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General: Ideología y humanismo
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Don_Gaston  (Mensaje original) Enviado: 29/08/2006 21:11

Debemos coincidir en que el término “ideología” define al conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso, político, etc.

Si nos abocamos a la etimología de la palabra, ésta deriva del griego ideos (idea) y logía (tratado, estudio o ciencia). No caben dudas entonces de lo que estamos hablando.

Ahora bien: ¿cuál es el origen de una ideología , y que es lo que esta ideología persigue?

Los orígenes de un ideal pueden ser múltiples. Nuestros propios orígenes, nuestra educación, entorno, desarrollo y ámbito socioeconómico, entre otros factores,  pueden modelar nuestros pensamientos y hacerlos propensos a una particular concepción de las ideas. Ninguna persona tiene acceso a la totalidad del universo cultural que nos rodea. Si bien es cierto que algunos individuos tienen más posibilidades que otros para cultivarse, informarse, comunicarse, etc., nadie, por más tiempo y dedicación que brinde a un tema determinado, podrá nutrirse totalmente del mismo, más aún, cuanto más amplio es el contenido en cuestión.

Es por eso que la influencia de la que hablé en el párrafo anterior, es determinante para la formación de una “ideología” en el hombre. Me refiero ahora a las “ideologías políticas”.

Quiero concluir estos conceptos diciendo que, las “ideologías”, por ende, muy lejos de acercarse a la pureza del pensamiento como ente abstracto tendiente al descubrimiento de la verdad, están viciadas de “impresiones” ajenas a las propias convicciones del idealista.  O dicho de otra manera, sus convicciones no son exclusivamente suyas. Tienen raíces, comienzos y principios, propios del medio donde se ha estado desarrollando y transitando desde su nacimiento hasta el presente.

Ya tracé un enunciado donde alego los orígenes turbulentos de las ideologías; ahora bien, la segunda parte de mi cuestinamiento inicial se refiere a los efectos que se esperan alcanzar a partir de dichas ideologías. En consecuencia: ¿qué es lo que busca o persigue una ideología?, ¿Cuál es el corolario o resultado que pretende el idealista, tras enarbolar una ideología?. No lo sé a ciencia cierta, debo reconocer mi confusión. ¿Será tal vez mejorar, cambiar, progresar...?

Si alguno de estos enunciados se encuadra dentro de lo que el ideólogo pretende, mi confusión es mayor aún. Los ideólogos son grandes teóricos. Hipotéticos (de hipótesis). Los veo andar por la vida trazando los más variados y complejos manifiestos, quizás en pos de una humanidad mejor. Los veo arrebatados e inmersos en sus supuestas convicciones, discutiendo y disputando por una posición de izquierda, de derecha, de abajo o de arriba. Los veo nutrirse ávidamente de las caducas obras literarias que otrora dieron basamento a la ideología que predican, y por el contrario, defenestrar y menoscabar cualquier otro tratado, obsoleto también, que hable a favor de una ideología inversa, y en general, sin haberse tomado siquiera el trabajo de analizar a conciencia dichos pensamientos contrapuestos.

Si esto es así, la “ideología”, entonces, por si misma, no sirve para nada. Ella tiene que estar acompañada por eventos efectivos que potencien los pensamientos que la sostiene y le impriman un dinamismo práctico. La ideología debe caminar siempre por detrás del “ser humano”. Debemos tener en cuenta primero al “hombre” y poner “la ideología” a su servicio. Pero con actos, no con enunciados. Con acciones, no con teoremas. Con hechos, no con palabras. Deberían empezar a transitar, los ideólogos , digo, por el camino de la convergencia, para que sus ideas salgan favorecidas y expandidas. Deben dejar de dividirse en grupos antagónicos donde el odio irracional impera. Deben sumar. Deben acudir. Deben practicar el amor por el prójimo, no solo enunciarlo. Porque entonces, cuando éste lo reciba en hechos palpables y concretos, el enunciado estará de más.

Si todos los “ideólogos” del mundo dispusieran con sabiduría del tiempo y la energía que utilizan en debatir, seguramente le darían un mejor empleo a ese tiempo y a esa energía, ayudando objetivamente a sus “hermanos más pequeños”. Trocarían discusiones estériles por actos fecundos y, seguramente, la humanidad toda sería más feliz.

Me bastan los dedos de una mano para contar, a través de los siglos, los ideólogos que  hayan comulgado con los rudimentos arriba expuestos.

Es una pena. Así estamos.

Don Gastón



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