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Medicina y Salud: SALUD MENTAL
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De: Siondra  (Mensaje original) Enviado: 03/12/2009 16:45
La salud mental: una experiencia cotidiana
Fecha: 20.01.2009 - 15.34    Autor: 4704Paloma

La salud mental: una experiencia cotidiana ene. 20 , 2009 Como su nombre lo indica, los medios de comunicación nos sirven para eso, para comunicarnos. Parte de la comunicación es la información, y cotidianamente nos encontramos con una oferta de noticias que nos confrontan con lo que ocurre a nuestro alrededor. Como parte de un sistema, lo que pasa “afuera” de nosotros, es también parte de nuestras vidas. Somos parte del todo. Y bueno, en esta oferta nos encontramos con abundantes casos de violencia, malos tratos, abusos. Ante esta realidad, tildamos a los protagonistas de “enfermos”. Entonces, si lo que pasa en nuestro contexto es también lo que nos pasa a nosotros mismos, tanto la tensión entre la enfermedad y la salud, como la ilusoria polarización de ambas categorías, son también cuestiones personales. En este contexto, tenemos que aprovechar que los medios de comunicación sirven no sólo para informarnos sino que para comunicarnos. Y comunicarse puede ser establecer un dialogo que me permita mirar y mirarme, hablar y hablarme, interrogarme. ¿Qué distingue lo sano de lo enfermo? Antigua y eterna discusión porque lo enfermo depende del contexto, depende del vínculo entre el individuo y el contexto. ¿Qué es la salud entonces? La salud, mental o no, no es un rasgo fijo. No es un estado fijo. No es una realidad, no es una identidad inamovible. No es un rasgo presente-ausente, definido, conquistado y garantizado. Por eso me atrevo a decir que se trata de una ilusoria polaridad. La salud mental puede ser un ideal, algo a lo que cada uno de nosotros puede tender. Una experiencia cotidiana, lograda, conquistada, y como tal anhelada, deseada. Una experiencia definida en términos singulares. Así, debiéramos estar en condiciones, cada uno, de poder explicar, a otros y a uno mismo, que entiendo por salud mental. Qué me parece saludable, reconfortante, exquisito. Entonces, tendríamos que ser capaces de leer-nos, y preguntar-nos de manera implicada, de qué se trata mi propia salud mental. Para ello tendríamos que dejar de buscar la salud en definiciones alienantes. Evitar conformarnos con respuestas externas para algo tan íntimo e inalienable como la pregunta por la propia salud. ¿Podemos hacerlo? ¿Podemos saber cómo estamos en este momento? ¿Cómo nos sentimos íntimamente en esta existencia? Por supuesto. Es sorprendente que tengamos que preguntarlo. Como seres humanos tenemos la capacidad de mirar, y de mirarnos, de atender y de atendernos. Basta con poner atención a nuestros pensamientos y atrevernos a escucharlos, a enunciarlos y a aceptarlos. Cuando la mente empieza a pensar, a identificar alguna queja contra nosotros mismos, algún malestar, algo que no nos gusta, desviamos la atención, nos defendemos. Sin embargo, podemos, con determinación, atender a nuestros genuinos pensamientos, y tener el coraje de escucharlos: ¿Qué deseos tengo? ¿Qué temores? ¿Qué reproches me hago? Los sueños también nos hablan. ¿Duermo bien? ¿Qué sueños tengo? El cuerpo también nos da inexcusables claves sobre nosotros mismos. El cuerpo no miente. ¿Siento dolores? ¿Malestares? ¿Jaquecas? Mi cuerpo soy yo, yo soy mi cuerpo. Si quiero saber cómo estoy, basta con mirar el cuerpo. Finalmente, ¿puedo confiar en los vínculos que he construido? ¿Soy capaz de escuchar lo que mis seres amados -aquellas personas en quienes confío y admiro- me dicen? ¿Soy capaz de escuchar esos mensajes? Ahí hay tres elementos que nos permiten mirarnos -pensamientos, cuerpo, vínculos-, y ante lo que ellos nos dicen podemos reaccionar.


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