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Tantra: LAS TRES CLAVES DEL TANTRA
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Thenard  (Mensaje original) Enviado: 20/05/2010 22:48
LAS TRES CLAVES DEL TANTRA  
 
Acercarse al Tantra supone viajar a través de una manifestación muy especial del arte, la religión y la visión hindú de la vida. Pero también significa un acercamiento al gran misterio que albergamos en nuestro interior. «El Tantra desciende del Origen hasta hacerse comprensible, pero también puede ascender desde el mundo creado al «fin último».
 


 

«Naga-bandha»: la imágen representa simbólicamente la energía psíquica en forma de serpiente. (Pintura a la tinta sobre papel, Rajastán siglo XVIII)

La mayoría de los occidentales que actualmente practican el hatha-yoga esperan un alivio o un aumento de la vitalidad. Estas son ambiciones nada desdeñables, pero algo modestas con respecto a las ventajas que, según el espíritu de sus fundadores, esta disciplina puede llegar a aportar. Es cierto que para cosechar todos los frutos del hatha-yoga, no es una hora a la semana ni incluso una hora al día lo que hay que dedicarle, sino mucho más, en cierto modo, la totalidad de nuestro tiempo y lo mejor de nosotros mismos. También resulta prácticamente imposible encontrar a un verdadero hatha-yogui en nuestros países. Incluso en la India, este tipo de hombre, resulta cada vez más difícil de hallar. ¿Acaso no hay un exceso de audacia o algo de ingenuidad en proclamarse «profesor de Yoga» y reagrupar después a estos profesores en ésta o aquella «federación» o en ésta o aquella «escuela» en la que se impartirán unas enseñanzas ciertamente útiles y adaptadas a las necesidades de la sociedad moderna, pero de lo más alejadas del espíritu de los antiguos yoguis? Aunque sin agresividad y sin polémicas, esta es una realidad que debemos recordar, al menos para ahorrarles algunas desilusiones a los alumnos. Existen dos formas principales de concebir el hatha-yoga. Una, le concibe como una mera o simple preparación para abordar posteriormente el raja-yoga (una fase previa preparatoria), es decir, para adentrarse en las técnicas de meditación y, la otra, mucho más acorde con el punto de vista tántrico, digamos, le concibe como una vía específica completa y bastándose a sí misma. En el primer caso, el trabajo corporal se basará sobre todo en perfeccionar una postura sentada, una sana «estable y agradable» que el estudiante podrá conservar durante sus largas concentraciones y, en cuanto a la práctica de la respiración, ésta se reducirá a una regularización con objeto de que la respiración no se convierta en un obstáculo para el que está meditando. El segundo caso, el de los adeptos tántricos, es algo muy distinto. Vamos a dejar pues, a un lado las innumerables posturas acrobáticas que suelen llenar los manuales modernos, ya que nos encubrirían otros misterios mucho más profundos. Pero, un hatha-yogui auténtico es un hombre que, esencialmente, sabe dominar tres energías: su pensamiento, su respiración y su semen; en sánscrito, manas, prna y vîrya. Además, para él, estos tres son interactivos y prácticamente indisociables. El control de manas conlleva la sumisión de prna y de vîrya.. Y además, si se logra controlar el impulso sexual, lo cual no implica en absoluto una ausencia de placer, sino una transmutación a un plano más sutil, también se puede llegar a vencer la doble agitación del pensamiento y de la respiración. Ahondemos pues, en cada una de estas tres nociones y veamos de qué forma pueden llegar a interconectarse.

El triángulo superior simboliza la esencia masculina y el inferior la esencia femenina. Su unión se representa como un círculo con el punto fundamental, el bíndu.

MANAS

No es ninguna casualidad que en tantas lenguas, una misma raíz man o men haya servido para formar numerosas palabras que designan a la vez lo «mental» y al hombre en sí mismo (y también la Luna (Moon en inglés), astro que refleja la luz del Sol). El mental oel pensamiento en modo discursivo y formal, es en efecto lo que constituye al hombre como tal, lo que, por un lado lo distingue de los animales y, por otro, de los dioses (un cristiano quizás diría de los ángeles....), los primeros, los animales funcionan de un modo sensitivo e instintivo, los segundos de un modo intuitivo, en el sentido informal y "supraindividual" del término. Entonces en cuanto al hombre, se trata de un ser definido esencialmente por manas. Y aunque la razón sea una facultad importante, no es la única de este mental humano que abarca también la inteligencia, la imaginación, la memoria y la volición (voluntad), así como un fondo mucho más oscuro de tendencias pasionales, de diversas atracciones y repugnancias, de deseos inconfesables y de sentimientos rechazados. Vemos lo amplia que puede ser la noción de manas, puesto que no sólo se limita a la conciencia individual, sino que abarca todo lo que la psicología y el psicoanálisis llaman «subconsciente» o «inconsciente». Además, en el concepto hindú, mana es un «sentido interno» (lo que los escolásticos llamaban sen-sorium commune «sentido común» encargado de examinar los mensajes facilitados por los cinco sentidos externos y de transmitir sus órdenes a los órganos motores. En el momento de la muerte, todas las facultades de sensación y de acción se reabsorben en el manas. Este se retira en el prna o «soplo animador», el cual a su vez se retira en el jîvtma o «alma viviente», principio central de la individualidad humana, entendida en su sentido integral y que incluye todas las extensiones sutiles (o «parapsicológicas») del ser. Observemos además que la misma reabsorción del «sentido interno» se produce también, pero con el regreso a la vida, en el sueño profundo y en el samdhi, el éxtasis del yogui. En estos dos estados, uno acompañado de torpeza y el otro de conocimiento, cesa cualquier manifestación exterior de la conciencia individual, aunque pueda subsistir una especie de conciencia orgánica, una vaga sensibi­lidad corporal aparente, análoga a esos síntomas de dolor que podemos observar incluso en alguien que está siendo operado bajo anestesia completa. Pero la conciencia del durmiente, al igual que la del hombre en profunda contemplación, es transferida a un estado supraindividual y, por tanto, supra-mental.

De acuerdo con estas aproximaciones  a una definición, parece obvio concluir que el pensamiento formal en ningún caso podría representar un instrumento adecuado para sobrepasar la condición humana y acceder al conocimiento trascendental. El mental es «algo que debe ser superado»  como expresa Nietzche (o trascendido, para expresarlo mejor), no sólo porque, generalmente, suele ser inestable, fluctuante e incierto, sino sobre todo porque nos mantiene en una esfera individual, nos conduce siempre a la conciencia particularista del ego y tan sólo puede funcionar oponiéndose y dividiendo (sólo puede ser dual). El pensamiento es siempre «pensamiento de algo». Mantiene siempre la perpetua ficción de un «sujeto» que percibe un «objeto» o de un «yo» que se opone a «otro». Sus pretendidas síntesis son siempre provisionales y relativas. Su misma necesidad de seguridad le empuja a obcecarse en sistemas e ideologías que no harán más que reforzar la intolerancia casi fatal del ego. Por ello toda ascesis yóguica pasa primero por una reducción de la actividad mental, una especie de «neutralización» con el fin de abrir la conciencia hacia a una visión menos fragmentaria y menos egocéntrica de las cosas. Lo que caracteriza al hathayoga en su modalidad tántrica es la fina observación que ha hecho entre el dinamismo psíquico, por un lado, y el dinamismo «neumtico», por otro.


 

El Yoni, símbolo de la feminidad y atributo de la diosa Shakti. (Gouache sobre papel, Rajastán, s. XVIII)

(Continuación de MANAS)

Con una minuciosidad que incluso puede llegar a hacernos sonreír, los antiguos yoguis constataron las diversas formas en las que nuestro estado mental, nuestras emociones y nuestras acciones pueden llegar a afectar nuestro ritmo respiratorio y a modificar notablemente la distancia alcanzada por nuestra respiración en el momento de la expiración. El angul o anchura del dedo les servía de medida. He aquí, por ejemplo, una tabla bastante clásica:
 

Estado normal                     0 anguls

Durante una emoción         12 anguls

Cantando                           16 anguls

Comiendo                          20 anguls

Andando                           24 anguls

Durmiendo                        30 anguls

Durante el acto sexual         36 anguls

 

Durante un esfuerzo físico  36 anguls

 

Estos mismos yoguis también habían observado que el estado de meditación siempre iba acompañado por una respiración muy suave y muy lenta, que podía llegar a hacerse imperceptible o incluso cesar totalmente durante el sa-mdhi. A pesar de esto, no debemos imaginar que lo que intentaban era obtener unos estados espirituales por medios mecánicos, respiratorios o de otro tipo. Esto sólo ha podido producirse en algunas desviaciones «mágicas» a las cuales haríamos mal otorgando demasiada importancia. Lo que estos maestros habían alcanzado a comprender de una vez por todas era la total vanidad de intentar dividir la Realidad, como hacemos a menudo, en «espíritu» y en «materia». Esta última siempre nos conduce a la primera, y viceversa. Así es como yoguis que aparentemente han consagrado todas sus vidas a perfeccionar sus cuerpos pueden, sin embargo ser venerados como grandes «espiritualistas», mientras que otros que parecen haberse limitado a seguir una ascesis puramente interior, con un recurso mínimo a los sanas y los prnyamas conocen a fondo, sin embargo, todos los secretos del organismo humano y de la «Naturaleza».

A esta altura de este estudio, resulta fácil comprender cómo un estado mental descansado, sin mencionar siquiera la serenidad, conlleva automáticamente una respiración tranquila y armónica: cualquiera puede comprobarlo a su nivel. Más problemática parecerá, cuando se a abordada la conexión establecida entre el dominio del pensamiento y de la sexualidad. Cuando analicemos la noción de vîrya, volveremos a ello más detenidamente. Pero, ya a partir de ahora, debemos comprender que el yogui tántrico, a diferencia del raja-yogui no rechaza el deseo sexual, ya que, técnicamente, lo necesita para sus operaciones iniciáticas. Pero de este deseo no conserva más que su substrato energético puro, liberándolo de todo elemento mental, afectivo o emocional que le haya sido  impuesto inúltilmente (por la educación, la cultura, la moral...).

Este decantamiento le permite acceder a una dimensión supraindividual y casi podríamos decir «arquetípica» de la sexualidad. No hay nada menos intelectualizado que el erotismo tántrico. No es por medio de un razonamiento ni de una autosugestión artificial como en el maithuna (la unión ritual) la pareja deja de ser hombre y mujer para convertirse en «dios» y en «diosa». Precisamente es por haber renunciado a su manas por lo que pueden abordar la experiencia sexual con la mente vacía, desembarazada de deseos egoístas y de vana sentimentalidad. También es debido a que el cuerpo con el que se realiza esta unión ha sido «transfigurado», consagrado por algunos ritos e impregnado de prna, lo que nos lleva al segundo de los temas de este artículo.


Diagrama que muestra los sonidos seminales con que se controla el fluir de las fuerzas en las venas sutiles. Detalle de una página de manuscrito de Nepal, siglo XVIII. Tinta sobre papel, 6x25 cm

PRNA

Si la noción de manas incluyó toda la actividad psíquica del hombre tanto consciente como inconsciente, el concepto de prna no es menos rico y no sólo abarca la función respiratoria, sino también todaslas demás funciones vitales. En sánscrito, a éstas se les llama vyus, literalmente, «vientos». Existen cinco váyus principales y que, en resumen, corresponden a la absorción del aire y de los alimentos, a la eliminación de los deshechos, a la digestión, a la circulación sanguínea y a la expresión vocal, así como un cierto número de vyus secundarios que gobiernan fenómenos tan distintos como el estornudo, la tos, el hipo, el bostezo, el erupto, el parpadeo, los picores, etc. Debemos comprender que el yogui debe adquirir la conciencia y más tarde el dominio, y no sólo de la respiración, de este conjunto funcional. Sin embargo, la respiración ocupa un lugar privilegiado porque es la única función vital importante que, ya desde un principio, el estudiante puede llegar a dirigir y modificar a voluntad, al menos hasta un cierto punto. Además, ésta nos da acceso directo a nuestro cuerpo sutil, sobre el que debemos recordar algunas nociones, fácilmente olvidadas.

El cuerpo sutil, a menudo asimilado a un vehículo de fuego, no es ni un «doble» ni un «molde» del cuerpo físico, como podemos leer a veces en muchas obras ocultistas. Si escapa a la condición espacial, no puede escapar del todo al tiempo: tiene su propia «duración», creando el vínculo entre los diferentes estados de manifestación individual del ser (simbólicamente entre las «vidas sucesivas»). Es el que «transmigra», llevándose con él después de cada «muerte», es decir, después de cada final de ciclo de existencia, los residuos, las huellas y los reflejos de las experiencias anteriores contenidos en los manas, que ya hemos estudiado. Y su disolución definitiva indica que el ser, si todavía no está liberado de toda posibilidad de manifestación, al menos ha conseguido librarse de la corriente de las «formas» y de la necesidad de un «regreso» al plano individual.

El cuerpo sutil es recorrido, irrigado y vivificado por los ndis, flujos de energía, conductos luminosos o canales que, por una parte, se pueden comparar o identificar con los «meridianos» de la acupuntura china y, según otro punto de vista, con las ramificaciones del sistema nervioso. Este es un tema de lo más rico y atrayente, aunque desgraciadamente deformado por la fantasía de algunos autores.

Al orificio nasal izquierdo se le llama «lunar», femenino, negativo, yin en términos chinos, es refrescante y «mental»; y, en líneas generales, corresponde al sistema parasimpático. El orificio nasal derecho es «solar», masculino, positivo, yang y cálido y corresponde al sistema simpático. Cuando la circulación del aire predomina en el orificio nasal izquierdo, la persona más bien se siente propensa a reflexionar, a interiorizarse y a concentrarse, pero cuando predomina en el orificio nasal derecho es porque le ha llegado el momento de actuar. Una vez aclarado esto, hay que decir que esta polaridad va alternando de un orificio nasal a otro aproximadamente todas las horas, excepto en algunas personas que casi siempre tienen el mismo orificio obstruido, lo que puede conllevar trastornos bastante graves o, al menos, servirle de diagnóstico a algún terapeuta. Lo ideal, si lo que se pretende es un simple equilibrio psicosomático sin ninguna referencia particular al yoga, sería mantener una justa armonía entre los dos polos con el fin de no ser ni demasiado introvertido ni demasiado extravertido. La energía positiva debería predominar durante doce horas y la energía negativa durante otras doce.

Mediante una serie de ejercicios precisos y codificados, de los que a este nivel no se debería de exagerar los peligros, el aprendiz de yogui se esfuerza por igualar el flujo del aire en sus dos orificios, lo que hace que se le empiece a abrir el ndi central o «vía del medio» y que, en el plano fisiológico, corresponde parcialmente a la médula espinal. Pero esto no es suficiente. Prnyma significa «control de la respiración» pero, sobre todo, extensión, expansión de la respiración, que llega a conseguir inspiraciones y expiraciones muy lentas, distintamente ritmadas según los objetivos que se persigan. Los verdaderos beneficios de esta disciplina tan sólo se manifiestan cuando somos capaces de mantener la respiración durante algunosminutos, lo cual requiere evidentemente pulmones y un corazón muy fuertey salvo raras excepciones, la vigilancia de un instructor cualificado. Entonces es cuando el mental es capturado, inmovilizado y reabsorbido. Si la experiencia es bastante intensa, puede llegar a ocurrir que la conciencia «se tambalee» hacia otra dimensión no objetiva supra-individual. Pero si no se trata más que de una simple «habilidad manual», el practicante, tras un período de exaltación o de euforia más o menos prolongado, volverá a caer, a veces con un profundo sentimiento de nostalgia, en el mundo ordinario de la dualidad prnyma sólo puede «reavivar el fuego» y hacer explotar la «fortaleza» del ego si el terreno ha sido minado, un profundo trabajo discriminatorio, un heroico esfuerzo del intelecto para reconocer sus propios límites y su congénita impotencia. También aquí podemos darnos cuenta que si prna da a dominar a manas, en realidad, su cooperación resulta indispensable para poder llegar a una auténtica integración. El gran peligro del prnyama, si no va acompañado por un agudo, discernimiento del espíritu, es que podría atraer al neófito al mundo de los poderes o al de la magia. Provoca la sensación embriagadora de poder comunicar con la fuente misma de la vida y ningún gurú, digno de este nombre, jamás debería prestarse a enseñar los últimos arcanos a un ser insuficientemente lúcido y purificado.

 Si la retención prolongada de la respiración tiene como resultado el de anular la actividad mental y por tanto poner en funcionamiento la conciencia del ego, también es una de las técnicas utilizada en el maithuna por los tántricos con el fin de impedir la expulsión del esperma. Ello nos conduce a la tercera parte de nuestro estudio: vîrya.

 
Por encima del mundo y de la esfera terrestre, la energía cósmica pasa entre el planetario y los chakras astrológicos, torres del reino de la Experiencia Pura, los chakras de unión y felicidad.
 
 
 Manas, prna, vîrya: Vemos que estas tres energías no forman más que una, que son los tres aspectos de una sola Energía, aquella a la que los yoguis llaman Shakti, la Diosa. ¿Hay que desconfiar de esta última? Sí, seguramente, y toda la iconografía tántrica nos recuerda la naturaleza aterradora de este Poder en el que, incluso algunos sabios, han preferido no ver más que una peligrosa ilusión: es Durga de pie sobre su león, Kli, con su collar de cabezas humanas, pisoteando los restos del mundo. Aquel que desease poseer a la Diosa sin antes haberla adorado, haberla servido humildemente y ofrecido la totalidad de su aliento, de sus pensamientos y de sus deseos, sería un loco. Aunque esta vía de esfuerzo no resulte tan hermosa, finalmente, lo esencial, depende de la gracia.


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