La Cuba de mañana 

Por Omar Ospina García

Sin especular sobre la muerte de Fidel Castro o la estrategia del globo de ensayo que viabilice un relevo normal que no permita un nuevo intento invasor por parte de los marines, lo cierto es que la Cuba de mañana no será la misma de ayer. No parece que la crisis de salud de Fidel sea leve, mas la está aprovechando para dar algunos pasos hacia el relevo. Pero dejando claro que su desaparición no hará que mueran los ideales de la Revolución, tan costosos pero a la vez tan fructíferos en áreas que de verdad importan: educación, ciencia y salud.

Sin esas bases ninguna nación tiene mañana por ninguna de las vías de gobierno que escoja. Y, con lo que ha conquistado y producido en esos sectores, Cuba tiene para el futuro una ventaja comparativa que no puede exhibir ningún país de América Latina, y pocos del Primer Mundo.

Los casi 50 años de gobierno de partido único, con todo el autoritarismo que un régimen así requiere para mantenerse y consolidarse, han generado en la población cubana -la cubana real, no la que escapó a Miami e ignora las lecciones de la Revolución- un cambio de actitud frente a sí misma y frente a los Estados Unidos, que ha hecho desaparecer la Cuba de la Enmienda Platt tanto como la de los dictadores impuestos o tolerados por la Casa Blanca.

En adelante, aunque la Revolución vaya cediendo espacios a una apertura económica cercana al modelo chino, con rigidez política pero flexible frente a la inversión extranjera, Cuba ya no será jamás una ficha en el dominó administrado por Washington. Si algo han aprendido las generaciones de cubanos que han vivido, construido, aprovechado y sufrido el proceso revolucionario, ese algo se sintetiza en dos virtudes excelsas: solidaridad y dignidad. Habrá jineteras en Cuba como las hay en cualquier parte del mundo, pero no son ni serán más administradas por chulos de la mafia miamense. Serán independientes.

Coletilla:

Patéticos. Por la calle 8 de Miami desfilaron los cubano-gringos que huyeron de la Revolución. Gordos y mofletudos como adictos a la comida chatarra, orondos y satisfechos como quien escapa de sus responsabilidades y se acoge a la molicie, esperan que la vida -en este caso, la muerte- haga lo suyo. No les hicieron el mandado los marines, a quienes bastó la experiencia de Bahía Cochinos, pero -se les abona- no perdieron la esperanza. Demasiado flojos para arrimarle el hombro a la Revolución y demasiado cobardes para tomar un barco e ir a recuperar su país, han esperado más de 40 años para que la Casa Blanca actúe o la vida les haga el trabajo. Tendrán que esperar. Y no solo a la muerte de Fidel sino a lo que sigue. Porque Cuba ha luchado y sufrido mucho para llegar a donde está, guste o no guste, y no lo van a dejar destruir por la camarilla de mediocres y oportunistas que no hicieron nada por ella y ni siquiera por ellos mismos. Patéticos. Y ridículos. Empezando por Montaner, el peor de todos.