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Leyendas: INICIACION POLINESICA
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De: Siondra  (Mensaje original) Enviado: 11/07/2010 19:11
 
INICIACION POLINESICA


Narración que trata de reproducir las costumbres de iniciación en las leyes del amor de algunos pueblos polinesios.

Iriti se dio una vez más vuelta inquieto en la delgada esterilla de paja en la que dormía. Por primera vez en su vida le molestaban los gruesos bambúes que formaban el piso de la choza. Cerca de él, en la oscuridad, escuchaba la respiración suave y acompasada de sus hermanos y hermanas. Un poco más lejos distinguía las profundas de sus padres. Apenas había dormido. Sentía su miembro viril duro como un cartílago de tiburón. No era ya la primera vez que le sucedía. Nunca había estado tan duro y doloroso, solamente en ocasiones cuando buceaba bajo el agua. Cuando le veían sus amigos, ya que aun como niño que era no llevaba la faja de los iniciados, se sonreían y le decían:
· Pronto, cuando madures, irás con Maewa. Pasarás buenos ratos con ella. Aprenderás a ser hombre. Pronto deberás comenzar tu iniciación.
Maewa era la mujer sabia de la aldea. Dulce e imponente por su tamaño y fuerza. Todos la respetaban.
Iriti no sentía temor hacía ella. Le asustaba abandonar su mundo de niño -adolescente con sus servidumbres y grandes libertades. Le asustaba que con ella comenzara su iniciación como adulto, condición deseada y temida. Las pruebas que pasaría para obtener su plena madurez eran terribles, algunas de todos conocidas. Otras secretas que nadie relataba imponían más respeto. Semanas de tatuaje doloroso del cuerpo que le darían un vestido honroso e indeleble para toda la vida. Incisiones que debería recibir con la sonrisa en los labios acariciado por dos vahines de su generación que le sostendrían los brazos mientras el anciano tatuador clavaba los filudos dientes de la quijada de un pez mae-mae cada vez con golpes más enérgicos para introducir la tintura en su carne y piel.
Iriti aguantó aun muchas noches de insomnio antes de buscar a su madre Taema en el campo de siembra del taro. Mientras, ella cantando, desenterraba las jugosas raíces. Viéndole llegar sonrió para si divertida. Desde luego sabía para lo que venía. Iriti mostrándole su miembro erguido y túrgido gimió:
· Taema no puedo más. No solamente no puedo dormir en las noches, sino que la gente se ríe de mí. Sé muy bien que me aliviaría se hiciese como tu y Taewo con alguna vahine, pero es aun tabú para mi.
Taema riendo con todos sus dientes se incorporó

Era una mujer fuerte y hermosa a quien sus cinco hijos no habían deformado su cuerpo de nadadora y cuyos pechos grandes y túrgidos envidiaban todas las vahines del poblado. Habló con su voz suave y modulada en su idioma cantarín:
· Iriti, ha llegado el momento que vayas con Maewa. Debes estar contento que ahora, no está ocupada con algún otro niño. Pasarás un tiempo siendo familia de ella. Ya sabes, esa es la ley. Has dejado ya de ser un niño.
· Tengo miedo, Taema.
· ¿A qué?
· A todo eso, a los tatuajes, a las pruebas, a ser ya un adulto.
· Tu imaginación es la que te asusta, Iriti. Nada es terrible. Yo he luchado con tiburones, he huido muchas veces entre los corales y gozo porque ¡estoy viva!
Taema tomó la mano de su hijo y la hizo recorrer sus pechos, pezones, vientre y vulva lentamente, siguiendo las líneas sobresalientes de sus complicados y hermosos tatuajes resaltados en rojo y azul.
· ¿Sientes lo hermosos que son? Sin embargo están grabados en las partes más sensibles de mi cuerpo. Son mi gloria y parte de mi hermosura. Así es la vida. Una abundante pesca requiere esfuerzo, una abundante cosecha significa muchas horas de paciente trabajo bajo el sol. El goce de la unión varón-hembra, también. No temas. No imagines antes, nunca, dolores o goces.
· Ahora, toma mi canoa. Pesca hasta que consigas algo hermoso. Luego, te bañarás prolijamente. Te ungirás con mi aceite de coco perfumado. Tomarás tu pesca y la irás a ofrecer a Maewa... Hazlo ahora o cuando quieras. Sabrás entonces que comienzas el largo camino de hacerte un hombre digno del clan.
Taema dirigió a su hijo una sonrisa con la que le pareció le enviaba todo su goce de estar viva y unida a todo cuanto la rodeaba. Ella se inclinó y volvió a acariciar las plantitas de taro como si fueran sus niños queridos.
Iriti, reconfortado, se alejó lentamente penetrando en el bosque tupido que rodeaba el campo de taro. Taema melodiosamente cantaba en un antiguo idioma que Iriti, aun no conocía. Pensaba él que ya era muy tarde diciéndose
Mañana, antes de amanecer la marea será muy buena y tendré suerte. De eso estaba seguro:
++++++
Cuando arponeó el inmenso atún Iriti no dudaba que sus santos antepasados se lo habían enviado. Inmediatamente izó su pequeña vela de estera y virando de bordo con viento de “afuera” la grácil canoa de batanga, obra maestra de su padre voló sobre las olas color turquesa. Lejos, delante de él distinguía las rompientes del estrecho pasaje hacía el tranquilo lagoon de su isla. Menos que nunca le inquietaba el peligroso pasaje convencido que ningún mala maniobra le haría el hazmerreír de los que retozaban en la laguna... Iba pensando las pequeñas modificaciones que haría cuando, en poco tiempo más, construyese su propia canoa, señal de su edad adulta...
+++++
Maewa se rió para sus adentros cuando escuchó el ligerísimo crujido de los pies descalzos de Iriti en la gravilla que rodeaba su elevada cabaña. Pensó que eran pasos inciertos y dudosos, pues caminaba con los dedos engarfados. Ella estaba de espaldas amasando el elástico puré de taro sobre el fuego en la plataforma de barro. Su choza estaba algo alejada de las otras era idéntica a todas las del poblado. Una plataforma elevada sobre gruesos bambúes con paredes de estera cuidadosamente tejida, que podían bajarse o enrollarse según convenía por el calor o la lluvia.

Efectivamente Iriti con el cuerpo brillante por el reciente tratamiento con el oloroso aceite de su madre, caminaba un tanto sobrecogido. Llevaba envuelto en grandes hojas de nalca su atún. Divisó, a la vuelta de la senda, la enorme espalda desnuda de la mujer iluminada por el sol de la tarde con su fastuoso y abigarrado tatuaje brillante por la transpiración. Este a diferencia de las otras mujeres del poblado cubría todo su cuerpo sin dejar un solo hueco libre, como comprobaría más tarde Iriti. Ella como mujer “sabia” tenía, como cualquier guerrero, el derecho de que cada uno de sus triunfos fueran gravados en su cuerpo que era una historia escrita y viviente.
A Iriti siempre le había maravillado Maewa por su corpulencia y sus tatuajes que no quitaban nada a la armonía de sus movimientos que competían con los de las más gráciles vahines en las danzas. Pensaba que no solamente era la mujer más grande del poblado, sino de todas las que había conocido en los otros poblados de la isla. Tan ágil que trepaba fácilmente a altísimos cocoteros. En el poblado se bromeaba que desde luego no podía hacerlo en cualquier árbol porque muchos se quebrarían con su peso.
En el mar, durante las fiestas ella sola podía dar vuelta a una canoa ceremonial y en las luchas festivas no se conocía hombre o mujer que la hubiese hecho jamás tocar la espalda en el piso. Se decía que años atrás, cuando ella era joven durante la invasión de los maories hizo frente a tres guerreros a quienes quebró el espinazo con su gran maza de madera.

A pesar de toda aquellas leyendas o mitos, nadie dudaba de su gentileza y su capacidad de escuchar pacientemente en el Consejo de los Ancianos, al que ella tenía derecho de asistir, los pleitos de la gente de la aldea
Maewa se incorporó al saludo de Iriti Recibió el voluminoso pescado de sus manos con una sonrisa de aprobación. Elogió su grandeza y anunció que lo comerían inmediatamente y para ello el muchacho calentaría el horno de piedras.
Estaban solos. El compañero de Maewa había marchado a visitar sus parientes en otra aldea. Eso es lo que ocurría siempre tan pronto como corría la voz que un jovencito, una vez más, debería ser iniciado en los ritos del amor.
Maewa habló e hizo hablar al atemorizado joven... Comieron satisfactoriamente. Luego treparon por el tronco entallado que servía como escalera hasta la plataforma y Maewa le entregó una estera nueva tejida por ella. Solamente le dijo:
Si tu miembro se hincha, ven junto a mi para que te haga feliz.
Iriti se encontraba lo suficientemente atemorizado para no sentir nada. Más aun, después de tantas noches, aquella durmió muy bien.
Con vergüenza se despertó cuando el sol ya había salido. Conocía perfectamente sus deberes de huésped adolescente, iguales para cualquier choza que le acogiese: reavivar el fuego, traer agua, enrollar las esteras-pared, preguntar que alimento debería aportar. Maewa ya había desaparecido. Quizá estaba nadando y mariscando en el lagoon, o bien en alguno de sus deberes de mujer-sabía...
El sol estaba ya alto, cuando llegó Maewa. Traía sobre su cabeza una enorme malla repleta de cocos. Con rápida mirada advirtió que Iriti ya había cumplido sus tareas. El le trajo diligente una esterilla para que se sentase a la sombra de la plataforma. Hábilmente partió un coco sin que se derramase una gota de líquido y se lo ofreció. Ella lo sorbió con deleite. Mientras tanto no quitaba la mirada de Iriti. Sorpresivamente dijo
· ¿Qué piensas de tu cuerpo Iriti?
El no supo que responder.
Es hermoso –dijo ella--. Todo él. Cada miembro tiene su función y es placentero cuando lo cuidamos y lo usamos bien.
Señalando los tensos genitales del muchacho.
· Esos y estos, señalando los suyos, son más hermosos, porque dan mucho placer y crean vida... Esa es la razón porque son sagrados. Lo más sagrado que hay en nuestro cuerpo. Un regalo de los dioses
· ¿Por eso están sujetos al tabú? –musitó el joven--...
· El tabú te enseña a no usarlos mal para ti, ni para los otros. Hay algunos que creen que son una lanza para castigar en vez de un regalo. Tratan de usarlos para someter a una hembra o a un varón. Eso es frecuente cuando llegan los maories y matan. Primero violentan con su miembro, luego con el cuchillo o la macana. Los que entre nosotros hacen lo mismo son expulsados de nuestro pueblo.
· ¿Cómo deben unirse los varones y las hembras para no quebrantar el tabú?
· Eso es lo que viniste a aprender conmigo. Saber entregar con tu miembro el goce para ti y para la vahine que te acepte. Para que tu regalo sea hermoso ella te entregará otro que aun no conoces.
· Yo desearía entregar ese regalo a mi madre y hermanas y, sin embargo, es tabú
· Si lo es. No sabría decirte el por qué. Solamente los más ancianos de los más ancianos, en incontables generaciones, nos trasmitieron que eso no era bueno para nuestro pueblo. Ellos nos enseñaron el tabú...Ellos eran muy sabios...Comprendieron que una mujer no debía nunca subir a una canoa con hombres. Si la canoa se pierde en el mar, todos los varones desearán a la hembra. Pelearán enloquecidos por la sed y el peligro. Se matarán unos a otros
Bien. Prepararemos la comida y esta noche vendrás a mi estera.
+++++
Iriti solamente se atrevió aproximarse a la estera de Maewa cuando esta le llamó.
De nuevo estaba atemorizado y su miembro flácido. Se sentía ridículo Se paró delante de ella... Maewa se incorporó y se sentó con las piernas cruzadas. Le pidió que el se sentase igualmente frente a ella. Solamente entonces puso sus grandes manos sobre las rodillas del muchacho.
· Muchos de los hombres de la aldea, tu lo sabes, han estado entre mis manos en su primera juventud para ser iniciados. Unos venían como gallos conquistadores como si supieran ya todo. Otros, como tú mismo, tímidos y asustados. A unos y otros, lo primero que les digo es: Miren las estrellas. Son los ojos de los dioses. Unos ojos muy hermosos. Nos están mirando porque estamos aprendiendo a ser humanos para procrear con alegría gozo y gratitud
Iriti sentía como las manos de Maewa se deslizaban sutilmente, poco a poco hacía su vientre y lo acariciaban agradablemente. Su miembro se endurecía lentamente sin aquellas eclosiones dolorosas y violentas de sus noches de insomnio Entonces ella colocándole una mano en la espalda, inició u suave cántico haciéndole tenderse de costado.Ella se tendió frente a él y aproximó suavemente su miembro erecto hacía su vagina.
· Sé muy bien que ansías lanzarte sobre mí, penetrarme, herirme, que yo te absorba y gozar de ese placer que has gozado en solitario. Hacer eso no es un don, sino un ataque Ni yo, ni cualquier vahine te lo aceptaríamos. Eso lo hacen los varones miserables que tratan de someter a la hembra como lo hacen los animales. Solamente lo podrías hacer con una niñita o con la mujer a la que los dioses han arrancado su mente. Para todos serías en adelante despreciable y si alguien te denunciase deberías tomar una canoa y huir para siempre de esta isla. A continuación ella le manipuló sabiamente y él se retorció fuera de ella en un placer que nunca había experimentado antes.
Ella, dejándole reposarse dijo:
Esto no ha sido un don. Solamente un alivio. Duerme tranquilo. Todo llegará. Aun debes aprender mucho
+++++
En los días siguientes todo fue sucediendo como en cualquiera pareja del poblado
Pescaba, recolectaban, charlaban y comían. Solamente que las conversaciones de Maewa no implicaban las futilidades ordinarias sino que por medio de cuentos y leyendas iba inculcando a Iriti multitud de instrucciones tradiciones y leyes del clan.
En las noches, apretadamente unidos le iba enseñando el don se si mismo a través del sexo. Ya le permitía entrar dentro de ella, pero aun no le manifestaba la potencia del don femenino.
Iriti iba aprendiendo que su excitación era secundaría, que su frenesí no era sino un deleite pasajero para él y desagradable para su pareja. La importancia del cortejo, de la caricia, de la preocupación por el placer de la hembra, era lo más importante para que su propio placer llegase una plenitud que la violencia de un momento opacaba.

Aquella noche, finalmente, ella le dijo:
· Ahora, si, me sabes preparar. Has comprendido que no basta que me desees, tienes que conseguir que yo te desee. Tienes que conseguir que la vahine te apetezca. Aun lo haces torpemente, pero estás aprendiendo. Cuando ella enloquezca por ti ya no hay tabú.
Entonces Maewa, por primera vez, se tendió de espaldas:
· Ven sobre mi ¡te deseo!
· Iriti se encaramó sobre la mujerona y se sintió perdido en aquella carne firme, abrazando aquellos pechos duros como piedras. Ella con sus manos expertas le condujo hasta la puerta que debía franquear. Iriti aterrado se fue deslizando en aquella caverna que creía inmensa, pero que le resultó dura y angosta. En ningún momento la atacó, ni pugnó, sino que aceptó irse deslizando en ella como volviendo al seno materno envuelto en un placer inconcebible. Cuando creyó que había llegado al ápice, se sintió absorbido, apretado, dislocado en un placer infinito. Ella realizando su propio placer le llevó a cumbres repetidas e ignoradas, hasta entonces por Iriti... Antes de dormirse exhausto la escuchó decirle.
· ¿Comprendes ahora como una mujer también sabe entregar su don?

Al día siguiente, ella le dijo que debían hablar sobre todo lo ocurrido aquella noche. Ambos se sentaron uno frente al otro un poco solemnes. Afuera lloviznaba mansamente.
¿Te gustó mi don? –preguntó ella.
Iriti bajó su cara un poco avergonzado.
A mi me gustó tu don. Fue pequeño, pero hermoso. Algo que tienes que aprender es que no siempre los dones que damos y recibimos son hermosos. Al menos tan hermosos como lo desearíamos. Hay que esforzarse pensando en la alegría y placer del otro. Cuanto más deseo tengas de dar placer, más placer recibirás. Debes estar pensando que has aprendido todo. No, Iriti. Existe muchas formas de unirse y darse placer uno a otro. Algunas te las enseñaré. Otras las aprenderás de otros. Muchas las podrás inventar con tu compañera. Hasta que una vahine te acepte, podrás venir a mi cuando lo desees.
Maewa, ¿por qué habiéndote relacionado con tantos varones, tienes solamente dos hijos de tu compañero?
¿Cómo sabes que son hijos de mi compañero? En nuestro pueblo los hijos son únicamente de la madre. Te lo diré si te preocupa. No habrá hijos tuyos. Soy la iniciadora en el amor, no la procreadora del clan. Conocemos las mujeres hierbas y secretos que permiten no tener sino los hijos que quieren parir y pueden alimentar.
¿Quién inicia a las vahines? ¿El chamán?
No. Las inician sus madres vosotros las acabáis de iniciar. Así madurarán y elegirán el compañero con el que tendrán hijos.
¿Por qué tienes el cuerpo con más tatuajes que ninguna de las mujeres?
Tú conoces las vestiduras de tapa que revestimos únicamente en las solemnidades. En sus dibujos están las memorias de nuestro clan. La tapa es frágil. Mi cuerpo, así como el de los ancianos, son los recordatorios vivos de nuestro pueblo. Ahí puedes leer la invasión de los maories, la ballena que varó hace muchas lunas.. En un rincón podrás leer, cuando el tatuador lo grave, los días que te enseñé a hacer feliz a las vahines. ¡Eres curioso, Iriti!!Me has preguntado cosas que nunca otros lo habían hecho! Pronto, te enviaré a las manos de los ancianos y aprenderás mucho más.
Temo el dolor, Maewa.
No debes temer, Iriti. Los sucesos son agradables o desagradables, pero menos terribles que los pinta tu imaginación. Así es la vida. Los momentos más placenteros son tan fugaces como el placer de tu cuerpo, pero también lo son los penosos. Así se aprende la serenidad. Acepta las cosas como van sucediendo. Como el pez o tu cuerpo se adapta a las olas. Querer hacer eterno el placer es una desmesura que castigan los dioses.
Mientras te estén tatuando sentirás el dolor de los dientes de la quijada del pez que se entierran en tu carne creando dibujos que explicarán a aquellos que no te conozcan, el pueblo al que perteneces, tu tribu y tu clan. Tus hazañas personales. Hermosas vahines te consolarán durante el tatuaje y te acompañarán hasta que tu cuerpo cierre sus heridas. Será la única vez porque te consideran aun niño. Más tarde, gozoso, aceptarás el burilado de tu cuerpo después de una gran hazaña.
Más tarde, durante lunas tallarás tu piragua con paciencia infinita. Recogerás en ella la experiencia de tu padre y de muchas generaciones, hasta que estés orgulloso de ella y todo el clan la apruebe como hermosa. Mientras tanto aprenderás los cantos que celebran las victorias y derrotas contra nuestros enemigos. Lucharás con varones que siempre supusiste amigos y que se presentarán ante ti como enemigos astutos y sin misericordia...
Finalmente, elegido por tu compañera, construirás la choza y demostrarás a todos que eres capaz de alimentar a tus hijos. Un día, finalmente, la aldea organizará un festín y te declarará adulto dándote un nombre nuevo

Entonces pasarás a ser un grano de arena e las incontables generaciones de nuestro pueblo


 

posted by alruzla

 


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