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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Perla  (Mensaje original) Enviado: 10/05/2012 05:39

El yelmo de la salvación

Para no dar pie al enemigo y estar protegidos de todas partes contra sus ataques, necesitamos tomar el
“yelmo de la salvación”. Cada día deberíamos marchar con la conciencia y el gozo de la perfecta salvación en
Cristo, que Satanás no puede destruir ni quitar. Sólo así protegeremos nuestra cabeza de manera
práctica, como lo hace el yelmo en el día del combate.

El escudo es una figura de lo que Dios es por nosotros, y el yelmo de lo que hizo por nosotros.

La salvación, tal como nos la presenta la epístola a los Efesios, no incluye solamente nuestra perfecta redención,
el perdón de nuestros pecados, la liberación de nuestro estado de corrupción, de la esclavitud del pecado, y del poder
del enemigo; sino que la salvación consta también del hecho de que estamos en Cristo, y en él hemos sido llevados
a los lugares celestiales. Nuestra salvación es tan perfecta, inalterable e imposible de perder que no debemos ocuparnos
más de nosotros mismos. Todo está asegurado, el yelmo puede estar expuesto a todos los golpes. La salvación nos da
valor y energía; así somos libres para ser activos para el Señor por el poder del Espíritu Santo, sin que estemos en
nada atemorizados o impedidos por cualquier razón que nos concierne.

La espada del Espíritu

Mientras que las otras piezas de la armadura se refieren a nuestro propio estado y sirven para protegernos, la espada del
Espíritu, la Palabra de Dios nos es dada como un arma ofensiva. Se utiliza para con el prójimo, en la obra del Señor.

Si estamos de corazón en la verdad, si andamos en justicia yendo en paz por nuestro camino a través de este mundo de
hostilidades, si nuestro corazón confía en Dios y que tenemos la firme seguridad de nuestra salvación en Cristo, entonces
podemos empeñar y ganar el combate. Estamos protegidos en cuanto al hombre interior y al abrigo de todos los ataques
del exterior. Un buen estado interior debe preceder toda actividad exterior y acompañarla.

Es un punto de suma importancia, al cual a menudo no solemos prestar mucha atención. Ocurre que salimos al combate sin
habernos juzgado a nosotros mismos y sin tener la firme seguridad de que Dios está con nosotros. Ahora bien, existen
situaciones en las cuales no puede acompañarnos, tal como lo vemos en la historia de Acán en Josué 7. En tal caso, el combate
terminará en una vergonzosa derrota. Si deseamos ser activos para el Señor —ya en nuestra familia, en la vida cotidiana o en un
servicio público— primero tenemos que haber estado en Su presencia. Nuestra arma ofensiva es pues la espada del Espíritu,
la Palabra de Dios, y no hay otra cosa que el enemigo tema más. Manejada con el poder y la dirección del Espíritu Santo,
suministra una fuerza y una agudeza a las cuales nada puede resistir. Entonces, es “como fuego dice Jehová, y como martillo
que quebranta la piedra” (Jeremías 23:29). Es “viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir
el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón (Hebreos 4:12).

¡Tengamos siempre entre manos la Palabra, esa arma que nos es proporcionada por el arsenal divino! No debemos añadir ni quitar,
pues de lo contrario dejaría inmediatamente de ser la espada del Espíritu, y la Palabra de Dios. Es tan perfecta como nuestra
salvación y como nuestra justicia; su valor es independiente de nuestra colaboración. Basta absolutamente para todo y podemos contar
enteramente con ella si la utilizamos sólo bajo la dependencia de Dios.

A través de todas las Escrituras, especialmente en los Salmos, encontramos ejemplos de la manera en que los creyentes manejaron
la Palabra. Nuestro Señor mismo es el perfecto modelo para utilizar esa arma espiritual. Se sirvió de ella en las tentaciones, así como
en sus conversaciones con los judíos que siempre intentaban contradecirle. Sin embargo, si no andamos por el poder que da el Espíritu
de Dios no contristado, nunca podremos agarrar la espada de la buena manera, y menos aún utilizarla correctamente. Una palabra a
propósito en el momento oportuno no puede ser llevada a cabo sino por medio del poder y la luz del Espíritu Santo. Entonces, un solo
pasaje de la Biblia puede vencer a nuestro más poderoso enemigo, como ocurrió en otro tiempo con la piedra lanzada por
la honda de David (1 Samuel 17:49).

En la obra del Señor, cuánto se hace sentir la necesidad de obreros que sean “fortalecidos en el Señor” porque tienen la costumbre de
vestir toda la armadura, y por consecuencia saben utilizar como es debido la espada del Espíritu.

 

Ministerio Mujeres en Victoria

Somos siervas de Dios que trabajamos por la
restauración integral del Cuerpo de Cristo y especialmente
en la restauración de la mujer en todas las áreas

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