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Re£ÂTØ$ ËrØTÏ¢Ø$: EN EL PARKE
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De: \קяîи¢є§îtα x  (Mensaje original) Enviado: 18/01/2011 04:20

Nuestra vida sexual cambió hará unos cuatro años. Sofía, mi esposa, siempre había sido una mujer ardiente que me había dado mucho placer en la cama. Nuestras relaciones eran más que buenas, gozábamos el uno del otro, jugábamos, no nos poníamos límites en nuestra casa. Practicábamos sexo de manera desenfada, sin complejos. Solíamos susurrarnos fantasías al oído mientras hacíamos el amor y eso nos excitaba aún más. A menudo esas fantasías incluían a terceras, cuartas personas… me excitaba cuando me explicaba lo a gusto que se comería un coño mientras la penetraba, como le gustaría comerse mi verga acompañada de otra lengua, como abriría sus piernas para que pudiera contemplar como la lamían…

Nunca habíamos descartado llevar a la práctica alguna de estas fantasías, aunque ambos estábamos de acuerdo que eso necesitaba su momento y, la verdad, nunca discutimos si ese momento había llegado. Solamente nos poníamos un límite: nada de penetraciones con terceros. Llegado el caso ellos serían, simplemente, manos, lenguas, pollas o coños a nuestra disposición. Sin más.

Pues bien, como les decía hará cosa de cuatro años nuestra vida sexual sufrió un cambio sustancial. Fruto de eso, entre otras, disfruté mientras cuatro manos sobaban a mi esposa, tal como les conté en mi primer relato, o cometí mi única infidelidad, tal como les expliqué en mi segunda narración.

En fin, hace cuatro veranos Sofía y yo tomamos por costumbre pasear hasta un parque a unos dos quilometros de casa. Al atardecer, el calor sofocante del día daba paso a una leve y muy agradable brisa. Al estar alejado del centro de nuestra pequeña ciudad, a esa hora no solía haber casi nadie y cuando el encargado, a las once, cerraba la última puerta que daba acceso al parque nosotros solíamos ser los últimos, incluso alguna vez tuvimos que correr detrás del tipo para no quedarnos encerrado. Afortunadamente él conocía a mi mujer del instituto y siempre se lo tomaba con calma.

En el parque había un pequeño mirador en el que Sofía y yo nos deleitábamos con los atardeceres y con las primeras luces de la ciudad brillando en la oscuridad. Y en ese momento sabíamos que debíamos apresarnos para salir del parque. Una hora antes solíamos sentarnos en uno de los bancos de madera y charlábamos, de cualquier cosa, y a menudo de las pocas personas que a esa hora transitaban los caminos. Básicamente gente corriendo. A veces bromeábamos, a veces simplemente comentábamos su aspecto, su complexión…

En especial había una chica que pasaba normalmente a esa hora a la que ya esperábamos. Morena, más bien baja, musculada. Sin duda tenía un cuerpo atlético. Siempre iba con una camiseta muy ajustada que defenía unos pechos no muy grandes, redondos, sugerentes. Quizás lo más llamativo eran sus labios carnosos. Y claro, dado que al pasar delante nuestro debía llevar ya un buen rato corriendo su respiración era acelerada y tenía la boca entreabierta de tal forma que, para alguien con ganas de imaginar como nosotros, era fácil imaginarla en otras situaciones. Eso sí, al pasar ante nosotros no ahorraba el esfuerzo en saludarnos e intentar esbozar una sonrisa a pesar del cansancio.

La primera vez que la vimos, ni Sofía ni yo dijimos nada. La segunda, Sofía simplemente comentó que "le parecía atractiva". Al tercer día, por la noche, mientras penetraba a mi mujer le propuse que imaginara que compartíamos cama con una chica morena con tetas duras y redondas y labios carnosos. Al instante noté como se excitaba y se corría como una loca.

Los días siguientes seguimos yendo al parque. Seguimos esperando a la chica y cada vez que pasaba mi mujer comentaba algo al respeto, hasta que un día, al verla de lejos, posó mi manos por encima el pantalón y agarró mi sexo empezando a menearlo. No se detuvo al pasar ella, al contrario, sus gestos se hicieron más evidentes para que no pasaran desapercibidos. Ella sonrió y ese día no nos saludó, simplemente clavó sus ojos en la mano que mi mujer utilizaba para mostrarle mi más que prominente bulto. Y ella, simplemente, sonrió el compás de su respiración acelerada.

Mi mujer dejó de sobarme y al cabo de unos veinte minutos, como cada tarde ese verano, nos fuimos al mirador a ver como atardecía. Cuando el sol empezaba a esconderse definitivamente detrás de la colina, Sofía se puso a mi espalda y empezo a acariciarme el cuello, la espalda, pasó sus manos por mi cintura y desabrochó el botón de mi pantalón. Era verano, así que no le fue dificil, las bermudas cayeron hasta el nivel de mis tobillos. Una de sus manos se entretuvo a dibujar mi sexo a través de la tela del boxer, mientras la otra mano acariciaba uno de mis pezones. Cuando Sofía notó que mi sexo estaba erecto totalmente lo liberó y noté como el peso lo hacía caer hasta que, de nuevo, la mano de ella lo agarraba y empezaba a deleiterme con su ritmo lento pero cadencioso.

- Me gusta tu polla. Me gusta tocarla – me susurró – me la comería ahora mismo.

- Pues házlo, cariño – le dije.

- Es que, ¿sabes? he pensado que es una lástima que solo la pueda disfrutar yo…. Hoy vas a cumplir una de mis fantasías, ¿verdad?

Supongo que no hace falta que les diga que le contesté. Me puse a cien, que digo a cien, a mil. Mi corazón incrementó sus latidos y noté la sangre correr por mi polla. Mi cerebro, como no, se disparó.

- Solo una condición. Cierra los ojos. Quiero que disfrutes, pero no estoy segura de querer que tú lo veas – me dijo Sofía sin dejar de acariciar rítmicamente mi polla – ¿Hecho?

Por supuesto!

Noté como Sofía, sin liberar mi verga, se colocaba delante de mí. Para ese momento yo ya había cerrado los ojos y, de pie como estaba, apoyé mis manos en la baranda de madera. Noté la humedad de la boca de Sofía como atrapaba mi glande, como jugaba con él un momento, un solo instante antes de cubrir cada centímetro de mi verga con su saliva. Su lengua recorrió cada pedacito de piel de mi pene durante un par de minutos antes que mi mente volviera a pensar en lo que me había dicho. En ese justo instante noté dos manos que separaban, por detrás, mis piernas y en menos de un segundo una segunda lengua empapaba mis testiculos. Me estremí, instintivamente arqueé más mis piernas dejando entreabierta la raja de mi culo.

Entonces imaginé las dos lenguas tocándose, una recorriendo mi pene desde arriba hasta abajo y la otra viniendo de la parte trasera de mis testículos hasta la parte delante. Ahí veía ambas lenguas chocar primero, torpemente, y entrelazarse después con gusto. A esas alturas no tenía ninguna duda que la segunda lengua pertenecía a la chica del parque, que sus labios carnosos rozaban mi piel mientras los pezones de sus redondos pechos estaban duros por la excitación. Imaginaba a mi mujer, cachonda, mirándola a ella mientras recorría mi sexo.

Al cabo de un rato ambas lenguas pararon. Mi mujer se levantó y noté que se intercambiaban las posiciones. Mi mujer apretó su torso contra mi espalda. Noté sus senos calientes, sin sujetador que los apretara, cuando se acercó a mi oido.

- ¿Te gusta cariño?

- Sí – le dije.

- ¿Sabes? Me apetece ver como te masturba, ¿te importa?

- No, cariño – dije.

Al momento mi polla era presa de una mano moviéndose rápido, con energía. Mi mujer se había separado de mi, supongo que para no perderse detalle. Me hubiera gustado verla. Estoy seguro que repasaba toda la escena, desde los labios de la chica, bajando por su cuello, sus tetas, su vientre, su brazo, hasta llegar a la mano que me hacía gozar. ¿Y la chica? ¿Qué estaría mirando ella? Sin duda, pensé, las tetas de Sofía, grandes, sexys…

- Cariño, ¿te gusta? – me dijo.

- Claro que me gusta, mucho.

- Es que… me da un poco de cosa decirtelo pero… ¿te importa si me acaricia las tetas?

- No, no me importa. – contesté.

- Y… ¿si me las lame mientras te masturba? ¿te enfadarías?

- Claro que no.

- Es que, no sé, me apetece muchísimo – dijo Sofía, casi disculpándose.

- No pasa nada amor. Házlo.

- De acuerdo, pero no abras los ojos, por favor – me dijo.

- Vale.

En pocos segundos empecé a oir los gemidos casi apagados de Sofía. Increible, una tia la tocxaba mientras me masturbaba… eso era algo con lo que habíamos fantaseado tanto. Imagine, la lengua de la chica abriéndose paso entre sus labios, posándose en los pezones de Sofía y moviéndose en pequeños circulitos. Sofía, ojos cerrados y cabeza para atrás, su cabello rubio cayendo por los hombros, su vagina totalmente mojada. Mi excitación ya era fuero de lo común y no sabía si podría aguantar mucho más.

- Así, así, lame, pero no pares de masturbarle – oí que Sofía le susurraba a ella – joder, cuanto placer, tócame con la mano que tienes libre – le dijo en voz baja, casi imperceptibe.

Vaya, la cosa se animaba. Por supuesto me pareció lógico que se lo pidiera dado que debía estar muy caliente. Yo estaba recibiendo una masturbación en toda regla, así que ¿por qué Sofía no podía gozar igualmente?

En pocos segundos sus jadeos se intensificaron.

- Cariño – dijo Sofía con la voz entrecortada – es que…

- Lo sé, te está tocando – contesté – disfruta cariño, disfruta.

- Sí, gracias, gracias amor - respondió, y, algo más bajo oí que le susurraba – espera que me abro más, así me puedo tocar el culo mientras me metes los dedos.

Así, entremezclando jadeos estuvimos dos, tres minutos. La mano, de pronto, paró de moverse, noté como había cierto movimiento, no mucho, lo justo para detenerse unos pocos segundos. Y al cabo de éstos, la sensación de una boca distinta a la de Sofía que engullía mi sexo caliente me sobresaltó. Una lengua vigorosa lamía avidamente mi pene erecto como pocas veces. Estaba muy cachondo, me faltaba muy poco para correrme. Esa mamada me estaba dejando sin fuerzas…

- Gracias por cumplir mi fantasía, cariño – me dijo al oído Sofía - ¿sabes? Puedes correrte en su boca, no hay problema.

Eso me excitó aún más.

- Solo una cosa más: me apetece lamer. Quizás quieras verlo… - me dijo – me apetece que lo veas. Cuenta a diez y abre los ojos.

Conté: diez, nueve, ocho, …., uno y cero. Abrí los ojos.

Mi mujer tenía agarrada en su mano derecha una polla que introducía y sacaba de su boca rítmicamente. Giré la cabeza y vi que quien me estaba haciendo una mamada de ensueño era él, el encargado del parque.

Bueno, esa era la fantasía que Sofía quería cumplir. Deseaba ver como un tio me la comía. Cerré los ojos.

- Me encanta amor, me encanta ver como te la está comiendo – dijo Sofía.

Y me corrí. Sentí como mi polla explotaba dentro de su boca, noté como sus manos agarraban mis nalgas y estrellaban mi vientre en su cara para que no se escapara ninguna gota de mi semen. Y me encantó.



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