postales Bìblicas 
 Sòlo Mensajes de Alabanza y Adoracion 
 Poemas Cristianos 
 Hogar-Cocina-Belleza-Tips 
 Sòlo Mùsica Cristiana 
 NUESTRO REGLAMENTO. 
 DECLARACIÓN DE FE 
 HAS PACTO DE AMOR CON EL SEÑOR. 
 CARTA DE UN NIÑO. 
 
 
  Herramientas
 
General: un duelo, duele
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: esperanzaotoñalcaribe  (Mensaje original) Enviado: 06/11/2015 03:21

Es natural: un duelo… duele. Pues con cada instancia que duelamos

(alguien que muere, una separación, irse del terruño, perder un amigo)

duelamos, entre otras muertes, una muy puntual: la nuestra. Y esto es,

inclusive, inclusive un hecho a nivel biológico: nuestro cerebro está tejido

como un macramé, por finos hilos a los que la vida da forma. Cuando algo

concluye, una parte de nuestro cerebro se ve obligada a destejerse, como un

abrigo que ya no usaremos. Sin embargo, las hebras de ese abrigo no tienen

que ser descartadas: con esos mismos hilos necesitaremos tejer una nueva

forma interna, un nuevo tramo de vida, una nueva identidad.

Sin embargo, cuando acontece una pérdida, la sensación puntual puede ser

la de “nunca más”: nunca más reiremos, nunca más respiraremos a pleno, nunca

más estaremos con nadie, nunca más saldrá un canto desde nuestros labios…

Y es natural que así nos parezca: un duelo… duele. Pero, por favor, no

olvidemos que es necesario conservar al menos un pedacito de sí ajeno a esa

auto-muerte: una parte que no crea en esos argumentos definitivos que el

duelo impone… Permitirse, sí, estar turbado y confuso, incinerarse por

dentro, y tirar fotos y papeles, y guardar lo guardable, y enojarse, y

encerrarse, y salir, y volver a encerrarse… Porque es natural: un duelo…

duele. Pero hacer lo imposible (y pedir ayuda si la necesitamos) para que

esa parecita interna permanezca sobria, excenta de la negrura, recordándonos

desde en algún lugar recóndito, que la Vida reclama su continuación en

nosotros, aunque no sepamos cómo hacerlo (la Vida misma nos lo irá diciendo)

.

Antiguamente se le llamaba “duelo” a esa instancia en que dos

caballeros” se citaban, cada uno con un arma, caminaba en dirección opuesta,

dándose la espalda, y a la voz de “ahora” se disparaban mutuamente (triste

costumbre aquélla…). También en un duelo interno dos partes están en

pugna: una que quiere morirse con lo que ha muerto, y otra que es esa

partecita que implica nuestra conexión con la Vida. Es indispensable que la

segunda se salve, haciendo oír su voz cada vez más nítidamente a medida que

el proceso de duelo se elabore. Y la parte nuestra que muere con lo que se

ha ido, resucitará bajo una nueva forma, en la nueva identidad que

necesitaremos construir. Será indispensable darse el tiempo justo, hasta

saber que es imperioso ya volver a la vida. Ésa será nuestra propia

resurrección: el dolor del duelo, transformándonos. Millones de humanos la

han vivido o la están viviendo ahora, al leer estas palabras (¿es ése su

caso?). 

De modo tremendamente nítido describió su propio proceso Octavio

Paz:




Primer  Anterior  Sin respuesta  Siguiente   Último  

 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados