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santeria: LOS CABILDOS DE REGLA
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De: textuallucecita  (Mensaje original) Enviado: 18/08/2007 08:12

“Los cabildos de Regla.-


“La mayoría de los cabildos en que se produjo esta fusión religiosa, se extinguieron a fines del siglo pasado. Hoy, que sepamos, sólo se conservan los cabildos de Susana y de Pepa en el pueblo de Regla. En el resto de la isla los cabildos han desaparecido totalmente.


“Los cabildos sacan a recorrer la población cuatro imágenes: las de las vírgenes de las Mercedes, de Regla y de la Caridad y Santa Bárbara, o sea, Obatalá, Yemayá, Ochún y Changó. Las del Cabildo de Susana van en andas, para ser transportadas sobre los hombros de los creyentes, las del Cabildo de Pepa, más pequeñas que las anteriores y encerradas en urnas, son llevadas en parihuelas.


“Las imágenes son conducidas al santuario de la Virgen de Regla la víspera, allí pasan la noche, y al día siguiente, el párroco les ofrece una misa cantada. Luego los fieles las sacan dando siempre la cara al altar mayor. Ya en la explanada ante la iglesia, giran y las llevan ante el mar. Desde que sale la primera santa comienzan a tocar los tambores. Los tocadores se incorporan al desfile detrás de la Virgen de Regla, que es la última en salir. Los cabildos utilizan en sus ceremonias tambores batá. En el centro se coloca siempre el mayor, el illá, que se caracteriza por los cascabeles y las campanitas que rodean sus extremos llamados ichagoró; a sus lados van el ocóncolo, que es el más pequeño, y el omelencó. Los músicos tocados de enormes sombreros de paja hacen sonar sus instrumentos con la palma de la mano o la yema de los dedos.


“Las Vírgenes de Regla de los cabildos "saludan" dos veces el mar: en la Antigua Carbonera y en el Emboque. En este último lugar es donde la ceremonia es más interesante. La colocan en el muelle frente a la bahía, a sus lados se sitúan las otras vírgenes y santas. Una señora se adelanta y arroja al agua una cesta con panes y frutas. Luego, la Encargada del cabildo "como un obsequio a la virgen del mar" vacía tres botellas: una de melado, otra de miel de abejas y otro de láguer; sacude un trapo blanco y recoge varios pedazos de coco del suelo que alza en sus manos pidiendo en un murmullo inaudible protección y suerte, al final los arroja también a las olas.


“Ahora las imágenes se irán deteniendo ante todas las casas que lo soliciten. El desfile, como una serpiente, se moverá por las calles estrechas, a veces empinadas, a veces tortuosas, del viejo pueblo, y en más de una ocasión la cabeza se encontrará con la cola al dar la vuelta a una manzana. El percutir de los tambores se irá haciendo alucinante con las horas, ya que el recorrido dura hasta las seis de la tarde.


“Las canciones africanas que los acompañan y les sirven de fondo irán enardeciendo los ánimos.


“Vistas de lejos las cuatro imágenes parecen bajeles navegando en un mar picado. Oscilan a un lado y a otro, sobre las centenares de agitadas y convulsas cabezas, como si ellas también hubieran aprendido el pegajoso ritmo. Todo baila, todo canta, los destellos del sol en los mantos dorados, la risa en los ojos de las negras.


“Las anchas portadas y las ventanas enrejadas de las antiguas casonas se abren a su paso. Y ante aquellas que lo deseen se repite la ceremonia de "tirar los cocos". La señora de la casa se ha ocupado ya de colocar un jarro de agua y un plato con pedazos de coco en el umbral. La Encargada, seria, majestuosa, se para ante el y con una mirada ordena detenerse el cabildo.


“-¿Que santa? -pregunta una ahijada que desconoce las creencias de la casa ante la cual van a oficiar.


“-Obatalá -responde la Encargada. Y la Virgen de las Mercedes es depositada en tierra frente a la casa. Los tambores y el cantador entran en la casa y elevan una música suave, de invocación. La Encargada del cabildo coge los pedazos de coco, en silencio, concentrada, los muerde; riega agua en el suelo, con las manos cerradas hace señas a la casa y a la santa que está en la calle; alza el rostro al cielo en una súplica muda que hice presentir una plegaria y tira los cocos al suelo. ¡Magnífico, este año tendrá buena suerte el hogar, los cocos han caído con la masa blanca para arriba, Obatalá les ha sido propicia!


“La Encargada vierte el jarro de agua sobre el umbral y abraza a la dueña de la casa.


“En el Palacio del Ayuntamiento, con las sirenas de los carros de los bomberos aullando al fondo del edificio, se reitera la ceremonia. Pero ahora lo que se inquiere es la prosperidad para todo el pueblo.


“El primer cabildo llega a las dos y media de la tarde al cementerio. Las imágenes quedan fuera en medio de centenares de manos que agitan ramas de paraíso sobre las cabezas para alejar todo daño. La Encargada penetra en el para dar cuenta a Oyá de la salida del cabildo y pedirle que lo proteja y lo libre de todo mal. Después baila sola, a la música de los tambores, para "limpiar" a todos los presentes. Al atardecer, con las últimas luces, regresan las imágenes a los domicilios de los cabildos. El rito centenario ha terminado. Los tambores batá son arrinconados y las vírgenes y santas, desmontadas de sus andas y parihuelas, tornan a sus altares. El silencio vuelve a apoderarse de las calles angostas y empinadas.


Tocadores de tambores batá que acompañan las imágenes de los cabildos de Susana y Pepa en su recorrido por las calles de Regla el ocho de septiembre.Los tambores batá son tres, llamados illá, omelenco y ocóncolo.

“Conclusión.


“El próximo 17 de diciembre, día de San Lázaro, la carretera que conduce a su santuario en el Leprosorio del Rincón, se llenará de una multitud jadeante, de personas que recorren el camino hasta el pie de la imagen de rodillas, de hombres y mujeres que van a cubrir de ex votos el santo.


“Y esta turba ansiosa irá en busca del mendigo llagado, del mendigo de las muletas y los perros del relato bíblico, de Babayú-Ayé, el dios que curaba a los enfermos y protegía a los pobres, de los antiguos pueblos negros de las riberas del Níger.



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