Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

.мαяισlleттe eмpιяe.
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 
 
  Herramientas
 
♦ 「 cαяdιиαl del ғυeԍσ 」: .oo1 } вσleяσ de lαs ρsycнé
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Lyricalia  (Mensaje original) Enviado: 13/01/2011 05:47
  

Bolero de las Psyché
{ L e y e n d a }

image_papiro.png
I.

          El Reino de Krónos su nación invadió. El gran Imperio Mariollette ante sus grandes y brillantes ojos cayó. Sin piedad su gente fue destruida,
corroída y aplastada. Sus pasos detuvo, y observó el colorido suelo vestido de seda y adornado con los cuerpos quebrados de aquellos con los que
alguna vez convivió.
           Estaban muertos.

Su pálido rostro no mostró seña alguna de lo que sintió en aquel momento, viva imagen de un fuerte guerrero—más por dentro su alma estupefacta
se halló, y poco a poco pudo sentir como una resolución definitiva en ella nació: Krónos caerá, y con ello, su gente salvará.
 
“Caeréis, Krónos. Escuchad mis palabras, ¡caeréis!” Gritó sin mover sus labios.
 
          Miró hacia lo más alto de la montaña, corazón del Imperio Mariollette. Alzado se encontraba el trono de su creadora y, firme en su decisión,
emprendió camino dando la espalda a todas aquellas marionetas que serán olvidadas. Con los ojos, parecían decirle que en ella confiaban, que el
futuro dependía de ella, que, por Gaia, Shinju, ¡poseéis el poder!
 
 
Y ella así también lo creyó. Lo sentía en su cáscara de porcelana, en sus articulaciones atornilladas, en cada hilo que en títere la transformaban. 
 
 
Cuando fue creada y sus ojos abrió, el arpa de cristal le había cantado. Había sido este tocado por las psyché: ella era diferente, ella era diferente.
 
 
 
 
Escuchadme, marioneta,
por sois especial.
Ouranos vuestros hilos sostiene,
mas no así vuestra bondad.
Decidme, ¿qué camino escogeréis?
¿Poder, o libertad?
Sufriréis.
¿Tú, o los demás?
 
 
II.

          Frente a las puertas del palacio altivamente se posó. El viento su pañuelo finamente tejido movía, mientras a paso firme y apresurado
entraba al ostentoso y sagrado lugar.
 
“¡Diosa Gaia!” llamó de manera suave y urgente a la vez.”Querida—“

“Sé a qué habéis venido, mi dulce Shinju.”

Sus ojos brillaron con la luz que atravesaba los vitrales del lugar, quienes, centrándose, caían sobre la enorme figura –metros y metros-  frente
a ella: mitad mariposa, mitad muñeca, cubierta de oro, plata, flores y esencias. Ella no poseía hilos, ella no estaba atada por hilos. La más bella
entre las bellas, decidió Shinju.

“Necesito vuestra ayuda, Diosa. Krónos nuestro Imperio Mariollette ha invadido. He de derrotar a su Rey. ¡Todo lo detruyen! ¡A mi gente acaban!”

“¿Debe ello importarme? Vosotros sois libres, para ello os he creado.” Dijo indiferente la mujer frente a ella.

“¡Detenedlo! Mi Diosa, vuestro poder es infinito. ¡Ordenadle! Es una masacre, es una masacre…”

“Lo lamento, mi pequeña marioneta, no sabéis cuanto lo lamento. Pero han de haceros responsables de vuestras acciones, y atenerse a las de
los otros. Todo tiene un precio, incluso la vida. Nada puedo hacer.”

Ojos –rebosantes de simpatía, Shinju estaba segura- color arco iris se posaron sobre ella.  Con la mano un ademán la Diosa hizo, y desde uno de los
vitrales una gran mariposa lila vida cobró y por el aire se deslizó—frente a Shinju ésta se paró.

“Subid.” Decir a la criatura escuchó.

Temerosa de dañarla, despacio la montó. La mariposa sus alas movió y en instantes en manos de Gaia se encontró. Sorpresa sintió al desvanecerse
la criatura lila, dejando en su lugar tan sólo una leve canción: un bolero triste y cargado de destrucción.

“¿Habéis escuchado?” La marioneta asintió, sin saber que importaba. Pero Gaia entendía, aunque callarlo prefirió. "Hermosa melodía. Todos tenéis
una, que en algún momento escucharéis.”

“¡Diosa mía! ¡No es momento de deleitarse con cosas así! El tiempo no sobra, más de mi gente muere mientras yo estoy aquí. Yo lo haré.
Yo triunfaré. Necesito--”

“Sé qué necesitáis, marioneta. Pero si dejáis que el tiempo se convierta en un obstáculo para ti, Krónos ganará.” Seriamente dijo Gaia, y Shinju
bajó su cabeza en señal de disculpa por la insolencia que mostró.

“¿Como salvaréis tú, una marioneta, a todo un imperio? Aquél Rey es de temer por vosotros, no tenéis opción alguna.”

“Eso no es verdad. Mi deber es luchar, proteger a mi gente, o bien—“

“¿Morir en el intento?” La deidad interrumpió, comenzando a apretar el frágil cuerpo de Shinju con su mano.

“Si, mi señora.” Dijo sin mostrar temor al estar siendo aplastada poco a poco por su creadora. “Así lo creo, así debe ser. Y si he de fallar, siempre
habrá otro que tome mi lugar. Pero en este momento, en este lugar, la única capaz de hacer algo soy yo. De eso estoy segura.”

Una lágrima callo sobre la marioneta, y dejó de ser aplastada: aún así, su cuerpo quedó agrietado y maltratado. Su vestido morado arrugado
y su rosetón y pañuelo, caídos. Mas con convicción sobre la mano se paró, su cabeza altivamente elevó, y una mano al frente extendió. Gaia sus
ojos cerró.

“Veréis. Pronto veréis, mi querida Shinju. Todo, todo tiene un costo.” Con la otra mano señaló su cuerpo, y la pequeña marioneta entendió.

Gaia, Diosa, creadora, tenía mucho poder—pero estaba confinada a un palacio, todo su cuerpo plasmado como cual mural en la habitación de un Rey.
Sólo su cabeza y brazos tenía libre. Ella no poseía hilos, no estaba atada por hilos: mas éste era el castigo dado por los demás dioses al querer ella
poblar esta nada. La nada, habían dicho, era eso, nada más que nada. Y si eres tan estúpida como para negar ello, habéis de pagar con lo más
preciado que tenéis. Tu libertad, y la de tus creaciones. Hilos, hilos han de poseer, y cuando estemos aburridos, con ellos hemos de jugar.
¿Los condenaréis a ello Gaia?

Ella había aceptado.

“El arpa ya os lo había contado. Todo, todo tiene un costo, mi querida marioneta.” La expresión fría de su rostro y sus palabras no lograron efecto en
Shinju. Su decisión ya estaba tomada, y nada, ni siquiera a quien podría llamar madre, le haría cambiar de postura.
 
“Lo sé, mi Diosa. No tenéis que volver a decirlo, gracias, Diosa Gaia.” Y con esto su manó, aún más, elevó, pidiendo silenciosamente lo que estaba
segura le ayudaría a derrotar al Rey de Krónos: La Espada del Silencio. En La canción lo decía, estando en el palacio la recordó.
 
Recordad, marioneta,
Especial sois. Una vez fuiste,
Y fuiste nada más.
¿Tenéis el poder?
Psyché da, psyché conforma.
A todos da, a todos conforma.
Y el silencio quita
 Todo lo que ellas dan.
¡El que obtenga la espada matará!
 
          Gaia también lo recordó. Desconocía como Shinju sabía que ella podía otorgarle esa espada, pero está escrito que si alguien pide por ella,
ésta sería entregada, una vez demostrado que el portador era merecedor de ella. Y Shinju lo era, una y diez veces.

“Os advierto: la espada no funciona sin La Perla, y esta yo no poseo.”

La marioneta asintió, y con esto, Gaia su mano delicadamente sobre la de Shinju posó.  El cuerpo de la Diosa comenzó a brillar y a desintegrarse—y
cada pedazo, cada trozo que dejaba de formar parte de ella, se convertía en una mariposa. Y con cada mariposa, una nota de una intrincada
melodía se dejaba aparecer y escuchar. Asustada, Shinju trató de tocar la mano de Gaia, con el firme objetivo de detener lo que fuese que
estaba haciendo, mas el proceso simplemente de velocidad aumentó. La marioneta miró estupefacta el rostro de su Diosa, quien solo sonrió y su
cabeza de lado a otro movió.

“Pero—“

“Nada se crea si algo no se destruye, Shinju querida.”

Finalmente, con la mano de Gaia desaparecida,  las mariposas de variados colores volaron alrededor de la pequeña marioneta. Entonces, todas las
psyché violentamente planearon a su mano: una con otra chocó, destellos de luz se formaron, y el lugar en total silencio quedó…la espada en manos
de Shinju cayó.
 
“… ¿Yo también….?” Dijo, incapaz de continuar; se encontraba maravillada, la creación hermosa le pareció. Gaia sonrió ante su pregunta, llamando
nuevamente a la mariposa lila.

“Vosotros estáis formados de psyché. Todos estamos. Ellas traen la tierra de todos los confines del mundo, y yo lemoldeo para crearos, mis hermosas
criaturas.” Otras mariposas cobraron vida de los vitrales, en millones de colores, tamaños y formas; y sutilmente volaron alrededor de Gaia. “Sin ellas
vosotros no seríais más que una roca, que un vestido, que una pluma. Ellas vuestra alma forman, se adhieren a cada pedazo de esta tierra sin vida
para luego convertiros en una verdadera muñeca.”

Shinju, con la misma delicadeza de antes, a la psyché montó. Lentamente ésta se alejó, y estática a unos pasos de la Diosa, quedó. Pronto, todas
las mariposas se lanzaron en picada hacía el espacio frente a la muñeca de Gaia, emitiendo sonidos distintos, que no conformaban canción alguna
para Shinju. Ésta extrañada a la Diosa miró, más ésta simplemente rió.

“No todo tiene que tener sentido para definirla como algo, marioneta. Para mí, esta es una de las más hermosas melodías que pueda escuchar—y
creedme, oportunidades varias he tenido.” Y dicho esto la mano de Gaia había reaparecido. Shinju simplemente asintió.

“¿Dónde encuentro La Perla?”

“La Perla ha estado destruida desde que a esta tierra bajé. Veréis, ella me otorgó el poder para crearos.” Señalando uno de los vitrales que ilustraba
a La Perla, tristemente sonrió. “Lo lamento por ti, mi querida marioneta.”

 Ya en la entrada del palacio, tocando nuevamente aquella triste balada, la mariposa lila desapareció. Shinju miró a Gaia, e hizo una reverencia
profunda en gratitud. 

“Gracias, mi Diosa Gaia.” Y cerrando tras ella las puertas del palacio, y con La Espada del Silencio en sus manos –no puede ser inútil esta espada,
¡no puede ser!, pensó-, se dirigió al epicentro de la lucha, a donde estaba el Rey de Krónos: La fortaleza Mariollette.

“No olvides la canción, mi querida Shinju, no olvides la canción…”

 Y la Diosa triste se sintió, al reconocer que le había mentido a la pequeña marioneta.

 La Perla aún existía.

 
III.

          A su alrededor, cubierto todo estaba de piezas quebradas, hilos cortados, vidas perdidas. Jamás lo creyó. Jamás lo creería. El personaje
frente a ella rió. No era la misma risa que recordaba, no era la misma mirada que sentía.


“¡Mi querida Shinju! Rendíos y uníos a mí. Juntos, ¡juntos esta tierra gobernaremos!” 

El Rey de Krónos no podía ser la persona que ella más amaba.

“¡Nunca!” Con su espada nuevamente atacó, y al encuentro el Rey se lanzó. Chispas salieron del roce, y en el centro se mantuvieron firmes, tristes,
y enojados. “¿Por qué, Adam? ¿Por qué traicionaste a vuestra gente? ¿Por qué traicionaste a vuestros amigos?” ¿Por qué me traicionaste a mí?
 
“Os equivocas, marioneta. Yo seré el Rey de todo, yo seré el Dios, yo seré quien todo controle, ¡quien todo dicte!” Cedió un poco y fuertemente
arremetió: un corte que ni el mismo aire superó. De las manos de Shinju la espada arrancó, y a la misma lejos envió. “¿No lo ves, pequeña? Sois fuerte,
pero esa espada de nada os servirá.”

“¡Os equivocáis!”  Contra la pared se había golpeado, e incapaz se encontraba de levantar. “Por favor, Adam, por favor detente…. lo prometiste,
¡tú me lo prometiste!” De sus ojos lágrimas brotaron. Desconoció el hecho, era su imaginación. Las marionetas no lloran, las marionetas no pueden
llorar.

A paso firme y elegante como un Rey, Adam se acercó a ella. La espada en el blanco cuello puso, y poco a poco lo agrietó. Fisura, tras fisura. La
otra mano el mentón de Shinju tomó, y pasando su dedo por él exclamó:
 
“Sois muy descuidada, mi querida marioneta. ¿No lo ves? ¡Os ofrezco reinar a mi lado, os ofrezco el poder, os ofrezco todo! Yo os amo,  ¿no lo ves?”
El Rey, a su vez, lloró. Shinju firmemente con su cabeza negó. Enojado, Adam la golpeó. “Entonces muere, marioneta. Porque eso eres.”
 
Al risco cercano caminó, y del brazo por la tierra y escombros la arrastró. “Pero antes, os daré un último espectáculo. Mirad, Shinju, amor mío, mirad.
¿Qué es lo que ves por allá?” Burlesco en su oído resopló.

          Pero, ante todo, Shinju aterrorizada quedó. Allá, abajo, todo estaba quemado, la batalla continuaba. Era una masacre. Miró al horizonte, donde
todo lleno de vegetación se mantenía aún. Y volvió a sentir aquella resolución. No se podía rendir, no podía. Espadas tronaban, flechas danzaban, el
fuego todo quemaba. Millares de mariposas volaban, millares de canciones entrelazadas se escuchaban. Era un réquiem, era un réquiem. De pronto,
miles de flechas se elevaron por sobre la cabeza de ambos. El palacio Mariollette comenzó a arder. El Rey, evitando ser quemado directamente por
alguna flecha, con su capa se cubrió. Shinju solo a la espada del silencio miró.
 
Sufriréis.
¿Tú, o los demás?
 
          Entre las llamas se puso de pie, y decidida caminó, ignorando sus grietas y los gritos de su cuerpo por descansar. La Espada entre sus manos
tomó, y miró el filo de esta con su cabeza gacha. Estaba decidida, y con ello, la espada brilló, y el espacio para la perla se rellenó con colores vivos
y hermosos. Era ahora o nunca.
 
Especial sois. Una vez fuiste,
Y fuiste nada más.
 
          La dama caminó sobre el fuego. Sus  pies descalzos ardieron, su piel pálida se desintegró; más su vista fija en el Rey quedó. Éste lo mismo hizo
con ella. Ambos lo sabían: la joya aún existía. Shinju era La Perla, siempre lo había sido. Espadas preparadas, altas, fijando enemigo. El borde del
vestido lila de la marioneta en llamas se encontró-- sucio, desgastado y roído, más su cabello esmeralda con fiereza se elevó, ondeó con gesto
amenazador, y brilló como rubí entre el fuego abrasador. Al ataque se lanzaron, todo iba a terminar. El canto a sus alrededores se alzó, las psyché
quemadas, en cenizas ya, esparcidas por el viento se encontraban.
 

image_papiro2.png

 
     ¡El que obtenga la espada matará!

         Y, en el centro de las llamas, Adam su espada en la mujer que ama clavó, y La Espada del Silencio al Rey degolló; con sus cabellos elevados por el
fuego, y sus cuerpos desintegrándose en mariposas, el bolero se volvió a escuchar, con toda su fuerza y esplendor. El Gran Imperio Mariollete se salvó.
 
 
Ouranos vuestros hilos sostiene,
mas no así vuestra bondad.
 
 
¿Tú, o los demás?
 






Primer  Anterior  Sin respuesta  Siguiente   Último  

 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados