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A LOS HIJOS DE MONTE ALBÁN

Carta a los pueblos originarios de Oaxaca

Hartos de soportar durante una interminable ristra de años el oprobio del poderoso, las hijas e hijos de Monte Albán estáis realizando el intento más firme que ha tenido México en décadas para que un pueblo intente regir su presente y soñar libremente su futuro.

Mientras allá arriba en Mexihco Tenochtitlan los señores de lengua larga y oído estrecho se disputan la silla del trono presidencial, acá abajo en Oaxaca, mejor aún: acá abajo en Huaxyacac, vosotros peleáis por eliminar el gobierno del Estado y sus sacrosantas instituciones opresoras.

“Oaxaca es un polvorín” te dije una vez, Dolores, al poco de conocerte. Un rápido vistazo a la capital, sus comunidades, el tejido social y la actitud represiva contra éste, era suficiente para advertirlo. “No tardará mucho en estallar”, me respondiste; menos de cuatro años después comprobamos lo acertado de tu predicción. ¿Cómo es que los colectivos de Derechos Humanos, plataformas de apoyo, comités de difusión y demás organizaciones solidarias nacionales e internacionales no lo advertían? ¿Acaso estaban cegados por los flashes mediáticos que apuntaban únicamente a Chiapas? Desgraciadamente, también en la contrainformación y la militancia también hay modas y snobismo.

Me siento muy extraño siguiendo los acontecimientos desde el otro lado del Atlántico cuando mi lugar correspondiente es, sin duda, en una de esas barricadas de madera, piedra, ilusiones y esperanzas. Y es que, con el debido respeto, yo también soy oaxaqueño.

Sin embargo, utilizando el símil taurino, estoy obligado a ver los toros desde la barrera; es una sensación desagradable y difícil de asumir.

¿Me recuerdas Inti? ¿Me recuerdas cuando me llevaste a Monte Albán y yo correteaba por él con la ilusión de un niño mientras hacía pruebas con la sonoridad del lugar para tratar de dilucidar qué pudo ser aquello? Impresionantes las inscripciones por las que asomaba el sistema de numeración vigesimal de los “incultos” y “analfabetos” pueblos indígenas. Me viene a la memoria tu risa cuando te dije que “aquella construcción apunta descaradamente hacia el Norte”.

Amuzgos, chatinos, chinantecos, chochos, chontales, cuicatecos, huaves, ixcatecos, mazatecos, mixes, mixtecos, nahuatles, popolocas, triquis, zapotecos, zoques. Hermanas y hermanos todos, la lucha no será fácil. Nada cabe esperar de FECAL y ni de MALO así que tened cuidado con las injerencias de este último pues solo tendrán un fin: domesticaros.

Resulta sorprendente el camino estratégico que estáis utilizando, o quizá no si se conoce la historia y formas de resistencia indígena. Huaxyacac vive una auténtica guerra de posiciones en la que la organización popular trata de sustituir paulatinamente a la burguesa. Antonio Gramsci cabalga por la mixteca.

(Disculpad esta salida eurocéntrica por mi parte pero tan solo quería llamar la atención a mis compañeros de continente sobre este paralelismo sin duda inconsciente).

El poder popular y el gobierno estatal-federal disputan por la organización y el control de la región. Ni siquiera aunque existiera una relativa tolerancia se podría mantener esta situación sin que brotaran las contradicciones (véase, salvando las distancias, la parálisis boliviana entre Parlamento/Asamblea (pseudo)Constituyente). Pueden darse dos salidas: la Argentina, en la que las asambleas de barrio no tumbaron el sistema por no asaltarlo; o la rusa, en la que la asamblea popular, el soviet, no solo tomó de facto el Poder sino que destruyó al Leviatán opresor.

Vivo en unas condiciones en las que casi obligatoriamente tenemos que movernos entre pactos, componendas y oportunidades, procurando luchar de la manera más digna posible. Vosotros estáis más cerca de realizar aquella cita pronunciada por un anarquista al que este marxistón respeta enormemente: “Al capitalismo no se le discute, se le destruye”.

Mucha suerte, mis hermanas y hermanos, Huaxyacac es, si cabe, todavía más digna. El árbol del Tule por primera vez en muchísimo tiempo se está riendo.

Raúl Calvo Trenado

11 de septiembre de 2006