Cada tema que enfrenta este o cualquier Gobierno de Israel deberá enfrentarse a opciones bien definidas. Una dura contienda que difícilmente se pueda resolver porque las posiciones son tan antagónicas que ninguno podrá ceder parte de la razón sin claudicar de sus convicciones. Cada opinión de un líder político o un gobernante se enfrentará a esas posiciones irreductibles que no le permitirán nunca tener apoyo a sus iniciativas. Esta situación es una clara muestra del crisol que conforma la población israelí. Es casi imposible dialogar y debatir en busca de caminos que nos lleven a la posibilidad de un acuerdo de paz con los palestinos, como lo será en un futuro con otros países árabes lindantes. Quien lo haga y abogue por algún tipo de concesión será catalogado por muchos religiosos como anti judío, por más judío que pueda ser quien tenga la responsabilidad de decidir, por más comprobado que sea su apoyo a la causa judía e israelí. Es que estos sectores son inflexibles y solamente se manejarán por lo que está escrito, por sus creencias y su fe de que Dios solucionará todas las cosas.
Esa posición no permitirá un diálogo ni cambio alguno, aunque éste fuera positivo para ellos mismos. Tengo mucho respeto por cualquier judío que haya decidido entregar su vida al cumplimiento estricto de la religión. Sin embargo, muchas de estas personas no tienen el mismo respeto por quienes no lo hacen porque no los consideran judíos completos.
La gran mayoría de los judíos no religiosos, incluso algunos observantes no ortodoxos, están abiertos a otras opciones. La paz no es algo que puede comprarse en un quiosco, no es algo que pueda conseguirse en un templo judío, católico, musulmán ni de otros credos. Si existe la guerra entre dos partes es porque hay grandes desacuerdos e intereses muy fuertes, todos ellos realmente complejos al punto de que deben ser atendidos por personas expertas en cada uno de los temas. La opinión pública, los ciudadanos en general, los medios de difusión y sus periodistas, pueden opinar cada uno desde su perspectiva pero no están en condiciones de aportar soluciones concretas, aplicables y viables. Tengo claro quiénes son los que no quieren la paz, lo han demostrado con sus atentados, con lanzamiento de misiles, con sus secuestros extorsivos, con sus declaraciones públicas en las que vociferan sus intenciones, en los estatutos de sus organizaciones que hablan de destruir a Israel y a los judíos. Tengo más que claro que tenemos que defendernos, no permitir que nos dañen y que sólo podamos hacerlo juntos, religiosos y no religiosos, con ideas de derecha, centro o izquierda.
Pero con quién vamos a hacer la paz si no es con esos terribles enemigos que nos han negado por décadas la posibilidad de vivir tranquilos, de educar a nuestros hijos sin la necesidad de que un día vayan a entregar sus vidas para defendernos desde nuestro Ejército. Con quién tendremos que firmar algún acuerdo si no es con quienes no nos permiten construir un futuro sin pensar que un misil pueda destruir todo lo que hemos hecho y formar nuestra familia sin que nos arranquen un hijo o un hermano de nuestro seno sólo por el hecho de ser judíos o israelíes. Lo que no tengo claro es quiénes son los que quieren la paz. En la búsqueda de paz hay personas y organizaciones de diferentes espectros. Casi todos o todos están de este lado del muro. No vi ni escuche de organizaciones árabes ni palestinas que trabajen para hacer la paz con los judíos. No veo ni escucho canciones de artistas árabes o palestinos reconocidos que hablen de la convivencia y la paz con Israel, que sueñen aunque sea desde el arte con un futuro diferente para su propio pueblo. No conozco organizaciones de supuestos derechos humanos que trabajen por la paz genuina y donde se atienda no sólo los intereses palestinos sino también los problemas y los intereses israelíes, salvo que los derechos humanos sean sólo para los humanos palestinos y no para los judíos por no considerarnos humanos.
Sin embargo hay dentro de Israel muchas organizaciones que trabajan a favor de los palestinos desde nuestro mismo suelo, bajo la protección de nuestras leyes, de nuestra democracia y de nuestra tolerancia como Estado. Ese respeto a la ley y al derecho si bien permiten facilidades para trabajar en nuestra contra, dan la legitimidad que nos permite luchar y vivir por una causa en la que creemos desde una óptica de relaciones civilizadas entre las personas y los pueblos. Sin embargo también estoy seguro de que muchos israelíes no desean la paz. Existen sobradas razones para ello y no podemos juzgar esa actitud como si fuera un capricho o una simple posición de no querer conseguirla. Los ataques sufridos desde siempre y la percepción de que no hay ningún interés en los enemigos de cambiar su postura, hacen que mucha gente prefiera no tener paz y estar preparada para defenderse, sabiendo que tendrán que arriesgar la vida para subsistir y mantenerse en esta tierra. Esta no es una posición solamente de los religiosos, solamente de quienes tienen tendencia política de derecha. Es una posición de las personas que no creen bajo ningún concepto que las negociaciones desembocarán en un acuerdo que asegure su derecho de vivir como elijan. Los judíos religiosos, los no religiosos y todos los habitantes de Israel no deben olvidar que Shalom ha sido y será siempre uno de los postulados que nos dan la razón de existir, de exigir nuestro lugar en el mundo, nuestro territorio y el respeto de la comunidad internacional. Si aún no hemos logrado plasmar todos nuestros proyectos es porque queda mucho por trabajar, mucho por hacer. En ese camino primero debemos cultivar la tolerancia entre nosotros mismos y estar unidos para poder tomar decisiones.
No olviden que aquí podemos estar orgullosos de ser judíos, cualquiera sea la forma que elegimos para ello. Si perdemos este sitio o nuestros derechos dentro de esta tierra nos arriesgamos a volver a peregrinar por el mundo en una diáspora que seguramente sería muy dura.
Israel tiene un gran futuro. Tenemos que pensar que ese futuro debe ser en paz e integrados al mundo en todos los órdenes de la vida. Es hora de que árabes y palestinos entiendan que ha llegado el momento en que deben cambiar su deseo de destrucción por deseos de convivencia y respeto en el que ya no quieran ni puedan agredir a esta nación que no será destruida, por haber conseguido la paz o por saber defenderse de todos los ataques.