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General: 13 Marzo del 59 .. aniversario ataque palacio presidencial.
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 17/11/2010 13:52

En los pueblos oprimidos se despierta el sentido de la dignidad.  No es una obra de frailes, no es una obra internacional, es una obra universal la que está llevando a cabo la Revolución Cubana.  ¿Quiénes son los únicos que no se sienten orgullosos de eso?  Los reaccionarios, los que querían que Cuba siguiese siendo la lástima del mundo y no la admiración del mundo.  Y se llaman patriotas.  Se llaman patriotas y quieren una patria chica, una patria pobre, una patria que sea una vergüenza y no aplauden a una Revolución que está haciendo una patria grande, que está haciendo una patria admirable (APLAUSOS).  No les importa el honor de nuestro pueblo, no les importa el prestigio de nuestro pueblo, no les importa la felicidad de nuestro pueblo, no les importa que nuestro pueblo sea ejemplo, no les importa nada; lo que les importa es acumular fortuna sobre el hambre, la miseria y la infelicidad de sus compatriotas (APLAUSOS).  Y como seres humanos que somos, y como pueblo que somos, tenemos derecho a la felicidad y ese derecho, solo los pillos, los egoístas, los traidores, serían capaces de negárnoslo (APLAUSOS).

Tenemos derecho, tenemos derecho a nuestra felicidad...  Señores:  no me distraigan al pueblo, porque esa es una tarea contrarrevolucionaria (RISAS Y APLAUSOS).

Como seres humanos que somos, y como pueblo que somos, tenemos derecho a nuestra felicidad y si aquí han sido felices unos cuantos, ¿por qué el pueblo no va a tener derecho a desear ser feliz también?  (APLAUSOS.)  Si aquí han tenido de todo unos cuantos, han tenido de sobra, han tenido más de la cuenta, ¿por qué el pueblo no va a tener derecho a desear lo más necesario?  ¿Y quién puede decir que el niño del campo, que anda descalzo, comido de parásitos, que no tiene hospitales, que no tiene escuelas, que no tiene educación, sea un niño feliz?  ¿Y quién puede decirnos que el niño pobre que vive en uno de esos solares, hacinados en un cuarto con toda la numerosa familia, que tiene que andar descalzo limpiando zapatos, mendigando por las calles, sea un niño feliz?  ¿Quién dice que el mendigo es feliz?  ¿Quién dice que el que no tiene escuela es feliz?  ¿Quién dice que el enfermo que no tiene hospitales es feliz?  ¿Quién dice que el que no tiene trabajo es feliz?  ¿Quién dice que el pobre, que no gana ni para comer, es feliz?

¿Y por qué los que hoy protestan contra las leyes revolucionarias no protestaron de que hubiera mendigos, no protestaron de que hubieran...  (DEL PUBLICO LE DICEN:  “¡Son cobardes!)...  No, son cobardes no; no protestaron porque para mantener sus intereses necesitaban de que hubiesen muchos mendigos, necesitaban de que hubiesen muchos pobres, necesitaban que hubiesen muchos campesinos sin tierra, muchos niños descalzos (APLAUSOS).

Y son capaces de venir a decir aquí que somos unos demagogos porque estamos hablando de estas cosas, porque estamos diciendo la verdad, porque estamos llamando al “pan pan, y al vino vino”, y les estamos poniendo el dedo en la llaga.

No es demagogia, en cambio, para ellos el silencio que han guardado frente a tanta injusticia, frente a tanto dolor y frente a tanta miseria humana.  No pueden ser buenos patriotas los que visitaron Palacio después del 13 de Marzo; y son los mismos que no han protestado nunca de la injusticia, y son los mismos que protestan de leyes revolucionarias, y son los mismos que escriben sus falsas teorías, y son los mismos que han quitado de sus automóviles el letrero que decía:  “Gracias, Fidel”, porque resulta que nosotros no estamos dispuestos a permitir que las cosas sigan como estaban en Cuba; porque para que siguieran como estaban no valía la pena que hubiese muerto un solo cubano, no valía la pena que hubiese caído un José Antonio Echeverría, un Menelao Mora, un Pelayo Cuervo, un Frank País, un Pepito Tey, un Rubén Batista (APLAUSOS); no valía la pena que cayera esa lista interminable de hombres que lucharon por la libertad.  Pero la libertad no es el derecho a poder hablar y a morirse de hambre, porque en definitiva el que pasa hambre no puede ni hablar, el que pasa hambre no puede ni escribir; al analfabeto no se le puede hablar de libertad de prensa, porque no sabe escribir; al que está enfermo no se le puede hablar de ninguna libertad, sino de la libertad de morirse.

Aquí la libertad para nosotros no es una simple ficción.  Para que haya libertad tiene que disponer el hombre de una serie de elementos sin los cuales no hay libertad posible.  El hombre bajo el hambre no es libre jamás:  o se vende, o claudica, o no escribe, o no habla.  Libertad no es la palabra solamente; con la palabra libertad y con la libertad que puedan dar todas las leyes no se come, no se come con libertad.  ¡Libertad con hambre no es libertad!  ¡Queremos una libertad con pan!  (APLAUSOS); queremos una libertad sir hambre, queremos una libertad sin miseria, queremos una libertad sin privilegios.  Queremos la igualdad, sí, queremos la libertad y queremos la hermandad entre los hombres.  Y los que se opongan a eso que no vengan a engañar a nadie.  ¡Que hablen si quieren, porque aquí todo el mundo tiene derecho a hablar, si quiere!  ¡Que escriban si quieren, porque aquí todo el mundo tiene derecho a escribir, si quiere!  Pero que no vengan a engañar a nadie, porque van a perder el tiempo; que no vengan a darle consejos a la Revolución, porque la Revolución no va a seguir los consejos de los enemigos de la Revolución (APLAUSOS); que no vengan a intimidar a la Revolución, porque la Revolución —entiéndase bien— firmemente, resueltamente, terminantemente, seguirá adelante; que no me vengan los técnicos de la economía, porque cuando empezamos la guerra vinieron también los técnicos de guerra, los militares, a decir que era un fracaso, que era una locura, que de acuerdo con las leyes de la guerra, etcétera, etcétera, íbamos a ser derrotados.  El resultado fue que todos los técnicos se equivocaron, y los guajiros de la Sierra Maestra y del Escambray, el Segundo Frente, está aquí, en La Habana, derrotaron a la tiranía (APLAUSOS).  Así, también, que los técnicos de la economía no nos vengan con sus leyes, que la Revolución tiene sus propias leyes, y al final de la jornada vamos a ver cuales eran las leyes verdaderas y las leyes falsas.

Lo que tienen que hacer es darse cuenta que una Revolución está teniendo lugar, y que esos principios económicos están ya fuera de moda; que lo que deben es adaptarse, no resistir, porque como dijo aquí un orador que me precedió en el uso de la palabra, mientras más resistan, más avanzará la Revolución; mientras más la combatan, más lejos irá (APLAUSOS).

Así que interrumpo este acto para trasladarnos todos a la Universidad.  Allí hay asientos, pueden estar sentados allí.  Así que vamos a continuar rindiéndoles tributo a los mártires de la Revolución de la única manera digna de rendirles tributo, rendírselo con entusiasmo, rendírselo con fervor, rendírselo creando, rendírselo haciendo, rendírselo combatiendo, rendírselo proclamando los principios revolucionarios.

Y ahora, en memoria de los heroicos combatientes del 13 de Marzo, y en memoria de todos los caídos, vamos a expresarles nuestra gratitud marchando hacia los puntos de donde ellos partieron, a los que tantas veces vinieron Colina abajo a combatir.  Hoy que la Revolución y el pueblo están en el Palacio, vamos a marchar hacia la Universidad para rendirles el solemne homenaje, un tributo de reconocimiento a los estudiantes y a los mártires (APLAUSOS).

Así que todos vamos hacia el Stadium Universitario.  Hay allí 10 000 sillas.  ¡Que no quede una sola silla vacía!  Invitamos a todo el pueblo, a los que están presentes y a los que nos están oyendo; y les digo que el pueblo que está presente aquí desde por la tarde, que no ha comido, va hacia el stadium.  Por tanto, los que nos están oyendo desde sus casas   —que posiblemente han comido—, que no se queden en sus casas y vayan también para el stadium.  ¡Todos al Stadium Universitario!  (APLAUSOS.)



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De: Ruben1919 Enviado: 17/11/2010 14:14

Parte del discurso de Fidel .. en las honras f´´unebres de las víctimas del sabotaje al buque lecoubre  .. en 1.960.-

 

............

Los pueblos son buenos, y no se pueden juzgar por sus gobernantes.  No habría sido justo juzgar a los cubanos, a este pueblo magnífico, por los gobernantes que la Revolución derrocó.  Los pueblos no tienen la culpa.

Pero tal parece que las verdades no pudieran ni siquiera insinuarse en este continente donde nosotros los cubanos hemos aprendido a decir la verdad, sin miedo a nadie.  Y estas son verdades:  aviones enemigos de nuestro pueblo, aviones piloteados por mercenarios criminales, salen de Estados Unidos, y el gobierno de ese país, tan preocupado porque nosotros no adquiramos armas, no ha sido capaz de impedir esos vuelos.

Nosotros hemos logrado el triunfo del pueblo después de siete años de cruenta lucha y de inmenso sacrificio.  En aquellos tiempos cualquier ciudadano podía ser torturado, cualquier ciudadano podía ser asesinado en las calles de las ciudades o en los campos, la tiranía más atroz imperaba en nuestra patria; mas eso no era obstáculo para que de Estados Unidos llegaran los barcos cargados de bombas y llegaran los barcos cargados de metralla, que en cambio no estallaban en el puerto de La Habana.  Sin embargo, nosotros no asesinamos a nadie, nosotros no torturamos a nadie, nosotros no golpeamos a un solo ser humano, nosotros hemos establecido en nuestra patria el imperio del respeto a la dignidad humana, a la sensibilidad humana, y nuestro Gobierno Revolucionario se ha caracterizado por ese clima de seguridad que tiene el ciudadano, por esa sensación de tranquilidad, de seguridad y de respeto que tiene el ciudadano; nosotros no torturamos, nosotros no asesinamos, y sin embargo, las armas que vienen para defender este régimen estallan al llegar a puerto.  En cambio, los torturadores de nuestro pueblo, los verdugos de nuestro pueblo, los que arrancaron la vida de 20 000 compatriotas, los que asesinaban estudiantes, campesinos, obreros, los que asesinaban hombres y mujeres, los que asesinaban profesionales, los que asesinaban a cualquier ciudadano, esos recibían directamente armas y pertrechos que no estallaban.

Cuando se trata de un régimen revolucionario justo, un régimen revolucionario humano, un régimen que tanto se ha esforzado por defender los intereses del pueblo, los intereses de nuestro pueblo sufrido y explotado —explotado por los monopolios, explotado por los latifundios, explotado por los privilegiados—, un régimen que ha librado al pueblo de todas esas injusticias, un régimen de la mayoría del país, un régimen humano, lo combaten.  Al régimen criminal e inhumano, al régimen de los monopolios y de los privilegios, lo ayudaban.  ¡Vaya democracia que ayuda a los criminales y ayuda a los explotadores!  ¡Democracia es esta, donde el hombre vale para nosotros y valdrá siempre más que el dinero!  Porque por dinero no derramaremos jamás una gota de sangre humana; por dinero, por intereses egoístas, no sacrificaremos jamás una gota de sangre humana.

Y estos hechos no son únicos.  Porque, ¿quién se ha de extrañar de que estalle un barco en el puerto mientras los obreros trabajan?  ¿Quién se ha de extrañar de un sabotaje que cueste sangre de trabajadores?  ¿Quién se ha de extrañar, si hace apenas un mes —si es que llega al mes— un avión norteamericano, procedente de territorio norteamericano y manejado por un piloto norteamericano y con una bomba norteamericana, trató de dejarla caer sobre un centro donde había más de 200 obreros?  Y en aquella ocasión dije:  “¿Cuál no habría sido hoy el dolor de nuestro pueblo y cuál no habría sido hoy la tragedia de nuestro pueblo, si en vez de esos dos cadáveres de mercenarios tuviéramos que ir a enterrar unas docenas de obreros?”  Y como si aquellas palabras hubiesen tenido algo de premonición, hoy hemos tenido que venir en manifestación a enterrar varias docenas de obreros y de soldados rebeldes.

¿Qué tiene de extraño que los criminales autores de ese sabotaje no se hayan preocupado por el saldo de víctimas que iban a dejar, por los hombres que iban a asesinar?  ¿Qué tiene de extraño, si no hace un mes iban a dejar caer una bomba de 100 libras en medio de una fábrica funcionando, en medio de más de 200 trabajadores?  ¿Qué tiene de extraño si, cuando aquel hecho se produjo, nosotros con las pruebas en la mano, serenamente, le hablamos al pueblo, le explicamos al pueblo lo ocurrido, exhibimos las pruebas, e incluso les dijimos que mandaran los técnicos, para que vieran que era rigurosamente cierto todo cuanto se había dicho; si ha transcurrido un mes y todavía no han arrestado a nadie en Estados Unidos y no han expulsado a ningún criminal de guerra de Estados Unidos, ni han encontrado a ningún culpable, ni han molestado a nadie, sino que, por el contrario, a los pocos días volvieron las avionetas, y no había transcurrido apenas una semana cuando bombardearon la localidad donde reside el Primer Ministro del Gobierno Revolucionario?

¿Qué tiene de extraño que hagan estallar un barco cargado de obreros, si iban a estallar una bomba sobre un central azucarero, y no se preocuparon por bombardear una zona donde había niños, dejando caer en aquella región bombas de 100 libras?  ¿Qué tiene de extraño, si ayer mismo se acaban de publicar por la revista “Bohemia” las fotografías de la flota aérea, que tranquilamente reposa en los aeropuertos norteamericanos sin que nadie la moleste?  ¿Qué tiene de extraño, si ayer mismo recibimos la noticia de que José Eleuterio Pedraza se encontraba en Washington?  ¿Qué tiene de extraño, si estas cosas han estado ocurriendo?  Solo que en esta ocasión, el zarpazo ha sido duro y ha sido sangriento.

Era lógico.  Ya otra vez habíamos tenido que recorrer los hospitales llenos de víctimas, hace varios meses, a consecuencia de aquella incursión cuyo autor se pasea todavía por los pueblos y ciudades norteamericanas sin que nadie lo moleste.  ¿Qué tiene de extraño, si una serie de actos demuestran el conjunto de intereses poderosos que se agrupan contra nuestra Revolución; si hace apenas unos días liberaron grandes cantidades de maíz para sustituir la miel de Cuba en la fabricación de alcohol; si hace unos días retiraron los inspectores que observaban el cultivo de los frutos y las hortalizas que exportamos a ese país; si todo el mundo conoce la ley mediante la cual se quiere supeditar la soberanía de nuestro país a la amenaza de no comprarnos el azúcar?  Es decir, si en estos días van a presentar al Congreso una ley en virtud de la cual el Presidente de la república se reserva el derecho, en cualquier momento, de quitar la cuota azucarera, de reducirla, de no comprar ninguna si así lo estima.

¿Y qué quiere decir eso?  Quiere decir que nuestro país tiene una estructura económica muy débil.  ¿Pero por qué tiene nuestro país una estructura débil en lo económico?  Porque esa fue la estructura que los amos extranjeros le dieron a nuestra economía; una economía de monocultivo, una economía de latifundio, una economía de país subdesarrollado, una economía débil, consecuencia de la política de los amos extranjeros de nuestra economía durante 50 años.  Y ahora, valiéndose de esa dependencia de la que nosotros nos queremos librar, valiéndose de esa situación de la que nosotros tratamos de independizarnos —y eso es lo que quiere decir independencia económica—, valiéndose de esa dependencia, quieren adoptar sistemas que intentan doblegar nuestros derechos y someter nuestra soberanía.

Quiere decir que si nosotros hacemos leyes aquí, si nosotros tomamos medidas en beneficio de nuestro pueblo, ellos se arrogan el derecho de matar de hambre a nuestro pueblo.  Es decir que, utilizando la ventaja económica de que disfrutan a consecuencia de la política de monocultivo y de latifundio y de subdesarrollo que siguieron aquí, tratan de restringir los derechos de nuestro pueblo a actuar de manera independiente y soberana, bajo la amenaza de matarnos de hambre.

¿Qué quiere decir eso, si no una Enmienda Platt económica?  ¿Qué quiere decir eso, si no advertir que si nosotros tomamos medidas contra los latifundios, medidas contra los monopolios, medidas en beneficio de nuestro pueblo, se tomen represalias contra nosotros, porque somos país pequeño, de economía débil; y que si hacemos un esfuerzo por lograr una economía fuerte, lograr una economía propia, nos amenazan con matarnos de hambre?  ¿Qué es eso, si no un intento de menoscabar la soberanía de un país, un intento de restringir la independencia de un país?  ¿Qué es eso, si no que un gobierno se arroga el derecho de decidir sobre los destinos de otro país con medidas de represalia?  Porque no son medidas que se tomen para defender intereses nacionales, no son medidas que se tomen para defender intereses del pueblo norteamericano, no son medidas que se tomen para garantizar el abastecimiento; no, esas medidas, al revés que las nuestras —que son medidas que tomamos para defender al pueblo, para defender intereses nacionales, pero no medidas de represalia— ­son medidas de represalia.  No medidas para defender intereses nacionales, sino una medida de represalia contra otro país, mientras las medidas que nosotros tomamos son medidas de defensa de intereses nacionales y de intereses del pueblo.  Porque ninguna de las medidas que nosotros tomamos son medidas para matar de hambre al pueblo norteamericano, todo lo más, las medidas que nosotros tomamos les restringen el bolsillo voraz a unos cuantos monopolios norteamericanos, pero nosotros no le restringimos los medios de subsistencia ni de trabajo al pueblo norteamericano.  Las medidas que nosotros tomamos son contra monopolios, son contra intereses, no contra el pueblo norteamericano.  Y las medidas que ellos toman no son medidas para defender al pueblo norteamericano; son medidas de represalia contra el pueblo cubano.

Y eso, naturalmente que hacía falta un Gobierno Revolucionario para proclamarlo, hacía falta un gobierno del pueblo para proclamarlo, hacía falta un gobierno sin miedo a proclamarlo; sin miedo ni a las amenazas, ni a las represalias; sin miedo a las maniobras militares.  Y podríamos decir:  ¿Maniobras militares en el Caribe para qué?  ¿Maniobras de desembarco contra posiciones ocupadas por guerrillas para qué?  ¿Maniobras de tropas transportadas en aviones, en operaciones ofensivas, para qué?  Porque, que tengamos entendido, los problemas del mundo se van a discutir en las cumbres, según llaman; los problemas del mundo tenemos entendido que hoy son problemas de proyectiles dirigidos, de ciencia y técnica avanzadas, pero no hemos oído decir que los problemas del mundo sean problemas de guerrillas, ni hemos oído decir que los problemas del mundo sean problemas aquí en el Caribe y que haya dificultades de carácter internacional en el Caribe.

Tenemos entendido que las grandes potencias no piensan hoy militarmente en términos de guerrillas, que los que tuvimos que usar las guerrillas fuimos nosotros para luchar contra ese ejército profesional de la tiranía, y usar esa táctica contra fuerzas numéricamente superiores y superiores en recursos; pero no había oído decir que en el mundo las cuestiones militares se discutieran en términos de guerrillas.  Y cuando vemos maniobras de Infantería de Marina, maniobras de desembarco contra guerrillas, nos preguntamos para qué y por qué.  ¿Es que piensan desembarcar —me pregunto—, o es que piensan intimidar?  ¿Es que se nos quiere asustar?  ¿Es que se quiere hacer ver que en cualquier momento podemos ser invadidos?, ya que hay voceros que hablan de las cosas posibles, y entre las cosas posibles hablan de desembarcos aquí.

¿Quién dijo que desembarca aquí nadie?  ¿Y quién dijo que aquí se puede desembarcar tranquilamente?  Y por lo pronto, entre las cosas probables —que es bueno decir un día como hoy, porque en realidad estamos ya los cubanos bastante grandecitos en materia de patriotismo y en materia de civismo para que vayan a usarse contra nosotros esas insinuaciones— y entre las cosas posibles de que se habla, permítaseme decir que nos sentimos sencillamente admirados cuando con esa tranquilidad dicen enviar aquí, entre las cosas posibles la Infantería de Marina, ¡como si nosotros no contáramos para nada, como si en caso de esa eventualidad los cubanos nos fuéramos a quedar cruzados de brazos, como si los cubanos no fuéramos a resistir cualquier desembarco aquí, de cualquier tropa que intente doblegar a nuestro pueblo!

y es bueno que se diga, que lo digamos de una vez hoy aquí, en estos instantes en que venimos a depositar en las tumbas a un número considerable de soldados y de obreros y de ciudadanos que ayer estaban como estamos nosotros hoy —que quién sabe las veces que nos encontramos con ellos en los centros de trabajo, o en las concentraciones públicas, o nos encontramos con ellos en las instalaciones militares, o nos encontramos con ellos en las zonas de operaciones; que quién sabe cuántas veces, como ustedes, aplaudían y vivían llenos de las nobles ilusiones que la Revolución ha despertado en cada cubano humilde—; cuando venimos en luctuosa peregrinación a llevar sus restos a las tumbas, tranquilamente, serenamente, como quienes cumplimos un deber doloroso y lo sabemos cumplir, y lo sabemos cumplir abnegadamente, y lo sabemos cumplir sabiendo que mañana podemos ser otros, como ellos lo fueron ayer, y como otros lo fueron antes que ellos —porque los cubanos hemos aprendido a mirar la muerte serenamente y sin inmutarnos, porque los cubanos hemos adquirido un sentido real de la vida, que empieza por considerarla indigna cuando no se vive con libertad, cuando no se vive con decoro, cuando no se vive con justicia, cuando no se vive por algo, y por algo grande como están viviendo los cubanos en este momento—; aquí en este acto, entre estos muertos producto de quién sabe qué manos asesinas, digamos de una vez que nosotros no le tenemos miedo a ninguna tropa de desembarco en este país, que nosotros no esperaremos un segundo en tomar nuestros fusiles y en ocupar nuestros puestos, sin pestañear y sin vacilar ante cualquier tropa extranjera que desembarque en este país; que nosotros, es decir, el pueblo cubano, sus obreros, sus campesinos, sus estudiantes, sus mujeres, sus jóvenes, sus ancianos, hasta sus niños, no vacilarán en ocupar sus puestos tranquilamente, sin inmutarse y sin pestañear siquiera, el día que cualquier fuerza extranjera ose desembarcar en nuestras playas, venga por barco o venga en paracaídas, o venga en avión, o venga como venga y vengan cuantos vengan.

Y es bueno que lo digamos sin alarde, como quienes están decididos de verdad a hacer lo que se promete.  Y si alguien lo hubiera podido dudar, el día de ayer era como para demostrárselo para siempre al más pesimista.  Quien haya observado al pueblo en el día de ayer, quien haya visto aquel episodio a la vez maravilloso y dantesco, quien haya visto cómo las multitudes avanzaban hacia el fuego, cómo avanzaban los soldados, los obreros, los policías, los marinos, los bomberos, las milicias, cómo avanzaban hacia aquel lugar de peligro, cómo avanzaban hacia aquel lugar de muerte, sin inmutarse, quien haya visto lo que ayer hicieron los cubanos; quien haya visto a los soldados y al pueblo avanzar hacia el peligro para rescatar a los heridos, para rescatar a las víctimas en un barco ardiendo, en una zona que estaba ardiendo, cuando no se sabía cuántas explosiones más iban a ocurrir; quien haya sabido de aquellas oleadas, barridas por las explosiones, que murieron no en la primera, sino en la segunda explosión, quien haya visto al pueblo comportarse como se comportó ayer; quien haya visto al pueblo dirigir el tráfico; quien haya visto al pueblo establecer el orden; quien haya visto al pueblo avanzar sobre aquella explosión que dejaba tras de sí como un hongo, que recuerda el hongo de las explosiones nucleares; quien haya visto al pueblo avanzar hacia aquel hongo sin saber de qué se trataba, puede estar seguro de que nuestro pueblo es un pueblo en condiciones de defenderse, es un pueblo capaz de avanzar hasta contra los hongos de las bombas nucleares.

Y eso ocurrió ayer.  No es un invento de la fantasía; es una realidad que todo el pueblo presenció, es una realidad que hemos tenido que pagar con docenas de vidas valiosas, de hombres que cayeron cuando iban a salvar a sus compañeros, que dieron sus vidas tranquila y serenamente para salvar las vidas que estaban aprisionadas entre los hierros retorcidos de aquel barco, o entre los escombros de los edificios, de bomberos que avanzaban sin inmutarse a apagar edificaciones repletas de explosivos; quien haya visto escenas como la de ayer, quien sepa de un pueblo tan digno y tan viril y tan generoso y tan honesto como el pueblo nuestro, tiene derecho a saber que es un pueblo que se defenderá de cualquier agresión.

Ojalá los que perturbados en el más elemental sentido común se atreven a considerar como posible cualquier género de invasión a nuestro suelo, comprendan la monstruosidad de su equivocación, porque nos ahorraríamos muchos sacrificios.  Mas si ello ocurriera, por desgracia, pero sobre todo para desgracia de los que nos agredieran, que no les quede duda de que aquí en esta tierra que se llama Cuba, aquí en medio de este pueblo que se llama cubano, habrá que luchar contra nosotros mientras nos quede una gota de sangre, habrá que pelear contra nosotros mientras nos quede un átomo de vida.  Nosotros nunca agrediremos a nadie, de nosotros nadie nunca tendrá nada que temer, pero quien nos quiera agredir debe saber sin temor a equivocarse que con los cubanos hoy, que no estamos en el año 1898 ni en 1899, que no estamos a principio de siglo, que no estamos en la década de 1910 o de 1920 o de 1930, con los cubanos de esta década, con los cubanos de esta generación, con los cubanos de esta era —no porque seamos mejores, sino porque hemos tenido la fortuna de ver más claro, porque hemos tenido la fortuna de recibir el ejemplo y la lección de la historia; la lección que costó tantos sacrificios a nuestros antepasados, la lección que costó tanta humillación y tanto dolor a las generaciones pasadas, porque hemos tenido la fortuna de recibir esa lección—, con esta generación hay que pelear, si nos llegan a agredir, hasta su última gota de sangre, con los fusiles que tengamos, con los fusiles que compremos, que le compremos al que nos lo venda, sencilla y llanamente, con las balas y las armas que compremos donde mejor nos parezca y con las armas que nosotros sabemos quitarles a los enemigos cuando estamos peleando.

Y sin inmutarnos por las amenazas, sin inmutarnos por las maniobras, recordando que un día nosotros fuimos 12 hombres solamente y que, comparada aquella fuerza nuestra con la fuerza de la tiranía, nuestra fuerza era tan pequeña y tan insignificante, que nadie habría creído posible resistir; sin embargo, nosotros creíamos que resistíamos entonces, como ­creemos hoy que resistimos a cualquier agresión.  Y no solo que sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión, y que nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria:  la de la libertad o la muerte.  Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía:  libertad quiere decir patria.  Y la disyuntiva nuestra sería patria o muerte.

Y así un día como hoy, luctuoso y trágico, doloroso para el pueblo, doloroso para el gobierno, doloroso para los familiares de los obreros y los soldados, y los ciudadanos que cayeron; en un momento como este, importante, es bueno que dejemos sentadas estas cosas, y que nuestra disposición de resistir no es solo la disposición de resistir militarmente.  Creen tal vez que tenemos valor para morir, pero que no tenemos valor para resistir las privaciones, y los hombres tienen valor para resistir, incluso las privaciones que menos se imaginan.

Si aquellos hombres que comenzaron la lucha en las montañas no hubiesen tenido valor para resistir las privaciones, habrían sido vencidos; mas, no fue así, porque tuvieron entereza para resistir las privaciones.  Hombres débiles son los que no tienen entereza para resistir las privaciones; hombres o mujeres fuertes son los que tienen entereza para resistir las privaciones.  Y un pueblo que tiene el valor de cualquier sacrificio en el combate, debe también tener el valor de cualquier privación.  Porque se equivocan también cuando creen que mediante represalias económicas nos van a derrotar.  Y aquí cabría decir que más vale pasar hambre en libertad que vivir esclavizados en la opulencia; que más vale ser pobres pero ser libres, aunque nos cueste mucho y aunque fuese largo el camino del desarrollo de nuestras riquezas —algún día habremos alcanzado también esa meta—, pero más vale ser pobres pero ser libres, que ser ricos y ser esclavos; mucho más cuando aquí éramos esclavos y pobres, y por lo menos ahora somos pobres pero libres, y algún día seremos libres y además ricos.

Así que a nosotros no se nos compra con ventajismos económicos, y mucho menos cuando las ventajas económicas no las vio nunca nadie por ninguna parte; porque aquí lo que vio todo el mundo fue miseria, injusticia, explotación.  Eso es lo que se llama  los cientos de miles de niños que no tienen escuela, o no tenían escuela, y así es como se llaman los miserables bohíos, así es como se llaman los meses del tiempo muerto, así es como se llama desempleo, así es como se llama la agonía en que vivíamos.  Y Cuba, nuestro pueblo, no ha hecho otra cosa que luchar contra esos males, no ha hecho otra cosa que esforzarse por superar esos males, no hemos hecho otra cosa que reclamar lo nuestro; no hemos hecho otra cosa que defender lo nuestro y a los nuestros.  Y esa es, a los ojos de la plutocracia internacional, la falta que ha cometido Cuba; defender lo suyo, a los suyos y a lo suyo frente a la explotación, frente a la colonización.  Y esa es la causa de que los aviones vengan, esa es la causa de la insolencia cada vez más audaz, de los criminales protegidos por esa plutocracia; esa es la causa de que mientras en ninguna parte del mundo los barcos estallan, mientras en ningún lugar del mundo los aviones bombardean, en nuestra patria los obreros se vean amenazados en medio de su trabajo por una bomba de 100 libras, o se vean amenazados en medio de su trabajo por una explosión apocalíptica.

Esa es la causa del odio de la oligarquía poderosa que nos combate, esa es la causa de la conjura contra nuestra patria.  La comprendemos bien porque es preciso que sepamos comprender nuestros problemas, es preciso que sepamos comprender estas verdades, y es preciso que se proclamen, como también es preciso que esos intereses y esos conjurados sepan a qué atenerse y sepan que aquí no se trata de hacer planes, en el extranjero, sobre los problemas del país o sobre las soluciones, o sobre las contrarrevoluciones, que para hacer planes acerca de nuestro país, en primer lugar, hay que contar con nosotros, y si no cuentan con nosotros, porque creen que no existimos, entonces que se atengan a las consecuencias.

Hoy hemos venido a concluir un día de los más tristes, sí pero de los más firmes de nuestra patria y de los más simbólicos.  ¿Quién nos iba a decir hace 14 meses apenas, cuando cruzábamos con los soldados rebeldes de Oriente por estas calles, en medio de la alegría desbordante de aquel pueblo, que un día como hoy íbamos a tener que recorrer esas mismas calles, en medio de la tristeza y el dolor de ese mismo pueblo, para dar sepultura, entre un grupo de obreros, a un grupo de aquellos soldados que por aquí cruzaron portando los estandartes de la liberación nacional?  ¿Quién nos iba a decir que los causantes y los cómplices de aquellos asesinos de tantos miles y miles de cubanos nos obligarían una vez más —y quién sabe cuántas veces más— a venir a llorar junto a las tumbas de nuevas víctimas, de nuevos ciudadanos aniquilados por los mismos criminales y los mismos aliados?  Pero por amargo que sea, es lo cierto.  Y aquí estamos cumpliendo este doloroso deber, y lo cumpliremos cuantas veces sea necesario, ¡lo cumpliremos un día como cortejo y otro día como féretro, si es preciso; lo sabremos cumplir, porque detrás de los que caen vienen otros, detrás de los que caen otros siguen en pie!

Grande ha sido la pérdida en estos 14 meses; compañeros entrañables e inolvidables que ya no están entre los que venimos tras los féretros; compañeros que en el cumplimiento del deber han desaparecido de nuestras filas; sin embargo, las filas siguen marchando, el pueblo sigue en pie, ¡y eso es lo que importa!  Y qué espectáculo tan imponente el de un pueblo en pie, qué espectáculo tan maravilloso y tan impresionante el espectáculo de un pueblo en pie, qué espectáculo como este de hoy, y ver marchar juntos a los que hace algunos años habría parecido un sueño verlos marchar como marchaban hoy, y quién habría siquiera soñado hace algunos años ver marchar las milicias obreras codo a codo con las brigadas universitarias, codo a codo con los soldados del Ejército Rebelde, codo a codo con los miembros de la marina y de la policía; codo a codo con una columna de campesinos con sus sombreros mambises, sus filas marciales y compactas, sus fusiles al hombro; guajiros de las montañas que hoy nos acompañan en este minuto de dolor, para que nadie quedase sin representación; para que allí, donde se confundían con el pueblo ministros y ciudadanos, se juntase la nación entera en lo que tiene de generosa, de combativa y de heroica.

¡Quién iba a soñar siquiera que un día militares y obreros no serían enemigos, que un día militares y obreros y estudiantes y campesinos y pueblo no serían enemigos; que algún día los intelectuales marcharían del brazo de los hombres armados; que algún día el pensamiento, la fuerza de trabajo y el fusil marcharían juntos, como han marchado hoy!

Antes marchaban separados, antes eran enemigos, antes habían hecho de la patria disímiles intereses, disímiles grupos, disímiles instituciones, y hoy la patria es un solo sentimiento, la patria es una sola fuerza, la patria es un solo grupo.  Hoy no combaten muriendo entre sí campesinos y soldados, o estudiantes y policías, pueblo y fuerzas armadas; hoy, surgimos todos del mismo anhelo y de la misma aspiración; pueblo y militar son idéntica cosa.  Antes combatían entre sí, hoy combaten juntos; antes marchaban por disímiles caminos, hoy marchan juntos, hoy luchan juntos obreros y soldados, hoy mueren juntos, unos a los otros ayudándose, unos dando las vidas por salvar a los otros, como hermanos entrañables.

Por eso vi hoy más fuerte que nunca nuestra patria, vi hoy más sólida e invencible que nunca a nuestra Revolución, más gallardo y más heroico a nuestro pueblo.  Hoy era como si en esa sangre, que era sangre de soldados y de obreros, sangre de obreros cubanos y de obreros franceses...  Obreros franceses que cumpliendo el deber también murieron mientras transportaban esas mercancías que servirán para defender nuestra soberanía, y por lo cual no los hemos olvidado a la hora de ayudar a los nuestros; a la hora de ayudar a los familiares de los cubanos que cayeron, no hemos olvidado a esos obreros de Francia que cayeron en ese hecho vandálico producido por las manos asesinas enemigas de los obreros aquí y en cualquier parte del mundo que en el acto de ayer hermanaron la sangre francesa, de donde surgieron aquellos gritos de libertad en la primera revolución grande de la historia moderna de la humanidad; hermanaron la sangre de los obreros franceses y la sangre de los obreros cubanos.  Y por eso nosotros, que en ellos vemos a hermanos, hemos también atendido con pareja generosidad la ayuda a sus familiares, porque ellos también tienen esposas y tienen madres y tienen hijos; y esto constituía para nosotros, para un pueblo generoso como el nuestro, un acto de elemental solidaridad que sentimos todos hacia los pueblos de todo el mundo.

Hoy he visto —como decía— más gloriosa y más heroica a nuestra patria, más admirable a nuestro pueblo digno de admirarse como se admira a una columna que regresa del combate, digno de identificarse y solidarizarse con él como se solidarizan los hombres de un ejército después de una batalla.

Lo que importa no son los claros en las filas; lo que importa es la presencia de ánimo de los que permanecen en pie.  Y no una, sino muchas veces, vimos claros en nuestras filas, en las filas de nuestro ejército; vimos claros dolorosos, como hoy vemos claros en las filas del pueblo, pero lo que importa sobre todo es la entereza del pueblo que se mantiene en pie.

Y así, al despedir a los caídos de hoy, a esos soldados y a esos obreros, no tengo otra idea, para decirles adiós, sino la idea que simboliza esta lucha y simboliza lo que es hoy nuestro pueblo:  ¡Descansen juntos en paz!  Juntos obreros y soldados, juntos en sus tumbas, como juntos lucharon, como juntos murieron y como juntos estamos dispuestos a morir.

Y al despedirlos, en el umbral del cementerio, una promesa, que más que promesa de hoy es promesa de ayer y de siempre:  ¡Cuba no se acobardará, Cuba no retrocederá; la Revolución no se detendrá, la Revolución no retrocederá, la Revolución seguirá adelante victoriosamente, la Revolución continuará inquebrantable su marcha!

Y esa es nuestra promesa no a los que han muerto, porque morir por la patria es vivir, sino a los compañeros que llevaremos siempre en el recuerdo como algo nuestro; y no en el recuerdo en el corazón de un hombre, o de hombres, sino en el recuerdo único que no puede borrarse nunca:  el recuerdo en el corazón de un pueblo.

 


 
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