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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Perla  (Mensaje original) Enviado: 26/04/2013 13:19
En 1973 el caso emblemático de Wade y Roe se vio en la Corte Suprema de los Estados Unidos. Era la culminación de un largo proceso sobre el aborto y el fallo le dio el derecho de decidir sobre la terminación del embarazo a una madre mientras su feto no sea “viable”. O sea, mientras se considere que el feto sea dependiente de la madre y no tenga “vida propia” (normalmente hasta los siete meses o 28 semanas). El caso abrió un debate mundial sobre los derechos de la madre a obtener un aborto legal versus los derechos por la vida y protección del niño no nacido.
Interesantemente la mujer involucrada, Norma McCorvey, posteriormente se entregó a Cristo y se arrepintió públicamente de haber buscado un aborto ya que, por el atraso del caso en las cortes, dio a luz igual. Ella es una de las miles de mujeres que han cambiado su punto de vista pro aborto a uno pro vida después de haber considerado más de cerca el significado y las implicancias de poner término a una vida o una potencial vida indiscriminadamente dentro del útero de su madre.
Los cristianos somos en nuestra gran mayoría, pro vida y anti aborto. Consideramos que el proceso de formación de un bebé en el vientre de su madre es tan sagrado y misterioso que no debemos intervenir normalmente en su terminación sino dejar el proceso enteramente a Dios. De hecho, poetas y cantores se han referido al vientre como el lugar más seguro y emblemático del amor que existe… Eso es hasta hoy. El vientre materno ya no es un lugar seguro. En EE.UU. se han asesinado más de 50 millones de potenciales seres humanos y el lugar del crimen, alcanzado con herramientas específicamente diseñadas para desmembrar al feto, ha sido ese útero materno, creado para albergar, nutrir, proteger a las criaturas nacientes. Lo serio es que de todas estas “terminaciones de embarazos” como se llaman eufemísticamente, sólo el 3 % se podrían catalogar como abortos terapéuticos (por riesgo a la vida de la madre, malformaciones o producto de violaciones). El resto son abortos por conveniencia, la conveniencia que acompaña un estilo de vida sexualmente permisivo. En China, el aborto ha sido sistematizado políticamente. Es una sociedad con valores ateos y, por lo tanto, no debe sorprender que al feto se le vea como sólo materia destiando al basurero.
Esta lógica ha llegado a tal extremo que hasta se permite el infanticidio en casos de parejas que produzcan más de un bebé. Sin embargo, no todos los ateos piensan igual. El Presidente Tabaré Vásquez de Uruguay, noble y valientemente se pronunció en contra del aborto al ligar los derechos humanos de un adulto a los del feto. Arguyó, a pesar de sus convicciones materialistas, que no había forma de abogar por los derechos humanos del adulto si no se protegía los derechos humanos del feto, desde el vientre de su madre. Arguye que “el verdadero grado de civilización de una nación se mide en cómo se protege a los más necesitados” y a “los más débiles”, para concluir en que dicho proyecto viola la Constitución y los compromisos internacionales suscritos y ratificados por el Uruguay, incluyendo el Pacto de San José de Costa Rica, que protege la vida del ser humano desde su concepción. Por supuesto, tiene razón. Una vez que se eliminan los derechos del no nacido, rápidamente siguen la eutanasia, experimentos médicos con enfermos, etc.
El caso por el aborto terapéutico normalmente apela a situaciones extremas relacionadas al peligro a la salud de la madre. Sin embargo, la medicina y la ley modernas contemplan con perfecta justificación al médico, quien intentando salvar a dos vidas, pierde a una. Estos casos, regidos bajo el denominado “ars medica” (el criterio de un médico juramentado ante el voto hipocrático) son comunes y nadie pensaría en llevarlos a las cortes de justicia con demandas. Sin embargo, es muy diferente aproximarse a una situación de embarazo límite con la intención a priori de matar. La ley debe proteger la vida, no incitar la muerte injustificada. Sí, injustificada porque como quedó citado arriba en el caso de EE.UU., rápidamente se llega del aborto terapéutico al aborto por demanda con las mínimas justificaciones.
Algunos proponen el argumento que ya que 25% de los cigotos mueren naturalmente, sería justificado abortar a criterio humano. Sin embargo, quienes comprendemos, como el Salmista, que el proceso lo lleva soberanamente el Dios creador, “tú me formaste en el vientre de mi madre” (Salmo 139:13,15,16), entendemos que Dios se vale de ese mismo trabajo de la naturaleza para traer El a vida a los seres humanos que El forma. El demandará, por lo tanto, de nuestras manos, la sangre inocente derramada, aunque sea en minúsculos fetos en el indiscriminado proceso de matanza por conveniencia.
Ciertamente creo que hay perdón y sanidad para madres que han abortado. Uno de los nuevos aspectos al tema que está saliendo a luz con cada vez mayor urgencia es la consecuencia gravísima del post aborto en mujeres. Depresiones, enfermedades sicosomáticas, suicidios, todos trazables a lo que nadie le contó cuando le prometían que el aborto sería su salida.
Existe cada vez más evidencia que ninguna mujer aborta sin consecuencias emocionales posteriores. Por eso los cristianos nos acercamos, no a condenar sino a traer el amor de Jesús a quienes están tan afectadas. He ministrado innumerables veces a mujeres quienes han llevado el secreto de uno o más abortos sobre su conciencia. Jesús las sana y las libera de esa terrible culpa. Pero han de entregar a las manos del Señor su criatura abortada y arrepentirse del mal cometido. Dios las llena del Espíritu Santo y las libera de la depresión y el sentimiento de culpa. La iglesia en esto tiene mucha experiencia, ayudando en procesos de adopción, de sanidad, de acompañamiento. El amor de Cristo nos obliga.
Los cristianos no estamos en el juego político sólo formando una sociedad para nosotros, con nuestros valores y principios sacados de un “libro de hace 2000 años” como han dicho algunos de los enemigos del cristianismo. Creemos que esos principios, lo sagrado de la vida, los derechos del feto, el cuidado y acompañamiento de la madre, son universales, y edifican una sociedad saludable. Mientras tengamos voz en una democracia, es y será nuestro deber levantar estos principios ante una población mayormente ignorante de ellos, no por ser moralistas, sino por abogar por el Dios del Evangelio, de las Buenas Noticias, de la vida. Cristo murió para que fuéramos salvos y estableciéramos una relación con Dios. Aseguremos que desde su concepción, como felizmente regula nuestra Constitución, las personas sean protegidas y respetadas hasta su muerte natural.


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