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General: Fidel ... para que la gusanera lo vea de cerca en su grandeza .-
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De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 24/10/2010 21:48

ULTRAJE A LAS MILES DE VÍCTIMAS DEL TERRORISMO INTERNACIONAL

14 de enero de 2007

Caso Posada Carriles

Fidel siempre tuvo la razón

ORLANDO ORAMAS LEÓN

El Comandante en Jefe siempre tuvo la razón. El terrorista Luis Posada Carriles entró en el Santrina a territorio norteamericano, y eso lo denunció Fidel desde los primeros días en que el criminal gozaba de refugio en Estados Unidos, aunque Washington siempre evadió la verdad.

Para los cubanos no es noticia, pero aquella afirmación del líder de la Revolución, que personeros de la administración de Bush y de la mafia anticubana trataron de desmentir o desvirtuar, hoy es confirmada por el Departamento de Justicia del país que contrató, entrenó y fue cómplice de quien ahora reconoce como una amenaza para la seguridad pública.

Un gran jurado federal de Texas presentó acusación formal contra Luis Faustino Clemente Posada Carriles, por siete cargos que incluyen fraude en el proceso de naturalización y seis por dar información falsa durante las entrevistas ante oficiales de inmigración.

Una nota oficial del Departamento de Justicia afirma que Posada mintió varias veces acerca de su ingreso a Estados Unidos, ocurrido en marzo del 2005, en particular respecto a las rutas de transporte, los métodos utilizados y sobre quiénes le acompañaron en la travesía.

"Sabemos que entró en el Santrina con cuatro individuos", afirma el texto de la fiscalía, que demoró casi un año en reconocer públicamente el emplazamiento del Presidente cubano al gobierno de la potencia que se ufana de lanzar guerras a nivel global contra el terrorismo.

El diario yucateco Por Esto les estropeó la impunidad al dar la noticia. Posada viajó en el Santrina, embarcación que ha estado al servicio de la mafia de Miami, la misma que organiza tráfico humano y de drogas a través de las aguas y territorio mexicanos. Santiago Álvarez Fernández-Magriñá y Osvaldo Mitat, de extenso expediente terrorista, fueron anfitriones en el Santrina y le dieron cobija en Miami.

El 11 de abril del 2005, cuando el asesino de Barbados tenía 19 días de haber entrado ilegalmente a Estados Unidos, Fidel emplazó a la Casa Blanca a responder si escondía o no a Posada.

Fue en el Palacio de las Convenciones, donde el Comandante recordaba al presidente George W. Bush sus palabras del 26 de agosto del 2003: Si alguien protege a un terrorista, si alguien apoya a un terrorista, si alguien alimenta a un terrorista, es tan culpable como los terroristas.

Que el gobierno de Estados Unidos responda si esconde o no a Posada Carriles, exigía Fidel en esa y otras comparecencias, mientras el terrorista estaba refugiado en Miami, allí donde se han organizado incontables planes de agresión y muerte contra nuestro país.

¿Qué clase de presidente tiene los Estados Unidos que permite que un monstruo terrorista que hizo estallar en pleno vuelo un avión con 73 personas a bordo y llevó explosivos para hacer volar el Paraninfo de la Universidad de Panamá, con lo cual hubieran podido morir cientos de personas, esté en su país a buen recaudo?

¿Qué seguridad puede tener el pueblo norteamericano con un presidente así? ¿Para qué sirven todos los cuerpos de seguridad, todos los órganos de inteligencia, la maquinaria que cuesta cientos de miles de millones de dólares, si no sabían que allí estaba Posada Carriles?, eran las preguntas de Fidel.

No fueron las únicas, pero todas quedan sin respuesta oficial. Posada Carriles encara siete cargos, pero ninguno por las vidas truncadas en el vuelo de Barbados, tampoco por la de Fabio di Celmo, amén de otros crímenes cometidos en su largo prontuario bajo la sombrilla protectora de Estados Unidos.

Aun si lo procesan por los cargos presentados, y aun si lo condenaran a las penas que, según las leyes, de ese país corresponden por esos delitos, Fidel seguiría teniendo la razón.

Estados Unidos no va a enjuiciar nunca a Posada Carriles por terrorista, porque tendría entonces que poner ante el fiel de la justicia sus crímenes contra Cuba.

De la mentira al silencio

La denuncia realizada por Fidel sobre la entrada ilegal a Estados Unidos del terrorista Luis Posada Carriles provocó histeria en Washington.

La secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, afirmó que su gobierno no tenía evidencia de la presencia de Posada en Estados Unidos y que ello presumiblemente era un invento de la inteligencia cubana. Para entonces el criminal cumplía su primer mes de estancia en Miami.

Su adjunto de entonces, el subsecretario para asuntos del hemisferio, Roger Noriega, dijo que se trataba de una maniobra de manufactura cubana, mientras el portavoz del Departamento de Estado, Richard Boucher, evadía responder los emplazamientos de Fidel y ante cada pregunta de los periodistas los remitía a otras carteras, en especial a las de Seguridad Interna y de Justicia, cuyos voceros también hacían mutis.

Por aquellos días, Boucher respondía lacónicamente: "hay algunos informes de que se encuentra en Estados Unidos, pero sobre el lugar exacto donde está es cuestión de otras autoridades competentes". Sin embargo, Posada ya había comparecido ante la prensa de Miami.

Kevin Whitaker, responsable del Buró Cuba del Departamento de Estado, respondió al jefe de la Oficina de Intereses de Cuba en Washington, Dagoberto Rodríguez, que no tenía información sobre la presencia de Posada Carriles en ese país y repetía la tesis de que las afirmaciones del Comandante en Jefe eran poco confiables. Estos y otros personajes fueron al final parte del complot, junto con la mafia de Miami, que acogió al criminal, y hoy guardan silencio. (

Mariela Pérez Valenzuela)

¿Y Fox qué?

"Pienso que el Gobierno de México debe hablar sobre el caso", decía Fidel por aquellos días, tras revelarse que el Santrina había estado en Isla Mujeres, en territorio azteca. Y al presidente Vicente Fox le reclamaba: "solo le pido que me explique, que esclarezca, que dé todos los detalles, horas exactas, quiénes fueron, qué tiempo estuvieron¼ " Posada y sus compinches en el Caribe mexicano. La administración de Fox hizo poco honor al prestigio de su nación, con respuestas cantinflescas que llegaron incluso a desmentir al entonces secretario de Marina, quien reconoció la estancia del terrorista en su país."

Fidel ... la historia algún día reconocerá que su grandeza no tiene par en América .-Rubén .


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De: residente Enviado: 01/11/2010 22:02
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De: residente  (Mensaje original) Enviado: 01/11/2010 08:41

Internacional

Coartada perfecta para Fidel Castro

Hoy se cumplen 50 años del comienzo del embargo de Estados Unidos contra Cuba, cada vez más cuestionado

Día 19/10/2010
REUTERS
Medio siglo después de que la Administración Eisenhower adoptara las primeras medidas del embargo comercial, económico y financiero contra la incipiente dictadura comunista, los estantes de las llamadas «shopping» por el cubano de la calle —las tiendas en las que se compra con divisas— están llenas de los refrescos, pastas dentífricas o salsas de tomate americanas que desaparecieron de su vista a principios de los 60. Pero sólo al alcance de la minoría que tiene pesos convertibles, explica la disidente Martha Beatriz Roque.
La reforma agraria emprendida pocos meses después del triunfo de la «revolución de los barbudos», el 1 de enero de 1959, y la confiscación de las petroleras cuando se negaron a refinar un crudo soviético de calidad dudosa, intercambiado por la cuota azucarera que Washington había rechazado, fueron los detonantes de las primeras medidas de un embargo que Naciones Unidas condena cada año de modo más unánime.
Pero cinco décadas después de que la Casa Blanca se viera abocada a responder a las expropiaciones y a un régimen cada vez más radical a 90 millas de sus costas (145 kilómetros), Estados Unidos se ha convertido en el quinto socio comercial de Cuba por la compra de mercancías, principalmente alimentos. En la primera década del siglo XXI, EE.UU. ha exportado alimentos a Cuba por valor de más de 3.200 millones de dólares. En concreto, el 45% del 80% de los alimentos que importó en 2009 procedía de ese país. El 90% de las remesas las envían cubanoamericanos, la segunda fuente de turistas por detrás de Canadá, y ya hay más de 40 vuelos semanales entre los dos países, según datos de los expertos consultados por ABC.
Único país del mundo
Al mismo tiempo que aumentan estos intercambios —no así las inversiones— son más las voces entre la disidencia interna, el exilio de Florida, la clase política de EE.UU. o los analistas que rechazan la estrategia que Washington comenzó a aplicar el 19 de octubre de 1960 para provocar la caída de la dictadura. «La larga vida del régimen indica que el objetivo inicial no ha funcionado, desde el punto de vista comercial ha sido una medida más propagandística que real», apunta el investigador principal de América Latina del Real Instituto ElCano, Carlos Malamud, que recuerda que EE.UU. ya sólo aplica contra Cuba la llamada «ley de comercio con el enemigo». Después de calificar el embargo como una «política desacertada», el economista independiente cubano Óscar Espinosa Chepe destaca que «Fidel Castro ha sido un maestro en utilizar lo que él llama bloqueo como coartada para radicalizar su revolución y justificar la represión y el desastre nacional. EE.UU. ha aportado el enemigo que necesita para convertir a Cuba en plaza sitiada».
«Devastador en el futuro»
La estrategia estadounidense también ha servido a sus sucesivos gobiernos para mostrar firmeza frente a un régimen que no respeta los derechos humanos y las libertades ante el poderoso «lobby» cubano. Después de recordar su pasado «en la ultraderecha del exilio», Carlos Saladrigas, copresidente del Grupo de Estudios de Cuba —«think-tank» con sede en Washington—, explica que «poco a poco fui dándome cuenta de lo ilógico de la política a favor de un embargo que ha tenido un efecto contraproducente al ayudar a legitimar al régimen». Saladrigas teme sus «efectos devastadores» cuando parece que la economía cubana se abre al sector privado.
Aunque la poco fiable contabilidad del Gobierno cubano cifra en más de 100.000 millones de dólares los estragos del embargo a su economía, sus efectos se notaron en la isla durante los primeros años y después de la caída de la Unión Soviética. Entre mediados de los 60 y los 90 la economía cubana sobrevivía subsidiada totalmente por la URSS. «El embargo no fue efectivo hasta que cayó el Muro, Cuba perdió la ayuda soviética y Castro volvió a hablar de él. Durante los primeros 30 años sólo decía que era un orgullo nacional que no nos mandaran nada», señala Zoé Valdés, escritora cubana exiliada en Francia.
A Fidel Castro, «el más interesados en que no desaparezca para cultivar el nacionalismo», según Chepe, no le afecta precisamente. Juan Juan Almeida, hijo del fallecido número tres del castrismo Juan Almeida Bosque, sabe que a «los llamados gobernantes nunca les ha afectado ni les afectará». Después de insistir en su levantamiento, el disidente Oswaldo Payá concluye que «quien lo sufre no es el grupo de privilegiados en el poder, que viven como ricos desde el principio, sino el pueblo pobre».
 



Respuesta  Mensaje 27 de 40 en el tema 
De: residente Enviado: 04/11/2010 18:19
De: IGNACIOAL Enviado: 04/11/2010 16:25
http://1.bp.blogspot.com/_btTzg-g7ouA/TJmCPOvdMMI/AAAAAAAAEQA/Ofdqja0nwsU/s1600/chavez-and-castro.jpg



Respuesta  Mensaje 28 de 40 en el tema 
De: residente Enviado: 06/11/2010 23:24

Respuesta  Mensaje 29 de 40 en el tema 
De: residente Enviado: 08/11/2010 01:20

Respuesta  Mensaje 30 de 40 en el tema 
De: residente Enviado: 08/11/2010 18:26

Respuesta  Mensaje 31 de 40 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 08/11/2010 18:49
No hay duda de que es un pueblo pobre en cuanto a que no tiene lujos ..pero ofrece ante el mundo la mayor dignidad que se pueda ver en una sociedad ...- Los sufrimientos del pueblo cubano a raiz del brutal bloqueo serán ante la historia la página mas infame de los yankys ... y ojalá no ocurra , pero en cualquier momento la cara de la moneda se puede voltear .- Los que ahora se rien de Cuba mañana tendrán que reconocer que hemos visto   al nuevo Goliath ... bárbaro, cruel y sanguinario frente al David ... lunisoso ... heróico  y benefactor de los mas humildes de la tierra .Ya en las villas de miseria de los EEUU se está palpando ésto .. en el corazón del imperio mas poderoso que ha existido se vive la mas miserable existencia .. Rubén .

Respuesta  Mensaje 32 de 40 en el tema 
De: Amaly Enviado: 08/11/2010 19:03
DavidGoliat2.jpg picture by Amaly_2008

Respuesta  Mensaje 33 de 40 en el tema 
De: residente Enviado: 08/11/2010 19:05
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De: residente  (Mensaje original) Enviado: 08/11/2010 11:04

Economía

La ratonera cubana

Los misterios que existen sobre la economía cubana, se van despejando

Día 08/11/2010
Los misterios que existen sobre la economía cubana, se van despejando. Conviene en este sentido tomar nota de un excelente artículo del profesor de la Universidad de La Habana, Pavel Vidal Alejandro, titulado «El rompecabezas monetario y financiero cubano». Ha sido publicado por el Real Instituto Elcano (ARI 148/2010) el 15 de octubre de 2010. Basándose en Pavel Vidal Alejandro y en otro profesor de la Universidad de La Habana, Omar Everleny, en Le Monde de 28 de octubre viene sobre la economía cubana un artículo cuyo título es también muy significativo: «Le gouvernement cubain se tourne vers le secteur privé pour soulager l' Etat». Este alivio significa nada menos que dar la espalda al socialismo que intentó implantar Fidel Castro en la isla. La política económica cubana había dado ya más de un cambio, pero esta vez éste se debe, no ya al bloqueo por parte de Estados Unidos, sino, como señala en su artículo Pavel Vidal Alejandro, a que a la crisis de la balanza de pagos de 2008-2009 se ha agregado «un grupo de errores de la política económica», que se alzan sobre otro error muy serio: no haber tenido en cuenta «los costes y distorsiones de la dualidad monetaria», porque en Cuba circulan dos monedas: el peso cubano y el peso convertible, y ambos sobrevalorados respecto a sus cotizaciones en los mercados financieros mundiales.
Esto último es uno de los causantes de la crisis de la balanza de pagos, junto con que la temporada de huracanes obligó a aumentar las importaciones de alimentos y de materiales, para reparar las casas, a más de que la crisis económica general frena las exportaciones y dificulta la financiación procedente del exterior, pero sobre todo, dice Pavel Vidal, por la caída de la relación real de intercambio, nada menos que en un 31,6% «como consecuencia de la disminución del precio del níquel (cubano)… y del aumento del precio del petróleo y los alimentos», y esto último porque a pesar de existir, fruto de la reforma agraria castrista, tierras cultivables ociosas, Cuba importa el 80% de los alimentos que precisa.
Ayuda financiera exterior no es imaginable. Se ha esfumado la de la Unión Soviética. Su sustitución por Venezuela también se ha evaporado. Este último país se ha colocado en la cumbre mundial de los «índices miseria». En tasa anual, en el segundo trimestre de 2010 su PIB cae un 1,9%, Y se espera por los analistas que su descenso en 2010 sea de un 3,0% y en 2011 de un 2,1%: véase The Economist de 30 de octubre. Además, en septiembre de 2010 la inflación venezolana, en tasa anual, era del 28,5%. Como Cuba no pertenece ni al FMI ni al Banco Mundial, no puede pretender recibir un crédito de última instancia. Por eso el Banco Central se encuentra «sin reservas suficientes para respaldar los pasivos bancarios en pesos convertibles y en divisas», con lo que la banca cubana «ha congelado las cuentas en divisas de inversores y proveedores extranjeros». En suma, una típica crisis bancaria generada por una deuda externa insostenible.
Esto es lo que explica el conjunto de medidas anunciadas por la Gaceta Oficial cubana el 25 de octubre de 2010, que supone, al par, un durísimo plan de estabilización y un paso hacia un sistema de mercado. Lo primero con una contracción del gasto público reduciendo en 500.000 personas el empleo público lo que, de inmediato, calculo que sitúa la tasa del paro en un 10%, y con posibilidades de que aumente hasta un 20% por este motivo. También, con un aumento de los ingresos con un fuerte impuesto sobre la renta, muy progresivo: el límite exento se sitúa en una ganancia ¡anual! equivalente a 145 euros, y es de un 50% para los ingresos a partir de un equivalente —lo he confrontado en varias fuentes— a 1.450 euros de ingresos anuales. Añádanse las cuotas de la seguridad social, más unos importantes impuestos indirectos sobre el consumo, que recaen sobre unos ciudadanos depauperados.
Simultáneamente se da un paso hacia la economía de mercado en una relación de 178 subsectores productivos. Confirma todo esto el caos económico generado por el castrismo, que ni siquiera, con su tiranía fue capaz de eliminar la corrupción, porque en el índice de percepción de esta lacra para 2010 según Transparencia Internacional, fue en Cuba de 3,7, igual al de Brasil, Montenegro y Rumania. Este formidable freno al desarrollo y de impulso a la degradación, es otro fruto de Fidel Castro, que se agrega al desempleo, al hundimiento en la renta, a una presión fiscal intolerable y a una crisis financiera colosal.

Respuesta  Mensaje 34 de 40 en el tema 
De: residente Enviado: 09/11/2010 00:51
 





Cada día, nuevas y más alarmantes noticias llegan de la isla. Ya hasta los "logros de la revolución", las vitrinas de la salud y la educación de las cuales el propio Fidel Castro se sentía tan orgulloso, se resquebrajaron e hicieron añicos.
El desastre que vive el país es elocuente en todos los sectores, pero donde más daño hace es en hospitales, policlínicos y consultorios, donde supuestamente la población va a cuidar y recuperar su salud.
O en las escuelas de todos los niveles de enseñanza, en todo el país, donde la grosería y el maltrato han ido supliendo los métodos pedagógicos.
Mientras Cuba naufraga, desgarrada por cinco décadas de problemas sin resolver, necesidades que aumentan por año, una perenne escasez y la represión como postre obligado, a Fidel Castro la vejez le ha dado por ocuparse de temas totalmente ajenos a la realidad de su país y de su gente.
Bueno, era de esperar de alguien que ya gastó bastante tiempo y recursos en una serie de planes y proyectos disparatados desde los primeros años de su llegada al poder.
Quiso crear una nueva raza ganadera y lo que logró fue reducir el número de cabezas de ganado, con una producción insuficiente de leche y carne. Quiso rodear a La Habana de una variedad de café y lo que consiguió fue que los cubanos dejaran su hábito de tomar café varias veces al día y se acostumbraran a tomarlo de vez en cuando, mezclado con chícharos.
Dos de los muchos ejemplos que se pudieran mencionar de este "salvador de la patria", que por culpa de la novia de Ángel Castro, su padre, nos ha tocado padecer durante 51 años.
Si aquella muchacha gallega no se hubiera buscado otro novio y lo hubiera esperado a su regreso de 'la guerra en Cuba', Ángel Castro se hubiera casado con ella y quedado en Galicia. Pero despechado, decidió retornar a la isla. Ahí empezó nuestra desgracia.




 

Respuesta  Mensaje 35 de 40 en el tema 
De: residente Enviado: 10/11/2010 20:18
Respuesta  Mensaje 1 de 8 en el tema 
De: residente  (Mensaje original) Enviado: 09/11/2010 22:35
 

Respuesta  Mensaje 36 de 40 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 16/11/2010 22:05

 

 

 

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA CONMEMORACION DEL ANIVERSARIO DE LA CAlDA DE FRANK PAIS, EFECTUADA EN EL INSTITUTO DE LA SEGUNDA ENSEÑANZA, SANTIAGO DE CUBA, EL 30 DE JULIO DE 1959.

 

(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER MINISTRO)

 

Señoras madres de los mártires de nuestra Revolución, que quiere decir madres de nuestra Revolución;

Santiagueros:

 

Quiso el Gobierno Revolucionario instituir el día de hoy como el Día de los Mártires de la Revolución Cubana, es decir, en recuerdo de todos los caídos.  Y escogió esta fecha del 30 de julio, porque ha sido este mes y ha sido especialmente este día como un día símbolo de los sacrificios que hizo nuestro pueblo por conquistar su libertad.

Pensamos que más que una concentración era preferible efectuar una velada conmemorativa; más que un acto de magnitud, que una concentración multitudinaria, un acto en recinto cerrado, porque este día de hoy es sobre todo un día de meditación para nosotros.

Es cierto que nos hemos encontrado con el inconveniente de que el pueblo, en número extraordinario, ha acudido a esta velada como, lógicamente, merece el recuerdo de los cubanos que cayeron por darnos la libertad.  Pero no fue posible que todos pudiesen entrar en este recinto, y miles y miles de ellos están fuera del edificio, impacientes, porque también querían estar presentes en  este acto.  Ello se debe sencillamente a que no hay recinto suficientemente grande para albergar la gratitud de nuestro pueblo por los hombres que cayeron.

Es este el primer aniversario que conmemoramos después del triunfo de la Revolución.  Pero ya lo sabemos para el año próximo escoger algún sitio donde no se quede un solo santiaguero sin asistir al acto.  Que nos excusen (APLAUSOS).  Y si no tenemos ese lugar, lo construimos (APLAUSOS), porque bien que se merecen nuestros mártires un recinto donde conmemorar todos los años el 30 de julio.  Que se nos excuse, porque solo queríamos hacer un acto de recogimiento, puesto que entendemos que el día de hoy es un día para meditar.  ¡El día de hoy es el más sagrado de todos los días del año, porque es el día para recordar a los hombres que cayeron!  (APLAUSOS.)

Por eso, más que nada vale el recuerdo, más que nada vale el pensamiento.  Porque nuestro pueblo y todos nosotros, todos los revolucionarios, todos los combatientes revolucionarios, en un día como el de hoy están en el deber de pararse a meditar, a meditar en los éxitos, sí; pero a meditar también en los errores si es necesario (APLAUSOS); a meditar en lo que hemos adelantado, pero a meditar también en lo que hemos dejado de adelantar; a meditar en lo que se ha superado moralmente nuestro pueblo; y a meditar también en aquellas cosas en que todavía nosotros no nos hemos superado enteramente (APLAUSOS).

Muchas veces a lo largo de nuestras vidas hemos tenido ocasión de celebrar actos patrióticos, muchas veces hemos conmemorado el aniversario de los hombres que han caído luchando por un gran ideal patriótico.  Pero es esta la primera vez en que una conmemoración luctuosa como esta cobra para nosotros su sentido más hondo.  Porque no venimos a hablar de los hombres que escribieron páginas en la historia de la patria, pero a los cuales conocimos solamente a través de su historia, a través de los libros, a través de las narraciones y anécdotas de nuestras luchas emancipadoras y nuestras gestas revolucionarias.

Sin embargo, en esta ocasión no venimos a hablar de hombres de los cuales nos cuenta la historia.  No venimos a hablar de un pasado remoto.  Venimos a hablar de un pasado tan reciente que es presente.  Venimos a hablar no de la historia que pasó, sino de la historia que estamos viviendo, porque el pueblo de Cuba está viviendo y está haciendo esta historia (APLAUSOS).  No está aprendiendo historia en los libros, sino está haciendo historia, porque estos tiempos son muy semejantes a aquellos tiempos pasados que estudiamos en la escuela y que hoy estamos estudiando en la realidad de la vida nacional.

No estamos hablando de héroes ni de mártires que vivieron hace una centuria.  Estamos recordando a compañeros que convivieron con nosotros, que con nosotros se albergaron en las mismas casas, que con nosotros se sentaron a la misma mesa, que con nosotros se montaron en la misma nave, que con nosotros recorrieron los mismos caminos y subieron las mismas montañas, y lucharon en los mismos combates y soñaron en los mismos ideales.  Estamos hablando de compañeros que la ciudad conoció, que ustedes conocieron, que ustedes —sobre todo los santiagueros— conocieron por sus hechos, que los vieron caminar por sus calles, que fueron compañeros de las aulas, amigos de los hijos de las familias santiagueras, huéspedes de las casas de las familias santiagueras, hombres que regaron con su sangre las calles de esta ciudad, porque fue esta ciudad la que dio una cuota mayor de mártires o la que vio sacrificarse un número mayor de hombres (APLAUSOS).

Aquí, en estas calles de Santiago de Cuba, cayeron los primeros combatientes revolucionarios.  En estas calles de Santiago de Cuba se perpetraron los primeros actos de salvaje represión contra los revolucionarios y contra la población civil.  En este cementerio de Santiago de Cuba y en los alrededores de Santiago de Cuba, fueron sepultados los hombres que constituyeron la primera legión de mártires combatiendo contra la tiranía (APLAUSOS).

Por eso es lógico que el 30 de julio se venga a conmemorar a Santiago de Cuba y que los 30 de julio se conmemoren principalmente en Santiago de Cuba, porque el Día de los Mártires es también el día de la ciudad mártir de Cuba (APLAUSOS); de la ciudad que a lo largo de la historia, desde la lucha por la independencia, ha demostrado la más extraordinaria dote de patriotismo, la ciudad entusiasta, la ciudad que ha estado a la cabeza, junto con las demás ciudades de la provincia.  Porque es justo que hablemos también de la provincia, porque esta provincia ha estado a la cabeza del patriotismo, esta provincia ha estado a la cabeza del civismo y esta provincia ha estado siempre a la cabeza del sacrificio (APLAUSOS).

Ahí, en ese cementerio glorioso de Santiago de Cuba, yacen los restos de nuestro apóstol Martí (APLAUSOS), con los restos de los revolucionarios de todas las generaciones que en número tan elevado se han sacrificado por la patria.

Por eso, porque los mártires que estamos recordando fueron nuestros compañeros, es que el 30 de julio tiene que ser un día de meditación.

En otras fechas pasadas, cuando se conmemoraba un día como este, el primer sentimiento que nos invadía el pecho era la idea de que los ideales por los cuales habían caído aquellos hombres no se habían cumplido en nuestra patria, que los mártires de nuestras revoluciones habían sido más de una vez traicionados, que los sacrificios, si bien no habían sido en vano —porque no hay sacrificio en vano, no hay muerte gloriosa en vano—, no habían rendido sin embargo los mejores frutos para nuestra patria.

El dolor más grande que nos invadía en cada conmemoración cuando recordábamos a aquellos gloriosos combatientes de las generaciones que nos precedieron, era que las prédicas de nuestro apóstol, que los ideales de nuestros heroicos mambises, que los sueños de Maceo, de Calixto García, de Ignacio Agramonte, de Máximo Gómez, que los sueños de Guiteras, que los sueños de toda aquella pléyade de estudiantes que cayeron en las luchas contra Machado, que los ideales de todas aquellas generaciones no se habían cumplido.  Porque no podía ser ideal de aquellos hombres la república que había nacido en nuestra patria; no podía ser ideal de nuestros hombres la corrupción y la politiquería que caracterizó los tiempos pasados (APLAUSOS); no podía ser ideal de aquellos hombres la tiranía que para dolor y vergüenza de Cuba durante siete años asoló nuestra patria, urdida y forjada por los mismos hombres que la habían saqueado y tiranizado durante 11 años anteriores, y que en total hicieron 18 años de odiosa e insoportable tiranía, sangrienta, sacrílega y filibustera, que saqueó, que empobreció, que arruinó a nuestro pueblo y, lo que es peor aún, vistió de negro a miles de madres cubanas y cubrió de vergüenza a un pueblo noble como el nuestro, a un pueblo bueno como el nuestro, a un pueblo valiente y cívico como el nuestro.  Porque solo un pueblo noble, valiente y cívico habría sido capaz de deshacerse, y no solo de deshacerse, sino de hacer trizas la tiranía sangrienta (APLAUSOS) que, con un ejército poderoso, con toda una organización de esbirros y criminales, mantenía en la opresión a ese pueblo que estaba desarmado.

Pero no podía ser ese el sueño de nuestros mártires; no podía ser ese el sueño de las decenas de miles de mambises que cayeron, ni de los 300 000 cubanos que murieron cuando la reconcentración de Weyler.

Aquellos sacrificios, aquellos esfuerzos, aquellas tristezas y aquellas tragedias pasadas, no pudieron ser solamente para que a la vuelta de 50 años un grupo de hombres desalmados, un grupo de hombres mercenarios y ensoberbecidos se apoderaran, como se apoderaron en una madrugada, del gobierno del país, sencillamente para llevar adelante la más inconcebible tarea de crimen, de robo, de explotación y de saqueo que pudo concebirse jamás en esta isla nuestra (APLAUSOS).

Parecía que aquellas historias de campesinos asesinados, aquellas historias de hombres torturados, aquellas historias de actos vandálicos no volverían jamás a tener realidad en nuestra patria.  Parecía que era cosa de odios pasados, parecía que era consecuencia del egoísmo de una metrópoli, cuyos soldados no sentían hacia nosotros o no tenían por qué sentir hacia nosotros la menor consideración humana.  Parecía que aquello no volvería a repetirse, y, sin embargo, por alguna razón o por muchas razones, lejos de la república “con todos y para el bien de todos”, donde la ley primera fuese el respeto a la dignidad plena del hombre; aquella república, república enteramente libre y soberana, república justa, república para la justicia y para la libertad, aquella república nunca fue realidad.

Por alguna razón caímos en lo que caímos;  por alguna razón vivimos lo que acabamos de vivir:  por alguna razón aquellos sacrificios no habían rendido los mejores frutos, y esa razón fue —si se quiere, entre otras, una de las principales— el olvido a los muertos, la traición a los muertos.  Porque después de tantos hombres que dieron su vida, después de los sacrificios que en reiteradas ocasiones hizo la nación cubana, solo el olvido a los muertos podía hacer posible que los gobernantes desde el poder saquearan la riqueza del país, que los gobernantes desde el poder asesinaran a los mejores hijos del país (APLAUSOS), que los hombres de uniformes empleasen las armas no para defender al país, sino para oprimirlo y someterlo a condiciones de explotación a los grandes intereses nacionales y extranjeros.

Solo el olvido a los muertos podía traer esas consecuencias, entre otras razones; porque si se hubiese guardado un verdadero respeto a los muertos de nuestras luchas emancipadoras y revolucionarias, si se les hubiese sabido rendir tributo —no de palabra, porque basta ya de tributos teóricos, basta ya de recuerdos hipócritas de palabras (APLAUSOS)—, si nuestro pueblo y nuestros hombres públicos hubiesen sabido tener presente toda la historia pasada de nuestra patria, nadie se habría atrevido —o al menos nuestro pueblo jamás lo habría permitido— a hacer las cosas que hicieron, perpetrar las fechorías que perpetraron, tolerar los vicios que toleraron y que condujeron nuestro país a la tragedia de la que acabamos de salir, y que para que no se repita está el pueblo de Cuba en pie de lucha, a fin de que ni vuelva nunca más, ni nunca más derive o degenere nuestra república hacia etapas semejantes (APLAUSOS).

Por eso —repito— es día de meditación, porque aquí tenemos que venir todos los años a recordar a los muertos de la Revolución; pero tiene que ser como un examen de la conciencia y de la conducta de cada uno de nosotros, tiene que ser como un recuento de lo que se ha hecho, porque la antorcha moral, la llama de pureza que encendió nuestra Revolución, hay que mantenerla viva, hay que mantenerla limpia, hay que mantenerla encendida, puesto que no podemos permitir que se vuelva a apagar jamás la llama de las virtudes morales de nuestro pueblo (APLAUSOS).

Hay que venir aquí todos los años a avivar y a atizar esa llama moral.  Hay que venir todos los años a hablar claro.  Hay que venir todos los años a reprochar cualquier desviación revolucionaria.  Hay que venir todos los años a reprochar cualquier adormecimiento del espíritu revolucionario no solo en el pueblo sino de todos los hombres que estén al frente de la Revolución.  Porque si algo no queremos —y bueno es decirlo aquí, en este primer aniversario de la muerte de Frank País y de Daniel, símbolo de toda la generación que se sacrificó—, bueno es decir aquí que lo que no queremos es que nadie pueda decir el día de mañana que nuestro pueblo se ha olvidado de sus muertos (APLAUSOS), que los sobrevivientes de esta lucha se han olvidado de sus compañeros caídos.  Lo que no queremos que se repita nunca más, lo que no queremos siquiera pensar, lo que no podemos siquiera imaginar, es que estos compañeros, que con tanta veneración, que con tanto cariño, que con tan profundo respeto y que con tan puro sentimiento de lealtad venimos a recordar aquí, sean alguna vez olvidados.

Lo que no queremos es que el consuelo único que tienen estas madres, que el consuelo único que tienen esas mujeres vestidas de luto, cuyos hijos cayeron, cuyos hijos no podrán recibir jamás el beso de ellas en la frente; lo que no queremos es que ese consuelo —ese único consuelo posible ante dolores tan terribles—:  el consuelo de que no cayeron en vano, el consuelo de que si cayeron fue para bien de sus compatriotas, de que si cayeron fue para que otras miles de madres no tuvieran que vestir también de negro, para que un pueblo no tuviese que vivir de rodillas, para que una nación se sintiera orgullosa y digna (APLAUSOS), no es posible que ni mañana ni nunca pueda faltar a esas madres ese único consuelo.

Por eso tendremos que venir aquí, y aquí vendremos todos los años, porque mantendremos limpia nuestra conducta para tener derecho a venir aquí a hablar en esta tribuna.  Los que sean verdaderos revolucionarios, los que se sientan verdaderos revolucionarios —y los verdaderos revolucionarios no son los revolucionarios de un día, de una hora o de un año o de varios años; los verdaderos revolucionarios son aquellos que no mancillan jamás su vida, los verdaderos revolucionarios son los que no cambian, los verdaderos revolucionarios son los que no dejan de ser jamás revolucionarios (APLAUSOS)—, los verdaderos revolucionarios vendremos aquí por dos razones:  porque nos mantendremos limpios y porque la Revolución estará vigente en nuestra patria, porque aunque otros hombres nos tengan que sustituir oportunamente, puesto que esta no es tarea de un grupo sino tarea de muchos, la Revolución estará vigente en nuestra patria.  Si no podemos venir aquí será porque hayamos muerto defendiéndola, pero no será porque puedan venir a arrebatarle el poder a la Revolución mientras quede en pie un solo revolucionario verdadero.  Y hablo de revolucionario verdadero, porque esos son los que en definitiva cuentan.  Hablo de revolucionarios verdaderos, porque esos son los que están en las horas del triunfo y en las horas del sacrificio, porque están cuando el camino es fácil, pero están mejor todavía cuando el camino es difícil (APLAUSOS), porque lo mismo actúan y lo mismo dicen presente en la hora de la victoria que en la hora de forjar la victoria.

Por eso recuerdo siempre con tanta veneración a los primeros caídos de la Revolución y a todos los caídos de la Revolución.  Por eso, porque fueron los que iniciaron la lucha; porque fueron los que cuando nadie tenía fe ellos la tenían; porque fueron los que no se resignaron a creer que nuestro pueblo tenía que cruzarse de brazos, impotente, frente a la tiranía; porque fueron los hombres que, en las horas aquellas en que la esperanza no era sino como una débil llama, cuando parecía muy lejana y muy remota la hora del triunfo, no vacilaron.

Revolucionarios no son todos los que dicen ser revolucionarios (APLAUSOS); porque revolucionarios son, en primer lugar, los que no andan sacando su hoja de servicios (APLAUSOS), porque, ¿quiénes más revolucionarios que los compañeros que cayeron en la lucha?  ¿Y cuándo, después del triunfo, hemos visto a uno de nuestros mártires presentar su hoja de servicios?  Porque la hoja de servicios de los que cayeron es precisamente la libertad de que está disfrutando nuestra patria (APLAUSOS), es la hoja eterna de servicios de los que lo dieron todo para no recibir nada, sino lo único que aspiraban:  ¡la felicidad de su patria! (APLAUSOS.)

Realmente son muchos los revolucionarios aparecidos después del Primero de Enero (APLAUSOS).  Y no es que fueran pocos, no es que fueran pocos los hombres y las mujeres que lucharon.  Pero lo que sí es cierto es que todos sabemos de incontables casos, de familias, de hombres y de mujeres que ayudaron, y después del triunfo guardaron un modesto silencio (APLAUSOS), permanecieron en sus casas, porque entendían que cumplían con un deber y que a nadie más que a sus propias conciencias tenían que rendir cuenta de su conducta.

Esos son los verdaderos patriotas, los que tienen el pudor de no andar exhibiendo y de no andar proclamando los servicios que prestaron, porque se puso de moda —¡como siempre!— la presencia de los falsos revolucionarios; de los que en la hora del triunfo se presentan con la misma prontitud con que se esconden debajo de la cama si de nuevo se presenta la hora difícil; de los que sabemos que no se puede contar con ellos si el camino se hace difícil y duro, si la Revolución tiene que afrontar momentos de sacrificio y de lucha, porque son los que tienen la misma habilidad para penetrar en los edificios públicos y en las solemnidades, como la tienen para desaparecerse cuando hay que ofrecer la vida, cuando hay que decir presente.  Porque, desde luego, no eran tantos el 10 de marzo.

y cuando hablo así no hablo de la masa del pueblo, porque lo más abnegado, lo más sacrificado y lo más puro es la masa del pueblo; porque es el que espontáneamente, desinteresadamente y por puro idealismo, respalda la Revolución (APLAUSOS), hace acto de presencia en todas las conmemoraciones, en todas las concentraciones, en todas las peregrinaciones y que no pide nada, porque no concibe la patria o la Revolución como un instrumento de cuestiones personales o de satisfacciones personales, sino que concibe la patria y concibe la Revolución como algo superior, algo que nos satisface por lo que significa de bienestar para todos, de beneficios para todos, de gloria y de dignidad para la nación y para el pueblo cubano (APLAUSOS).

Asco dan, repugnancia producen aquellos individuos que creen que tantos miles de jóvenes cayeron, que tanto sacrificio se hizo solamente para que ellos trepen, para que ellos perciban beneficios de tipo personal; porque los que tal piensan no hacen sino insultar a nuestros muertos, ultrajar el honor de nuestro pueblo y venir aquí a hacer el ridículo papel de imaginarse que una lucha que ha encendido tantas virtudes, un sacrificio que ha despertado tantas ilusiones, se puede venir aquí a prostituir y se puede venir aquí a tratar de inculcar de nuevo los vicios que, si no erradicados del todo, no pararemos hasta que no los hayamos erradicado del seno de nuestra patria (APLAUSOS).

Bueno es decir que no hay que hablar solo de los falsos revolucionarios.  Hay que hablar también de los revolucionarios que creen que la lucha se acabó ya, de los revolucionarios que se creen que el primero de enero ya pasó el sacrificio;  de los que se piensan que un pueblo puede alcanzar tranquilamente sus anhelos de libertad y de justicia, de los que creen que la justicia se puede implantar impunemente en medio de tan poderosos intereses nacionales y extranjeros como son los que se oponen al progreso de nuestra patria (APLAUSOS).

Hay los revolucionarios que de tal manera piensan y aflojan sus resortes morales y aflojan su sentido del deber.  Porque está equivocado el que crea que nos van a dejar llevar adelante nuestra Revolución sin tratar de destruírnosla, sin tratar de perturbárnosla, sin tratar de crearnos todo género de dificultades, tanto económicas, como políticas, como de orden público, como de disciplina social.  Están equivocados los que creen que aquellos que perdieron aquí sus privilegios, aquellos que perdieron sus cuentas de bancos porque no pudieron llevarse la valija, aquellos que perdieron sus fincas mal habidas, aquellos que perdieron sus negocios, aquellos que perdieron sus edificios, aquellos que perdieron su señorío, aquellos que perdieron su facultad de ser dueños de vidas y haciendas, se van a resignar tranquilamente.

Los que crean que no se van a asociar con los grandes intereses extranjeros perjudicados por nuestra Revolución, los que crean que no se van a asociar con las tiranías que son enemigas de nuestra Revolución, los que crean que no van a tratar de forjar una cadena de intereses poderosos para tratar de crearnos obstáculos de toda índole, los que tal crean, no tienen noción de lo que es una revolución.  Podrán ser revolucionarios bien intencionados, pero mal entendidos; revolucionarios con buena fe, pero con poco pensamiento revolucionario.  Porque lo primero que un revolucionario verdadero, que un hombre con conciencia revolucionaria piensa, cuando se propone o es parte o es miembro o es partícipe de un proceso revolucionario, es que los procesos revolucionarios lesionan intereses poderosos y que esos intereses no se resignan a perdonar la Revolución.

Si aquí se hubiese tratado de un simple cambio de hombres, de un simple cambio de mando; si todo lo hubiésemos dejado como estaba, si no nos hubiésemos empeñado en llevar adelante una obra reformadora, una obra tendente a superar todos los males de nuestra república y a superar todas las injusticias de nuestra república...  Porque esta Revolución solo tiene razón de ser en la injusticia y en la opresión, porque sin injusticia y sin opresión, si no fuese cierto que nuestro pueblo vivía en la más humillante y en la más inmerecida de las situaciones, el pueblo —que es consciente, que actúa con un instinto fino, con un sentido claro de sus intereses— no se habría sumado a una revolución, no habría dado tantos hijos a esa lucha y no habría sido posible destruir ese consorcio poderoso de fuerzas e intereses, de propaganda, que mantenía a la dictadura en el poder.  Hubo Revolución porque había injusticias que reparar y porque, como dijo Maceo con una extraordinaria agudeza y visión, “la Revolución estará en marcha mientras quede una injusticia sin reparar”.

Las revoluciones no son una invención humana, las revoluciones no son consecuencia del capricho de los hombres.  Los pueblos no se mueven detrás del capricho ni de las ambiciones de nadie.

Los pueblos solo se mueven en pos de grandes aspiraciones de justicia.  Y si nuestro pueblo se ha movido entero, y se ha movido en una proporción tan elevada como no contó con ella ninguna revolución en el mundo, eso no prueba sino que había muchas injusticias que reparar en nuestra patria, que la nación estaba inconforme, que estaba inconforme con la tiranía (APLAUSOS), que estaba inconforme con todo lo que venía de atrás; y tenía que estar inconforme, porque ni siquiera habíamos logrado la independencia.

Era una independencia teórica, porque la república se conducía dócilmente, porque nuestros gobernantes eran gobernantes dóciles a los grandes intereses, que son intereses contrarios a los intereses sagrados de nuestro pueblo, y los gobernantes iban al poder sin otra preocupación que estar ahí seguros el tiempo señalado por la ley o el tiempo que aspiraban a permanecer en el poder.  Los gobernantes no se preocupaban por el pueblo, los gobernantes no se preocupaban por hacer justicia.  Unos lo hicieron más mal, otros lo hicieron menos mal, otros lo hicieron pésimo, porque no solo fueron malos gobiernos sino que fueron sanguinarios y fueron crueles.

Pero, en definitiva, la nación estaba inconforme.  Todo hombre en la calle, lo mismo un humilde conductor de automóviles que hasta un limpiabotas, hablaba sobre las cuestiones públicas, explicaba su inconformidad, hablaba de los males, hablaba de las injusticias y decía lo que había que hacer.  Porque todos nosotros muchas veces, miles de veces tal vez, oímos decir que aquí lo que hacía falta era un gobierno que fuese capaz de acabar con todas las malversaciones, con todas las prebendas, con todos los negocios turbios, con todos los abusos, con todas las injusticias.

Miles de veces hemos oído del pueblo manifestaciones, en miles de personas distintas, pero todas con aquella sinceridad, todas con aquella madurez de quienes consideran que la república, la nación, debía ser una cosa distinta de la que era.  Porque a pesar de que los pueblos pueden acostumbrarse a vivir en determinadas situaciones, nuestro pueblo no se resignó nunca, nuestros ciudadanos nunca acabaron de resignarse con la idea de por qué había niños descalzos pidiendo limosna por las calles, vestidos de harapos; por qué había enfermos que se morían; por qué no tenían recursos y nadie los ayudaba ni a bien morir; por qué ese cuadro de pobreza, ese cuadro de miseria, ese cuadro de dolor que teníamos, lo mismo en las calles de nuestras ciudades que en nuestros campos; por qué aquella entrega sistemática y permanente de los recursos de la nación a intereses extranjeros; por qué aquel saqueo sistemático y permanente del Tesoro Público, de los fondos de los ayuntamientos, de las provincias, de la Hacienda Pública, por funcionarios que no tenían la menor noción de lo que era su deber, de lo que era cumplir la ley, de lo que era tratar con respeto y consideración a la nación y a los ciudadanos; por qué aquello de que las grandes injusticias no eran castigadas nunca; por qué aquella impunidad con tanto mal; por qué aquel acontecer de la vida nacional que marchaba en contradicción con las más elementales ideas de la justicia y del bien...... seguirá ...


Respuesta  Mensaje 37 de 40 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 16/11/2010 22:26

 

Continuación ....

Los hombres nacemos con una idea instintiva de lo que está bien y de lo que está mal.  Ese instinto puede ser mejorado o puede ser empeorado por el ambiente, pero todos nacemos con esa sensación de lo que es la justicia, porque es que es un sentimiento instintivo del hombre y todos lo veíamos marchar en contradicción con lo que para nosotros era elemental con la idea de la justicia.

Así se explica esta Revolución, que no fue obra del capricho de nadie, sino obra de la realidad.  Porque la Revolución no se puede inventar, no se da ni se produce si no hay condiciones, porque si no que vengan ahora a hacer revolución en el pueblo, que está satisfecho; que vengan ahora a levantar al pueblo para luchar contra la Revolución, a ver si encuentran a alguien, como no sea a los botelleros y a los criminales de guerra (APLAUSOS), como no encuentren a aquellos intereses afectados, como no encuentren a aquellos egoístas que no tienen más patria ni más sentimientos que sus intereses personales.  ¡Que vengan ahora!  Porque la revolución solo puede hacerse sobre una base de injusticia, cuando hay injusticia.  Si no, no se pueden hacer revoluciones, porque nadie tiene poderes para engañar a ningún pueblo ni hacer sugerencias contra la pasión de los pueblos.

¡Los pueblos jamás se sublevan contra el bien y contra la justicia!

Eso es para indicar que nuestra Revolución fue una necesidad, pero que hay revolucionarios que no comprendieron o no comprenden que esto no es un premio que como por azar se obtiene.  Que las conquistas de los pueblos son conquistas siempre de sacrificios, porque sin sacrificios hubiéramos podido tener un golpe de Estado que lo dejara todo como estaba, un golpe de Estado sin recuperación de bienes, un golpe de Estado sin fusilamiento de los criminales de guerra, un golpe de Estado sin reforma agraria, un golpe de Estado sin leyes revolucionarias.  Pero sin sacrificios no se hubiera logrado este triunfo, y sin sacrificios no llegaremos al final de la meta.

Y hay esa segunda clase de revolucionarios que se olvidan:  primero el revolucionario falso, después el revolucionario equivocado, y hay el tercero:  el revolucionario que degenera (APLAUSOS).  Porque si contra algo debemos estar alerta es contra la degeneración del revolucionario, del espíritu revolucionario y de la moral revolucionaria.

Y esto, ¿por qué es cierto?  Porque hay revolucionarios que se acomodan, porque hay revolucionarios que degeneran (APLAUSOS), y tanto el pueblo como los combatientes revolucionarios deben estar siempre muy alerta contra el revolucionario que degenera.

¿Quiénes son los que tienen más posibilidades de degenerar?  Pues por lo general aquellos que menos se sacrificaron en la lucha.  Porque los que de verdad concibieron esto como un gran sueño, los que de verdad hicieron grandes sacrificios, los que quieren la Revolución con toda su alma, los que no viven más que para la Revolución, los que tienen la idea de que la Revolución está mil veces por encima de los intereses de cada uno de nosotros, esos son los que la quieren, porque se sacrificaron por ella.

Con esto de la Revolución ocurre como con la anécdota bíblica de aquellas dos madres que fueron ante el Rey Salomón discutiendo de quién era aquel hijo.  Y ante la proposición de dividirlo en dos partes, la mala, la falsa madre, estuvo de acuerdo.  Pero la verdadera madre dijo:  “¡No, que se lo lleve ella, porque no quiero que maten a mi hijo!”  (APLAUSOS.)

Es decir que los hombres que sienten esta Revolución porque es fruto de sus sueños, porque es fruto de sus sacrificios, la quieren por encima de todo:  prefieren su personal sacrificio, prefieren incluso su alejamiento personal antes de hacerle daño a la Revolución.  Son los que no se prestan a hacerle el juego al extranjero, son los que no se prestan a hacerles el juego a las calumnias y a las intrigas de los enemigos de la Revolución (APLAUSOS).  ¡Son los hombres firmes, los que no atienden a cantos de sirenas ni entienden de intrigas ni los pueden confundir, porque saben lo que es la Revolución!  Porque saben que es toda espíritu de libertad, porque saben que es toda pureza, porque saben que es toda dignidad humana y justicia para nuestro pueblo y justicia para nuestros ciudadanos (APLAUSOS).

Ya asombra las campañas que se hacen fuera contra nuestra Revolución.  Es increíble, parece absurdo cómo nos tratan de pintar.  Abre usted un periódico extranjero, y lee:  “Torturado un niño.”  Tranquilamente se lo publican.  Abre un periódico extranjero, de esos que defienden los intereses reaccionarios, similares a los intereses que nosotros estamos combatiendo aquí, y lo que lee son fábulas tales que nos asombramos, porque estamos tan lejos de imaginar que nos traten de pintar con tan tétricos colores que nos asombramos.

Pero bueno es que aprendamos que a nuestro pueblo, por el delito de querer ser libre; a nuestro pueblo, por el delito de querer progresar; a nuestro pueblo, por el delito de querer vivir de las riquezas de su isla        —porque esta es nuestra isla:  aquí nacimos, aquí vivimos y de los recursos de esta isla tenemos que vivir (APLAUSOS)—; a nuestro pueblo, por el delito de querer vivir de su esfuerzo, sin pretender quitarles nada a otros pueblos, sin pretender quitarle a nadie nada y reclamar, sí, lo que nos pertenece, nos quieren pintar con los colores más tétricos.

Bueno es que sepamos que ese es el precio que tenemos que pagar.  Bueno es que sepamos que teníamos que escoger entre la vergüenza del pasado, la humillación del pasado, el dolor y la tristeza del pasado, pero sin enemigos externos, y la gloria de hoy, la honradez de hoy, el orgullo de hoy y la alegría de hoy (APLAUSOS).

Pero con calumniadores que nos detractan, con enemigos que tratan de pintarnos con los peores rasgos, con enemigos que en su impúdica campaña llegan hasta poner en duda que la Revolución cuenta con el respaldo del pueblo, y luego leemos en un periódico extranjero de alguno que dice “que no cabe duda de que la Revolución tiene el respaldo del pueblo”.  Pero eso hay que decirlo.  Las verdades que son para nosotros tan evidentes que a nadie se le ocurriría dudarlas, en el extranjero parecen cosas absurdas, porque incurren en la contradicción de pintar con los peores caracteres a un gobierno que tiene el respaldo decidido y entusiasta del pueblo.  Pero no tienen manera de explicar cómo a un gobierno malo el pueblo lo respalda, porque se incurre en una tremenda contradicción, y los que invocando hipócritamente la palabra democracia quieren negar nuestra genuina y nuestra pura democracia, incurren en una tremenda contradicción si reconocen el tremendo respaldo que tiene nuestra Revolución.

Así no es de extrañar que se preparen conspiraciones, no es de extrañar que se preparen expediciones, no es de extrañar que se preparen maniobras, porque son capaces de cosechar y consumir y hasta creer en las mismas mentiras que han sembrado.  Son capaces de llegar a sugestionarse de veras con sus mentiras, y de veras pensar que la Revolución no tiene al pueblo.  ¡Fenómeno inexplicable que una revolución que tan rectamente marcha por el camino de la justicia en la lucha, defendiendo los intereses del país por encima de toda otra consideración, no tuviera al pueblo!  Y de ahí que no sea de extrañar o que se sugestionen o, lo que es peor todavía, que conscientemente quieran imponer un régimen de gobierno por la fuerza, como el que teníamos.  Quieran traernos otra vez a Cañizares aquí, a Chaviano aquí, a Pedraza aquí (EXCLAMACIONES DE:  “¡No!”).  Quieran otra vez que no transcurra un día sin un cadáver en nuestras calles.

Y de ahí todas las maniobras, de ahí todas las campañas para ese criminal propósito, para ese absurdo propósito.  Y en las campañas de calumnias no solamente los hay de afuera, que los hay de adentro; porque esta propia mañana en un periódico aparecía un cintillo —pero un cintillo escandaloso— donde comunicaba la noticia de que apareció un muerto en la Plaza Cívica, “aparece un cadáver en la Plaza Cívica”.  “Era del cabo 'tal', que era de los elementos del gángster Masferrer.”

Desde luego que aparecía la noticia, y decía escuetamente esto en el cintillo:  “Aparece un cadáver”, como en aquellos cintillos de la época de la tiranía y como si se quisiera insinuar que nosotros fuéramos capaces de tender un cadáver en la plaza gloriosa donde se reunió un millón de campesinos y hombres del pueblo, como si nosotros fuésemos capaces de acudir a procedimientos semejantes.  Desde luego que nadie pensaría eso.  Pero sí es bastante mal intencionado aquel cintillo que trate de recordar en la mentalidad de nuestro pueblo los tiempos pasados, como si nosotros fuésemos capaces de perpetrar un hecho semejante.  Ni a los peores enemigos —a nadie absolutamente— sería capaz un revolucionario de ultimar, y el revolucionario que tal hiciera sabe que inexorablemente tiene que pasar por los tribunales revolucionarios (APLAUSOS).

En los primeros momentos hasta llegamos a pensar que era una maniobra de los enemigos de la Revolución para tratar de desacreditarnos.  Con posterioridad, puesto que la muerte era de producto natural y estaba enfermo ese perseguido de la justicia —que, por otro lado, no era ningún personaje importante, ni mucho menos—, lo más probable era que fuera una persona escondida en algún sitio que, al fallecer de muerte natural, no se atreviesen a afrontar los riesgos de llevarlo a enterrar, o lo dejaran allí, o fuera idea de sus cómplices, porque algún cómplice lo debía tener oculto.

Pero es lo cierto que ante un incidente de esa naturaleza, que es perfectamente fácil de probar ya, pues apareció aquel cintillo escandaloso como hacía tiempo que no se veían, como si la Revolución fuese capaz de cometer la estupidez, o mancillarse las manos, o tolerar que un hecho semejante se cometa.  Porque hechos semejantes jamás se cometerán en nuestra Revolución, y el que los cometa sabe que el peso de la ley caerá inexorablemente sobre él (APLAUSOS).

Quiero decir que tenemos que estar alerta, que hay que saber, que hay que conocer estas cosas.  Y hay revolucionarios que naturalmente tienden hacia el alejamiento de las virtudes revolucionarias, cuando la hora es —¡cuando la hora es!— de fortalecer las virtudes revolucionarias.

Ese tercer caso de revolucionarios es de los que producen verdadera pena, porque el primer deber, el principio número uno de un revolucionario es ser sacrificado.  El primer deber de un revolucionario es no olvidarse de los días duros de hambre y de esfuerzo físico o de riesgos en la lucha por el triunfo.  Porque lo mejor que el hombre pueda tener es su capacidad de sacrificio, porque el hombre sin capacidad de sacrificio de nada vale, porque de nada es capaz y para nada sirve.

Hay el revolucionario que degenera porque quiere acomodarse.  Hay el revolucionario que tiende a mercantilizar su espíritu.  Hay el revolucionario que se pone a pensar en las cosas materiales.  Y la virtud esencial de un revolucionario debe ser la austeridad y su capacidad de sacrificio, para que siempre pueda servir a su causa.  Porque el hombre que se deja aflojar su entereza de carácter y sus virtudes morales, llegará a ser traidor, llegará a ser desertor, llegará a ser hasta ladrón, y llegará, cuando menos, a ser un indiferente y un prófugo de la Revolución, que se aparta porque se le apaga la llama del ideal (APLAUSOS).

Y al recordar los sacrificios de los hombres que cayeron; al recordar aquella vida nuestra en la cárcel, donde todo era dureza, donde nos faltaba todo; al recordar aquella vida nuestra en campaña; al recordar aquellas docenas y cientos de compañeros que con nosotros compartieron las noches de marcha, los días de lluvia y de frío, de hambre y de penurias, de lucha y de sacrificio, de combate contra enemigos incomparablemente superiores en número y en armas; cuando recuerdo a todos aquellos que yacen en los ríos y en las montañas de nuestra patria; cuando pienso en aquellos hombres a los que venimos a recordar aquí    —porque ni siquiera tuvieron la satisfacción de ver el triunfo, porque ni siquiera tuvieron la satisfacción de ver coronada la obra—, no pienso sino que cada revolucionario y, sobre todo, cada soldado revolucionario debe tener eso presente por encima de todo.  Porque no es buen soldado el que anda pensando en la ropita limpia (APLAUSOS), no es buen soldado el que anda pensando en la comidita bien condimentada, no es buen soldado el que anda pensando en la camisa blanca, no es buen soldado el que anda aspirando a cargos y a grados, porque los grados desaparecieron aquí desde el momento en que aquí no hay generales ni coroneles (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES), y que el grado más alto es el de Comandante, y todavía nos parece mucho, y existe no más que por una mínima necesidad de jerarquía militar.

No es revolucionario el que se olvida de su sentido en la guerra, el que se olvida de su espíritu en la guerra, y su mente se vuelve rutinaria, y su mente se vuelve copiar lo que había, y su mente se vuelve el reglamento de antes, la organización de antes, el estilo de antes y las costumbres de antes.

No es buen soldado el que permite que el cuerpo se le reblandezca y que la mente se le reblandezca y el ideal se le reblandezca.  Porque somos nosotros los que estamos en el deber de tratar de que tengan lo que necesiten, de tratar de que tengan buena comida si es posible, pero no debe ser el soldado el que ande hablando de la comida y el que ande hablando de la ropa (APLAUSOS), porque para soldados acomodados, prefiero a los guajiros con sus machetes (APLAUSOS PROLONGADOS); para soldados que no estén prestos a mantener alta su bandera moral, su histórica resignación, su extraordinario espíritu de abnegación y de sacrificio que los hizo grandes; para soldados que por no tener estas cosas presentes tiendan un día a parecerse siquiera a los soldados de ayer, que fueron la causa del vicio, que fueron la causa de la tiranía, y que fueron los defensores del mal; para soldados que se corrompan, prefiero a los campesinos con sus machetes (APLAUSOS PROLONGADOS).

Bueno es decir, el día de la conmemoración de los mártires, que tenemos soldados por necesidad, no por placer; tenemos soldados por necesidad y no por afición.  Paga el pueblo a los soldados para tener hombres enteros ahí; paga el pueblo a sus soldados, los alimenta y los viste, para tener hombres cuyo premio fundamental sea la consideración y el cariño de sus conciudadanos, cuyo premio fundamental sea el respeto de la ciudadanía, la confianza de la ciudadanía, el amor de la ciudadanía.

Tenemos soldados porque la patria lo necesita para defender su soberanía y para defender su Revolución, si no, no tendríamos soldados (APLAUSOS).

Luego en memoria de los caídos, con el recuerdo puesto en aquellos magníficos soldados de los primeros días, que no le podían pedir refuerzo a nadie, que no le podían pedir auxilio a nadie, que no le podían pedir comida a nadie, que ganaron innumerables combates porque nunca se sintieron cansados, nunca fueron remisos a cumplir una orden, que muchas veces hasta después de 3 y 4 días sin comer caminaban 30 kilómetros de noche para interceptar una tropa en retirada; soldados del cumplimiento del deber en la clandestinidad, como Frank País (APLAUSOS); soldados como Daniel, que murió un día como hoy hace un año, cuando nuestras fuerzas habían iniciado la contraofensiva, cuando el enemigo se retiraba y hacía un último esfuerzo por rescatar una tropa sitiada; un día como hoy, cuando Daniel junto con otro contingente de 300 hombres iba a combatir un refuerzo que llegaba contra esa tropa sitiada a que me refería, y al llegar al alto de una de aquellas montañas más abruptas, en horas de la madrugada, al saber que la tropa sitiada se había rendido, y habiéndosele ordenado a distintas fuerzas avanzar para cortar la retirada al refuerzo, aquellos hombres —entre ellos en una de las columnas el compañero Daniel, que no tuvo tiempo ni de atrincherarse porque apenas llegaba a la posición después de muchos días de luchar sin comer y la tropa casi descalza— se batieron contra el enemigo que ya se retiraba.  Hombres como aquellos, que hicieron posible la victoria, son los que necesitamos en la paz (APLAUSOS).  Hombres como aquellos, que murieron al amanecer, sin tiempo para dormir un minuto después de muchos días ni para alimentarse; hombres como aquellos, que eran pocos pero podían vencer a muchos, porque eran superiores por su abnegación y su espíritu de sacrificio, son los que necesitamos.

¡Muchos no, buenos sí!  ¡Acomodados no, abnegados sí!  (APLAUSOS), porque el combatiente revolucionario nunca debe pensar en el número.  El combatiente revolucionario debe combatir al enemigo, aunque lo dupliquen o lo tripliquen o sea treinta veces mayor.  Porque los primeros soldados de este ejército revolucionario fueron un día menos de 15 hombres, y por cada uno de ellos, ¡por cada uno de ellos!, la dictadura tenía 4 000 soldados; es decir, 4 000 hombres armados.  Así que el combatiente revolucionario no debe pensar jamás en el número de enemigos, sino en la calidad de los defensores de la patria y de la Revolución, porque el número no importa en absoluto, lo que importa es la calidad.

Y los mejores soldados fueron aquellos de la Guerra de Independencia, los mejores soldados fueron aquellos de las montañas; el mejor ejército fue aquel, el ejército espartano, cuyos hombres llevaban una vida austera, que tomaban un caldo negro, que pasaban frío, que vivían en condiciones duras.

Soldados de cuarteles no queremos.  Queremos soldados de marcha, queremos soldados de montañas (APLAUSOS), queremos soldados que se mojen, queremos soldados que marchen de noche, queremos soldados que lleven su olla arriba para cocinar por escuadra y no anden pensando en llevar calderas para cocinar por el batallón o por el regimiento; queremos soldados que no olviden sus días de campaña, sus tácticas de lucha; soldados que no se nos vuelvan mediocres con la vida de los cuarteles.  Porque a ese soldado de cuartel lo derrotamos totalmente, a ese ejército de cuartel lo destruimos totalmente.

No es un buen soldado rebelde, ni merece llamarse soldado rebelde —porque por algo hemos dejado el nombre de rebelde— el soldado que se acomode a los cuarteles olvidándose de la vida del verdadero soldado rebelde que fundó este ejército de la república (APLAUSOS).  No es buen soldado rebelde el que se atemorice de las marchas, el que se atemorice de las montañas, el que se atemorice del hambre, el que se atemorice de las noches de frío.  Porque cuando estábamos en las montañas no teníamos cuartel maestre al que pedirle que nos mandara zapaticos nuevos.  Cosíamos los zapatos hasta con alambre y seguíamos la marcha, porque nuestro deber era seguir la marcha, nuestro deber era seguir la lucha.

Soldados como esos —lo digo un día como hoy en que se conmemora la muerte de Frank País, de Daniel, de todos los que murieron en la clandestinidad y de todos los que murieron en las montañas (APLAUSOS)— son los que queremos:  soldados que no anden pensando en comodidades, y soldados que no anden pensando en pasear en las máquinas de servicio (APLAUSOS), y soldados que tengan muy presente que la Revolución jamás contemporizará ni con indisciplina, ni con corrupción, ni con desviación.

Soldados de la república son todos los cubanos, y a los soldados del Ejército Rebelde, a los combatientes revolucionarios —y me refiero a ellos porque los conocí más que a ninguno, me refiero a ellos porque conviví con ellos, porque fuimos fundadores de este ejército, porque les inculcamos el espíritu de sacrificio, porque les inculcamos la caballerosidad, porque les inculcamos el respeto al adversario, porque les inculcamos el sentido de la ley—, a ellos más que a nadie —porque ellos como nadie tienen la obligación de meditar un día como hoy—, a ellos les digo que la Revolución será inflexible con la austeridad de los militares revolucionarios, con la lealtad de los militares revolucionarios, con la disciplina de los militares revolucionarios y con la honradez de los militares revolucionarios (APLAUSOS).

Por tanto, todo jefe que consienta indisciplina es un mal jefe, todo jefe que tolere indisciplina es un mal jefe.  La rectitud y la disciplina, que no están reñidas con la confraternidad y el compañerismo revolucionarios, deben ser las normas del Ejército Rebelde y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Sobre todo puedo decir esto, porque no se nos pueden olvidar los primeros días en las montañas, no se nos pueden olvidar aquellos días en que venían 10 a sumarse y volvían 9 para sus casas; no se nos pueden olvidar aquellos días duros de verdad, cuando parecía que no había esperanza de triunfo, en que solo 1 de cada 10, en que solo 10 de cada 100, y, aun al final, no fueron más que 30 de cada 100 de los que fueron a la Escuela de Reclutas de las Minas del Frío los que no se marcharon.  Porque aun al final, cuando nuestros ejércitos marchaban victoriosos por los llanos de la provincia, de cada 100 se iban 70; de cada 100, 30 eran buenos.

Y como muchos vinieron después, como muchos vinieron después del triunfo, como hay más soldados de los que había en la guerra, es por lo que tenemos que preguntarnos si todos tienen las virtudes, es por lo que tenemos que preguntárnoslo, y es por lo que tenemos sobre todo que decirnos que el Ejército Rebelde, el ejército con que puede contar el pueblo, son, en primer lugar, los hombres probados; son, en segundo lugar, los 30 de cada 100 y los 10 de cada 100 que resisten las horas difíciles o muy difíciles; y el porcentaje de los otros 70 a quienes la idea de la patria que es hoy Cuba pueda haber inculcado a los espíritus el espíritu de sacrificio, el idealismo y la abnegación que no pudo inculcarles la presencia de tantos vicios y tantas comodidades como vimos en el pasado.

Por eso hoy es el día de hablar de estas cosas, para que ni la menor sombra de desviación ni el menor espíritu acomodaticio se apodere de los combatientes revolucionarios.

Y esto que digo para los soldados rebeldes, esto que digo para los militares revolucionarios, lo digo para todos los funcionarios administrativos de la nación. Porque también, desgraciadamente —¡desgraciadamente!—, hubo hombres que se olvidaron de los principios de nuestra Revolución, que se olvidaron de la moral de nuestra Revolución, que se olvidaron de los sacrificios de esta Revolución y confundieron un poco el triunfo con la politiquería, y confundieron un poco el triunfo con el reparto de posiciones entre parientes (APLAUSOS), y confundieron un poco el triunfo con el reparto de botines.  Son pocos los casos, pero nosotros pensamos que no debió existir ninguno.

Lo que digo para el combatiente rebelde vale para todos los empleados, porque así no deben actuar ni el combatiente rebelde ni los empleados de la administración pública, cuyo deber no es andar pensando en sueldos, cuyo deber no es andar pensando en política, cuyo deber es trabajar, trabajar 12, 18 y 20 horas si es necesario; trabajar por la Revolución, trabajar por el pueblo, porque no tolerará el Gobierno Revolucionario la menor desviación moral en los funcionarios administrativos.

¿Quiere esto decir que cuando alguien cometa una falta en el acto va a ser destituido?  ¡No!  No, porque es imposible en el vasto andamiaje de la administración pública, es imposible en el vasto trabajo que nos embarga a los dirigentes del Gobierno Revolucionario, que nosotros podamos funcionar como una maquinaria utópica; es decir, como una maquinaria perfecta:  a cada falta, castigo inmediato.

Hay muchos que luego se quejan con razón, como luego se quejan por incomprensión.  Hay muchos que luego se quejan con derecho y hay muchos que luego se quejan por pasión.  Y no es fácil discernir muchas veces hasta dónde es la razón y hasta dónde es la pasión, hasta dónde es el derecho y hasta dónde es el interés.

Nosotros no somos magos, nosotros no somos seres infalibles, nosotros no somos seres omniscientes, que podamos estar en todas partes, que podamos hacer las cosas a la perfección y en todas partes.  Adolecemos, sí, de muchos inconvenientes.  Adolecemos, entre otras cosas, de las circunstancias de tener que asumir la responsabilidad del gobierno en un país convulsionado.  Los días primeros y los meses primeros de la Revolución:  las multitudes moviéndose en la calle, la imposibilidad apenas de trasladarse de un lugar a otro, las dificultades para visitar los distintos puntos, por eso de tener muchas veces que estar abriéndose paso con gran esfuerzo entre nuestros compatriotas.

Por eso en los primeros momentos hubo esas cosas:  designaciones que no eran buenas, el arribismo, algún nepotismo, algunas deficiencias, porque nadie es capaz de poderlas superar, nadie puede tener ese control que se requiere para en momentos como esos evitar que se deslicen esos hechos.  Como también es cierto que habrá quien hizo más sacrificios, y, sin embargo, tiene menos grados que otros.  Eso se puede dar por distintas circunstancias:  bien porque un jefe fue menos estricto al dar un ascenso en los distintos frentes, o bien porque hubo quien tuvo más habilidad, o bien porque es cuestión incluso que es imposible que los grados y los méritos se otorguen con absoluta equidad, porque nada humano es perfecto.

Pero eso no quiere decir que porque desgraciadamente haya uno con un poco menos de méritos en una posición militar o civil determinada, los demás todos crean que tienen derecho a que le den una igual, porque no se luchó por la patria para cargos, y el verdadero revolucionario es el que trabaja en el lugar que está (APLAUSOS).

y así:  es imposible lo perfecto.  Quisiéramos lo perfecto, mas es imposible.  Podemos aspirar a lo más perfecto; pero sabemos que nunca lo más perfecto, lo que satisfaga a todos, se logrará.

Sabemos que es imposible la existencia de esa regla humana o de esos cerebros humanos que sean capaces de otorgar el mérito sin errores.  Pero sí creo que es posible en los hombres la abnegación, sí creo que es posible en los hombres la humildad, sí creo que es posible en los hombres el desinterés.  Y frente a las imperfecciones humanas inevitables, aquellas que se producen después de hacer el máximo esfuerzo porque no se produzcan, frente a la imperfección humana solo cabe la aspiración a la virtud humana.  Frente a las injusticias o a la falta de distribución equitativa del mérito solo cabe la idea del desinterés, de la modestia y de la abnegación de los hombres, que es el espíritu que tenemos que fomentar, son las virtudes que tenemos que fomentar en nuestro pueblo.

Por eso, un día como hoy, no venimos aquí a hacer elogios de nadie, no venimos a decir aquí que nos sentimos satisfechos con todo.  Nunca podremos sentirnos satisfechos, porque si es cierto que la perfección no se alcanza, ello quiere decir que siempre tendremos que estar luchando por ella.  Y los hombres que se sienten alguna vez satisfechos, esos hombres le estarán restando a la humanidad la energía con que contribuyen a su progreso.

Por eso los días como hoy venimos a hablar de los caídos, de los que lo dieron todo, de los que no recibieron otro premio que el premio a que aspiraban:  a la felicidad de su pueblo, premio que todos tenemos hoy.

Un día como hoy venimos aquí a decir que estaremos siempre alerta contra el revolucionario falso, estaremos siempre exhortando al revolucionario equivocado, y estaremos siempre como un freno contra todo lo que implique desviación del deber en todo hombre que tenga funciones civiles o militares dentro del campo de la Revolución.

Un día como hoy no venimos sino a hablar bien de nuestros caídos y a recordar el deber a los que no cayeron.  A esta generación hay que pedirle el máximo.  Esta ha sido la generación más afortunada de nuestra historia.  Debe, por tanto, aspirar a ser la más preparada y la más virtuosa.

Esta generación ha tenido la suerte que no tuvieron nuestros mambises, porque nuestros mambises lucharon durante 30 años y ni siquiera los que sobrevivieron tuvieron la suerte de ver su bandera libre del proteccionismo deshonroso del extranjero.  Ni siquiera tuvo Calixto García la suerte de entrar con sus tropas victoriosas en la ciudad de Santiago de Cuba.  ¡Ni siquiera!  (APLAUSOS.)

¿Qué generación tuvo la fortuna de nuestra generación, que después de siete años de lucha —¡solamente siete años!— tiene el éxito de destruir totalmente al enemigo y de asumir el gobierno de la república, las sagradas funciones de gobernar la república?  ¡Adquiere un prestigio en todo el continente y en todo el mundo!  Y son hombres jóvenes, todos jóvenes, como posiblemente en ningún lugar del mundo ni en ninguna nación del mundo alcanzara cargos y funciones tan responsables ningún grupo de hombres jóvenes.

Luego si esta generación ha sido privilegiadamente afortunada, si esta generación ha logrado contemplar los primeros frutos del esfuerzo, que no los últimos frutos...  Porque hay que trabajar muy duro y hay que luchar tal vez muy duro, porque la lucha no se acabó todavía, porque los sacrificios no se acabaron todavía, porque no sabemos en qué momento tenemos que empuñar de nuevo el arma para volver a pelear y volver a morir (APLAUSOS).

Esta generación privilegiada tiene el deber inexorable de ser más virtuosa que ninguna, y, sobre todo, de ser virtuosa ahora; de ser virtuosa donde los hombres rara vez son virtuosos:  en el poder.  Que quiere decir hacer uso de él para cumplir el deber, hacer uso de él para poner a prueba todas las virtudes y fortalecerlas.

Esta generación que tuvo la fortuna de ver lo que no pudo ver ninguna generación anterior, no debe pensar, no debe olvidar que este triunfo de hoy, que estos primeros frutos se lograron solo con muchos sacrificios; que miles de compañeros cayeron en el camino, que cada uno de nosotros tiene un deber sagrado con esos hombres, con esos hermanos, de los cuales no nos habla la historia, sino que convivieron con nosotros, que se sentaron a la misma mesa y se albergaron en la misma casa.

y que todo aquel que se aparte del camino del deber y del sacrificio, todo aquel que se acomode olvidándose de la austeridad y de la abnegación de aquellos hombres, todo aquel que se olvide de que esta generación no nació para el goce y el deleite del bienestar y de las delicias de la vida, sino que le tocó vivir, sí, muchos honores; sí, mucha gloria; sí, el privilegio de una nación joven, de una generación joven, que en un pueblo entusiasta como este tiene en sus manos un destino con un respaldo casi unánime de la ciudadanía, con una confianza ilimitada de la ciudadanía...

Si tuvo esa fortuna, si le ha tocado esas glorias, le tiene que tocar también el sacrificio.  Porque la gloria, la confianza de la ciudadanía, la simpatía de los pueblos de nuestro continente y del mundo, tienen que ir parejas con las virtudes que a una generación la hagan acreedora de ese reconocimiento, la hagan acreedora de esa simpatía.

Por lo tanto, si afortunada como ninguna ha sido nuestra generación, sacrificada y virtuosa como ninguna debe ser también, porque es el único modo en que no tendremos un día que bajar la cabeza ante la sola mención de los compañeros que cayeron.  Es de la única forma en que podremos siempre seguir contando con nuestro pueblo, que mientras nos vea puros, mientras nos vea abnegados, mientras nos vea dispuestos a darlo todo por el bien, por la justicia y por la libertad estará junto a nosotros (APLAUSOS).

Es necesario que desterremos el espejismo de que todos los triunfos se han logrado, que desterremos la ilusión de que no tendremos que luchar mucho y sacrificarnos mucho para llevar adelante nuestra Revolución, porque a los pueblos no se les quiere perdonar nunca el delito de querer ser felices y de querer progresar.

Debemos todos estar conscientes de que nuestro pueblo tiene que luchar y tiene que luchar duro para seguir adelante.  y nuestra generación, nuestros combatientes militares, nuestros funcionarios civiles deben estar conscientes de que cada día más será necesario el esfuerzo y será necesario el sacrificio.  ¡Porque esta Revolución tenemos que defenderla, porque esta patria tenemos que defenderla!, porque en ella no están solo el porvenir y la felicidad de nuestro pueblo; en ella están todas las esperanzas y todas las ilusiones de millones y millones de compatriotas.

Aquí, en nuestro suelo, están enterrados nuestros muertos.  Y hoy, que los que los asesinaron ya no están aquí; hoy, cuando los asesinos huyeron cobardemente; hoy, cuando esos mismos asesinos, aliados a todos los intereses, se preparan para volver a implantar aquí el terror, el luto y la humillación de ayer; hoy, cuando esos mismos asesinos se empeñan en movilizar cuantos enemigos sea posible para volver a implantar el terror sangriento que costó tantas vidas vencer, ¡hoy debemos decir y debemos proclamar y debemos jurar que esta tierra y esta Revolución las defenderemos hasta la última gota de sangre!  (APLAUSOS.)  Que esta tierra y esta Revolución no volverán a arrebatárnosla, porque aquí no solo están sembradas las esperanzas de nuestro pueblo.  Aquí, en esta tierra, en la entraña de esta tierra, están enterrados los restos de nuestros muertos.  Y si les arrancaron a ellos la vida, y si el precio del triunfo fue las vidas que les arrancaron, las vidas podían arrancárselas, ¡pero las ideas y el ideal por el cual cayeron no podrán arrancarlos!  ¡El recuerdo no podrán arrancarlo!  (APLAUSOS.)

Pudieron arrancarles la vida, ¡pero no podrán arrancarnos los huesos de nuestros muertos!  (APLAUSOS.)  Porque los verdaderos revolucionarios —¡los verdaderos revolucionarios!—, los que fuimos sus compañeros en las montañas, los que fuimos sus compañeros en las casas, los que fuimos sus compañeros en la mesa, estamos prestos a ser también sus compañeros en las tumbas.

Muchas gracias.

(OVACION.)

 Rubén


Respuesta  Mensaje 38 de 40 en el tema 
De: residente Enviado: 17/11/2010 00:34
General: JEAN GUY ALLARD: MERCENARIO DE LA PLUMA AL SERVICIO DEL CASTRISMO
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: residente  (Mensaje original) Enviado: 16/11/2010 11:27

JEAN GUY ALLARD: MERCENARIO DE LA PLUMA AL SERVICIO DEL CASTRISMO

viernes 21 de mayo de 2010

JEAN GUY ALLARD: MERCENARIO DE LA PLUMA AL SERVICIO DEL CASTRISMO
(5-31-10-5:30PM)

Aquí le tienen. Si la cara es el espejo del alma, el rostro de este mercenario franco canadiense es la viva estampa del descarado y taimado vendido al mejor postor. Y en este caso, el mejor postor resultó ser la tiranía sanguinaria de los Castro y sus viejos cómplices que por 51 años han encadenado al pueblo cubano y han gastado millones de pesos para mantener engañado al mundo acerca de la naturaleza de ese sanguinario y ladrón régimen.
Este sujeto tiene la cara dura de acusar de mercenario al servicio del extranjero a cuanto cubano enemigo del castrismo trabaja por el derrocamiento de la tiranía o por desmontar las mentiras difundidas por él y gentes como él. Según una de las  definiciones del diccionario--la que más le encaja a este francocanadiense de Quebec-- es la que dice: "Mercenario: el que sirve a un príncipe extranjero por cierto estipendio".
¿Cómo puede un canadiense trabajando en la maquinaria de inventar mentiras de una tiranía extranjera, calificar de mercenarios a los cubanos que luchan por la libertad de su patria? Aquí, el verdadero mercenario es él, que no es cubano y vive en Cuba como un potentado, gracias a que se ha prestado a ser el "novelista" oficial de la oprobiosa tiranía. Sus libros y artículos son verdaderos culebrones aderezados con los más estrafalarios ingredientes que se le ocurra mezclar a este mercenario de la pluma, que bien podría dedicarse (seguramente que con más éxito literario que el que obtiene ahora con sus inventos de complots y complicidades fabulosas) a escribir telenovelas, donde se pueden inventar todas las situaciones que el autor quiera sin necesidad de aportar pruebas o atenerse al más elemental sentido del buen juicio del espectador.
Jean Guy Allard, como buen mercenario extranjero, vive en Cuba rodeado de lujos, gozando de todos los privilegios de la Nueva Clase y los "pinchos" y "mayimbes' servidores de la tiranía. No compra sus alimentos por la libreta de racionamiento, no tiene las resctricciones  que padecen los cubanos de a pie. Entra y sale de Cuba cuando quiere y cobra muy bien por sus infames acusaciones sin fundamento. Todo estos privilegios los obtiene en su condición de mercenario que se presenta como "Experto en la mafia de Miami".
JEAN GUY ALLARD, HASTA NAUSEAS PRODUCE PRONUNCIAR SU NOMBRE.

Respuesta  Mensaje 39 de 40 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 17/11/2010 14:11

Parte del discurso de Fidel .. en las honras f´´unebres de las víctimas del sabotaje al buque lecoubre  .. en 1.960.-

 

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Los pueblos son buenos, y no se pueden juzgar por sus gobernantes.  No habría sido justo juzgar a los cubanos, a este pueblo magnífico, por los gobernantes que la Revolución derrocó.  Los pueblos no tienen la culpa.

Pero tal parece que las verdades no pudieran ni siquiera insinuarse en este continente donde nosotros los cubanos hemos aprendido a decir la verdad, sin miedo a nadie.  Y estas son verdades:  aviones enemigos de nuestro pueblo, aviones piloteados por mercenarios criminales, salen de Estados Unidos, y el gobierno de ese país, tan preocupado porque nosotros no adquiramos armas, no ha sido capaz de impedir esos vuelos.

Nosotros hemos logrado el triunfo del pueblo después de siete años de cruenta lucha y de inmenso sacrificio.  En aquellos tiempos cualquier ciudadano podía ser torturado, cualquier ciudadano podía ser asesinado en las calles de las ciudades o en los campos, la tiranía más atroz imperaba en nuestra patria; mas eso no era obstáculo para que de Estados Unidos llegaran los barcos cargados de bombas y llegaran los barcos cargados de metralla, que en cambio no estallaban en el puerto de La Habana.  Sin embargo, nosotros no asesinamos a nadie, nosotros no torturamos a nadie, nosotros no golpeamos a un solo ser humano, nosotros hemos establecido en nuestra patria el imperio del respeto a la dignidad humana, a la sensibilidad humana, y nuestro Gobierno Revolucionario se ha caracterizado por ese clima de seguridad que tiene el ciudadano, por esa sensación de tranquilidad, de seguridad y de respeto que tiene el ciudadano; nosotros no torturamos, nosotros no asesinamos, y sin embargo, las armas que vienen para defender este régimen estallan al llegar a puerto.  En cambio, los torturadores de nuestro pueblo, los verdugos de nuestro pueblo, los que arrancaron la vida de 20 000 compatriotas, los que asesinaban estudiantes, campesinos, obreros, los que asesinaban hombres y mujeres, los que asesinaban profesionales, los que asesinaban a cualquier ciudadano, esos recibían directamente armas y pertrechos que no estallaban.

Cuando se trata de un régimen revolucionario justo, un régimen revolucionario humano, un régimen que tanto se ha esforzado por defender los intereses del pueblo, los intereses de nuestro pueblo sufrido y explotado —explotado por los monopolios, explotado por los latifundios, explotado por los privilegiados—, un régimen que ha librado al pueblo de todas esas injusticias, un régimen de la mayoría del país, un régimen humano, lo combaten.  Al régimen criminal e inhumano, al régimen de los monopolios y de los privilegios, lo ayudaban.  ¡Vaya democracia que ayuda a los criminales y ayuda a los explotadores!  ¡Democracia es esta, donde el hombre vale para nosotros y valdrá siempre más que el dinero!  Porque por dinero no derramaremos jamás una gota de sangre humana; por dinero, por intereses egoístas, no sacrificaremos jamás una gota de sangre humana.

Y estos hechos no son únicos.  Porque, ¿quién se ha de extrañar de que estalle un barco en el puerto mientras los obreros trabajan?  ¿Quién se ha de extrañar de un sabotaje que cueste sangre de trabajadores?  ¿Quién se ha de extrañar, si hace apenas un mes —si es que llega al mes— un avión norteamericano, procedente de territorio norteamericano y manejado por un piloto norteamericano y con una bomba norteamericana, trató de dejarla caer sobre un centro donde había más de 200 obreros?  Y en aquella ocasión dije:  “¿Cuál no habría sido hoy el dolor de nuestro pueblo y cuál no habría sido hoy la tragedia de nuestro pueblo, si en vez de esos dos cadáveres de mercenarios tuviéramos que ir a enterrar unas docenas de obreros?”  Y como si aquellas palabras hubiesen tenido algo de premonición, hoy hemos tenido que venir en manifestación a enterrar varias docenas de obreros y de soldados rebeldes.

¿Qué tiene de extraño que los criminales autores de ese sabotaje no se hayan preocupado por el saldo de víctimas que iban a dejar, por los hombres que iban a asesinar?  ¿Qué tiene de extraño, si no hace un mes iban a dejar caer una bomba de 100 libras en medio de una fábrica funcionando, en medio de más de 200 trabajadores?  ¿Qué tiene de extraño si, cuando aquel hecho se produjo, nosotros con las pruebas en la mano, serenamente, le hablamos al pueblo, le explicamos al pueblo lo ocurrido, exhibimos las pruebas, e incluso les dijimos que mandaran los técnicos, para que vieran que era rigurosamente cierto todo cuanto se había dicho; si ha transcurrido un mes y todavía no han arrestado a nadie en Estados Unidos y no han expulsado a ningún criminal de guerra de Estados Unidos, ni han encontrado a ningún culpable, ni han molestado a nadie, sino que, por el contrario, a los pocos días volvieron las avionetas, y no había transcurrido apenas una semana cuando bombardearon la localidad donde reside el Primer Ministro del Gobierno Revolucionario?

¿Qué tiene de extraño que hagan estallar un barco cargado de obreros, si iban a estallar una bomba sobre un central azucarero, y no se preocuparon por bombardear una zona donde había niños, dejando caer en aquella región bombas de 100 libras?  ¿Qué tiene de extraño, si ayer mismo se acaban de publicar por la revista “Bohemia” las fotografías de la flota aérea, que tranquilamente reposa en los aeropuertos norteamericanos sin que nadie la moleste?  ¿Qué tiene de extraño, si ayer mismo recibimos la noticia de que José Eleuterio Pedraza se encontraba en Washington?  ¿Qué tiene de extraño, si estas cosas han estado ocurriendo?  Solo que en esta ocasión, el zarpazo ha sido duro y ha sido sangriento.

Era lógico.  Ya otra vez habíamos tenido que recorrer los hospitales llenos de víctimas, hace varios meses, a consecuencia de aquella incursión cuyo autor se pasea todavía por los pueblos y ciudades norteamericanas sin que nadie lo moleste.  ¿Qué tiene de extraño, si una serie de actos demuestran el conjunto de intereses poderosos que se agrupan contra nuestra Revolución; si hace apenas unos días liberaron grandes cantidades de maíz para sustituir la miel de Cuba en la fabricación de alcohol; si hace unos días retiraron los inspectores que observaban el cultivo de los frutos y las hortalizas que exportamos a ese país; si todo el mundo conoce la ley mediante la cual se quiere supeditar la soberanía de nuestro país a la amenaza de no comprarnos el azúcar?  Es decir, si en estos días van a presentar al Congreso una ley en virtud de la cual el Presidente de la república se reserva el derecho, en cualquier momento, de quitar la cuota azucarera, de reducirla, de no comprar ninguna si así lo estima.

¿Y qué quiere decir eso?  Quiere decir que nuestro país tiene una estructura económica muy débil.  ¿Pero por qué tiene nuestro país una estructura débil en lo económico?  Porque esa fue la estructura que los amos extranjeros le dieron a nuestra economía; una economía de monocultivo, una economía de latifundio, una economía de país subdesarrollado, una economía débil, consecuencia de la política de los amos extranjeros de nuestra economía durante 50 años.  Y ahora, valiéndose de esa dependencia de la que nosotros nos queremos librar, valiéndose de esa situación de la que nosotros tratamos de independizarnos —y eso es lo que quiere decir independencia económica—, valiéndose de esa dependencia, quieren adoptar sistemas que intentan doblegar nuestros derechos y someter nuestra soberanía.

Quiere decir que si nosotros hacemos leyes aquí, si nosotros tomamos medidas en beneficio de nuestro pueblo, ellos se arrogan el derecho de matar de hambre a nuestro pueblo.  Es decir que, utilizando la ventaja económica de que disfrutan a consecuencia de la política de monocultivo y de latifundio y de subdesarrollo que siguieron aquí, tratan de restringir los derechos de nuestro pueblo a actuar de manera independiente y soberana, bajo la amenaza de matarnos de hambre.

¿Qué quiere decir eso, si no una Enmienda Platt económica?  ¿Qué quiere decir eso, si no advertir que si nosotros tomamos medidas contra los latifundios, medidas contra los monopolios, medidas en beneficio de nuestro pueblo, se tomen represalias contra nosotros, porque somos país pequeño, de economía débil; y que si hacemos un esfuerzo por lograr una economía fuerte, lograr una economía propia, nos amenazan con matarnos de hambre?  ¿Qué es eso, si no un intento de menoscabar la soberanía de un país, un intento de restringir la independencia de un país?  ¿Qué es eso, si no que un gobierno se arroga el derecho de decidir sobre los destinos de otro país con medidas de represalia?  Porque no son medidas que se tomen para defender intereses nacionales, no son medidas que se tomen para defender intereses del pueblo norteamericano, no son medidas que se tomen para garantizar el abastecimiento; no, esas medidas, al revés que las nuestras —que son medidas que tomamos para defender al pueblo, para defender intereses nacionales, pero no medidas de represalia— ­son medidas de represalia.  No medidas para defender intereses nacionales, sino una medida de represalia contra otro país, mientras las medidas que nosotros tomamos son medidas de defensa de intereses nacionales y de intereses del pueblo.  Porque ninguna de las medidas que nosotros tomamos son medidas para matar de hambre al pueblo norteamericano, todo lo más, las medidas que nosotros tomamos les restringen el bolsillo voraz a unos cuantos monopolios norteamericanos, pero nosotros no le restringimos los medios de subsistencia ni de trabajo al pueblo norteamericano.  Las medidas que nosotros tomamos son contra monopolios, son contra intereses, no contra el pueblo norteamericano.  Y las medidas que ellos toman no son medidas para defender al pueblo norteamericano; son medidas de represalia contra el pueblo cubano.

Y eso, naturalmente que hacía falta un Gobierno Revolucionario para proclamarlo, hacía falta un gobierno del pueblo para proclamarlo, hacía falta un gobierno sin miedo a proclamarlo; sin miedo ni a las amenazas, ni a las represalias; sin miedo a las maniobras militares.  Y podríamos decir:  ¿Maniobras militares en el Caribe para qué?  ¿Maniobras de desembarco contra posiciones ocupadas por guerrillas para qué?  ¿Maniobras de tropas transportadas en aviones, en operaciones ofensivas, para qué?  Porque, que tengamos entendido, los problemas del mundo se van a discutir en las cumbres, según llaman; los problemas del mundo tenemos entendido que hoy son problemas de proyectiles dirigidos, de ciencia y técnica avanzadas, pero no hemos oído decir que los problemas del mundo sean problemas de guerrillas, ni hemos oído decir que los problemas del mundo sean problemas aquí en el Caribe y que haya dificultades de carácter internacional en el Caribe.

Tenemos entendido que las grandes potencias no piensan hoy militarmente en términos de guerrillas, que los que tuvimos que usar las guerrillas fuimos nosotros para luchar contra ese ejército profesional de la tiranía, y usar esa táctica contra fuerzas numéricamente superiores y superiores en recursos; pero no había oído decir que en el mundo las cuestiones militares se discutieran en términos de guerrillas.  Y cuando vemos maniobras de Infantería de Marina, maniobras de desembarco contra guerrillas, nos preguntamos para qué y por qué.  ¿Es que piensan desembarcar —me pregunto—, o es que piensan intimidar?  ¿Es que se nos quiere asustar?  ¿Es que se quiere hacer ver que en cualquier momento podemos ser invadidos?, ya que hay voceros que hablan de las cosas posibles, y entre las cosas posibles hablan de desembarcos aquí.

¿Quién dijo que desembarca aquí nadie?  ¿Y quién dijo que aquí se puede desembarcar tranquilamente?  Y por lo pronto, entre las cosas probables —que es bueno decir un día como hoy, porque en realidad estamos ya los cubanos bastante grandecitos en materia de patriotismo y en materia de civismo para que vayan a usarse contra nosotros esas insinuaciones— y entre las cosas posibles de que se habla, permítaseme decir que nos sentimos sencillamente admirados cuando con esa tranquilidad dicen enviar aquí, entre las cosas posibles la Infantería de Marina, ¡como si nosotros no contáramos para nada, como si en caso de esa eventualidad los cubanos nos fuéramos a quedar cruzados de brazos, como si los cubanos no fuéramos a resistir cualquier desembarco aquí, de cualquier tropa que intente doblegar a nuestro pueblo!

y es bueno que se diga, que lo digamos de una vez hoy aquí, en estos instantes en que venimos a depositar en las tumbas a un número considerable de soldados y de obreros y de ciudadanos que ayer estaban como estamos nosotros hoy —que quién sabe las veces que nos encontramos con ellos en los centros de trabajo, o en las concentraciones públicas, o nos encontramos con ellos en las instalaciones militares, o nos encontramos con ellos en las zonas de operaciones; que quién sabe cuántas veces, como ustedes, aplaudían y vivían llenos de las nobles ilusiones que la Revolución ha despertado en cada cubano humilde—; cuando venimos en luctuosa peregrinación a llevar sus restos a las tumbas, tranquilamente, serenamente, como quienes cumplimos un deber doloroso y lo sabemos cumplir, y lo sabemos cumplir abnegadamente, y lo sabemos cumplir sabiendo que mañana podemos ser otros, como ellos lo fueron ayer, y como otros lo fueron antes que ellos —porque los cubanos hemos aprendido a mirar la muerte serenamente y sin inmutarnos, porque los cubanos hemos adquirido un sentido real de la vida, que empieza por considerarla indigna cuando no se vive con libertad, cuando no se vive con decoro, cuando no se vive con justicia, cuando no se vive por algo, y por algo grande como están viviendo los cubanos en este momento—; aquí en este acto, entre estos muertos producto de quién sabe qué manos asesinas, digamos de una vez que nosotros no le tenemos miedo a ninguna tropa de desembarco en este país, que nosotros no esperaremos un segundo en tomar nuestros fusiles y en ocupar nuestros puestos, sin pestañear y sin vacilar ante cualquier tropa extranjera que desembarque en este país; que nosotros, es decir, el pueblo cubano, sus obreros, sus campesinos, sus estudiantes, sus mujeres, sus jóvenes, sus ancianos, hasta sus niños, no vacilarán en ocupar sus puestos tranquilamente, sin inmutarse y sin pestañear siquiera, el día que cualquier fuerza extranjera ose desembarcar en nuestras playas, venga por barco o venga en paracaídas, o venga en avión, o venga como venga y vengan cuantos vengan.

Y es bueno que lo digamos sin alarde, como quienes están decididos de verdad a hacer lo que se promete.  Y si alguien lo hubiera podido dudar, el día de ayer era como para demostrárselo para siempre al más pesimista.  Quien haya observado al pueblo en el día de ayer, quien haya visto aquel episodio a la vez maravilloso y dantesco, quien haya visto cómo las multitudes avanzaban hacia el fuego, cómo avanzaban los soldados, los obreros, los policías, los marinos, los bomberos, las milicias, cómo avanzaban hacia aquel lugar de peligro, cómo avanzaban hacia aquel lugar de muerte, sin inmutarse, quien haya visto lo que ayer hicieron los cubanos; quien haya visto a los soldados y al pueblo avanzar hacia el peligro para rescatar a los heridos, para rescatar a las víctimas en un barco ardiendo, en una zona que estaba ardiendo, cuando no se sabía cuántas explosiones más iban a ocurrir; quien haya sabido de aquellas oleadas, barridas por las explosiones, que murieron no en la primera, sino en la segunda explosión, quien haya visto al pueblo comportarse como se comportó ayer; quien haya visto al pueblo dirigir el tráfico; quien haya visto al pueblo establecer el orden; quien haya visto al pueblo avanzar sobre aquella explosión que dejaba tras de sí como un hongo, que recuerda el hongo de las explosiones nucleares; quien haya visto al pueblo avanzar hacia aquel hongo sin saber de qué se trataba, puede estar seguro de que nuestro pueblo es un pueblo en condiciones de defenderse, es un pueblo capaz de avanzar hasta contra los hongos de las bombas nucleares.

Y eso ocurrió ayer.  No es un invento de la fantasía; es una realidad que todo el pueblo presenció, es una realidad que hemos tenido que pagar con docenas de vidas valiosas, de hombres que cayeron cuando iban a salvar a sus compañeros, que dieron sus vidas tranquila y serenamente para salvar las vidas que estaban aprisionadas entre los hierros retorcidos de aquel barco, o entre los escombros de los edificios, de bomberos que avanzaban sin inmutarse a apagar edificaciones repletas de explosivos; quien haya visto escenas como la de ayer, quien sepa de un pueblo tan digno y tan viril y tan generoso y tan honesto como el pueblo nuestro, tiene derecho a saber que es un pueblo que se defenderá de cualquier agresión.

Ojalá los que perturbados en el más elemental sentido común se atreven a considerar como posible cualquier género de invasión a nuestro suelo, comprendan la monstruosidad de su equivocación, porque nos ahorraríamos muchos sacrificios.  Mas si ello ocurriera, por desgracia, pero sobre todo para desgracia de los que nos agredieran, que no les quede duda de que aquí en esta tierra que se llama Cuba, aquí en medio de este pueblo que se llama cubano, habrá que luchar contra nosotros mientras nos quede una gota de sangre, habrá que pelear contra nosotros mientras nos quede un átomo de vida.  Nosotros nunca agrediremos a nadie, de nosotros nadie nunca tendrá nada que temer, pero quien nos quiera agredir debe saber sin temor a equivocarse que con los cubanos hoy, que no estamos en el año 1898 ni en 1899, que no estamos a principio de siglo, que no estamos en la década de 1910 o de 1920 o de 1930, con los cubanos de esta década, con los cubanos de esta generación, con los cubanos de esta era —no porque seamos mejores, sino porque hemos tenido la fortuna de ver más claro, porque hemos tenido la fortuna de recibir el ejemplo y la lección de la historia; la lección que costó tantos sacrificios a nuestros antepasados, la lección que costó tanta humillación y tanto dolor a las generaciones pasadas, porque hemos tenido la fortuna de recibir esa lección—, con esta generación hay que pelear, si nos llegan a agredir, hasta su última gota de sangre, con los fusiles que tengamos, con los fusiles que compremos, que le compremos al que nos lo venda, sencilla y llanamente, con las balas y las armas que compremos donde mejor nos parezca y con las armas que nosotros sabemos quitarles a los enemigos cuando estamos peleando.

Y sin inmutarnos por las amenazas, sin inmutarnos por las maniobras, recordando que un día nosotros fuimos 12 hombres solamente y que, comparada aquella fuerza nuestra con la fuerza de la tiranía, nuestra fuerza era tan pequeña y tan insignificante, que nadie habría creído posible resistir; sin embargo, nosotros creíamos que resistíamos entonces, como ­creemos hoy que resistimos a cualquier agresión.  Y no solo que sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión, y que nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria:  la de la libertad o la muerte.  Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía:  libertad quiere decir patria.  Y la disyuntiva nuestra sería patria o muerte.

Y así un día como hoy, luctuoso y trágico, doloroso para el pueblo, doloroso para el gobierno, doloroso para los familiares de los obreros y los soldados, y los ciudadanos que cayeron; en un momento como este, importante, es bueno que dejemos sentadas estas cosas, y que nuestra disposición de resistir no es solo la disposición de resistir militarmente.  Creen tal vez que tenemos valor para morir, pero que no tenemos valor para resistir las privaciones, y los hombres tienen valor para resistir, incluso las privaciones que menos se imaginan.

Si aquellos hombres que comenzaron la lucha en las montañas no hubiesen tenido valor para resistir las privaciones, habrían sido vencidos; mas, no fue así, porque tuvieron entereza para resistir las privaciones.  Hombres débiles son los que no tienen entereza para resistir las privaciones; hombres o mujeres fuertes son los que tienen entereza para resistir las privaciones.  Y un pueblo que tiene el valor de cualquier sacrificio en el combate, debe también tener el valor de cualquier privación.  Porque se equivocan también cuando creen que mediante represalias económicas nos van a derrotar.  Y aquí cabría decir que más vale pasar hambre en libertad que vivir esclavizados en la opulencia; que más vale ser pobres pero ser libres, aunque nos cueste mucho y aunque fuese largo el camino del desarrollo de nuestras riquezas —algún día habremos alcanzado también esa meta—, pero más vale ser pobres pero ser libres, que ser ricos y ser esclavos; mucho más cuando aquí éramos esclavos y pobres, y por lo menos ahora somos pobres pero libres, y algún día seremos libres y además ricos.

Así que a nosotros no se nos compra con ventajismos económicos, y mucho menos cuando las ventajas económicas no las vio nunca nadie por ninguna parte; porque aquí lo que vio todo el mundo fue miseria, injusticia, explotación.  Eso es lo que se llama  los cientos de miles de niños que no tienen escuela, o no tenían escuela, y así es como se llaman los miserables bohíos, así es como se llaman los meses del tiempo muerto, así es como se llama desempleo, así es como se llama la agonía en que vivíamos.  Y Cuba, nuestro pueblo, no ha hecho otra cosa que luchar contra esos males, no ha hecho otra cosa que esforzarse por superar esos males, no hemos hecho otra cosa que reclamar lo nuestro; no hemos hecho otra cosa que defender lo nuestro y a los nuestros.  Y esa es, a los ojos de la plutocracia internacional, la falta que ha cometido Cuba; defender lo suyo, a los suyos y a lo suyo frente a la explotación, frente a la colonización.  Y esa es la causa de que los aviones vengan, esa es la causa de la insolencia cada vez más audaz, de los criminales protegidos por esa plutocracia; esa es la causa de que mientras en ninguna parte del mundo los barcos estallan, mientras en ningún lugar del mundo los aviones bombardean, en nuestra patria los obreros se vean amenazados en medio de su trabajo por una bomba de 100 libras, o se vean amenazados en medio de su trabajo por una explosión apocalíptica.

Esa es la causa del odio de la oligarquía poderosa que nos combate, esa es la causa de la conjura contra nuestra patria.  La comprendemos bien porque es preciso que sepamos comprender nuestros problemas, es preciso que sepamos comprender estas verdades, y es preciso que se proclamen, como también es preciso que esos intereses y esos conjurados sepan a qué atenerse y sepan que aquí no se trata de hacer planes, en el extranjero, sobre los problemas del país o sobre las soluciones, o sobre las contrarrevoluciones, que para hacer planes acerca de nuestro país, en primer lugar, hay que contar con nosotros, y si no cuentan con nosotros, porque creen que no existimos, entonces que se atengan a las consecuencias.

Hoy hemos venido a concluir un día de los más tristes, sí pero de los más firmes de nuestra patria y de los más simbólicos.  ¿Quién nos iba a decir hace 14 meses apenas, cuando cruzábamos con los soldados rebeldes de Oriente por estas calles, en medio de la alegría desbordante de aquel pueblo, que un día como hoy íbamos a tener que recorrer esas mismas calles, en medio de la tristeza y el dolor de ese mismo pueblo, para dar sepultura, entre un grupo de obreros, a un grupo de aquellos soldados que por aquí cruzaron portando los estandartes de la liberación nacional?  ¿Quién nos iba a decir que los causantes y los cómplices de aquellos asesinos de tantos miles y miles de cubanos nos obligarían una vez más —y quién sabe cuántas veces más— a venir a llorar junto a las tumbas de nuevas víctimas, de nuevos ciudadanos aniquilados por los mismos criminales y los mismos aliados?  Pero por amargo que sea, es lo cierto.  Y aquí estamos cumpliendo este doloroso deber, y lo cumpliremos cuantas veces sea necesario, ¡lo cumpliremos un día como cortejo y otro día como féretro, si es preciso; lo sabremos cumplir, porque detrás de los que caen vienen otros, detrás de los que caen otros siguen en pie!

Grande ha sido la pérdida en estos 14 meses; compañeros entrañables e inolvidables que ya no están entre los que venimos tras los féretros; compañeros que en el cumplimiento del deber han desaparecido de nuestras filas; sin embargo, las filas siguen marchando, el pueblo sigue en pie, ¡y eso es lo que importa!  Y qué espectáculo tan imponente el de un pueblo en pie, qué espectáculo tan maravilloso y tan impresionante el espectáculo de un pueblo en pie, qué espectáculo como este de hoy, y ver marchar juntos a los que hace algunos años habría parecido un sueño verlos marchar como marchaban hoy, y quién habría siquiera soñado hace algunos años ver marchar las milicias obreras codo a codo con las brigadas universitarias, codo a codo con los soldados del Ejército Rebelde, codo a codo con los miembros de la marina y de la policía; codo a codo con una columna de campesinos con sus sombreros mambises, sus filas marciales y compactas, sus fusiles al hombro; guajiros de las montañas que hoy nos acompañan en este minuto de dolor, para que nadie quedase sin representación; para que allí, donde se confundían con el pueblo ministros y ciudadanos, se juntase la nación entera en lo que tiene de generosa, de combativa y de heroica.

¡Quién iba a soñar siquiera que un día militares y obreros no serían enemigos, que un día militares y obreros y estudiantes y campesinos y pueblo no serían enemigos; que algún día los intelectuales marcharían del brazo de los hombres armados; que algún día el pensamiento, la fuerza de trabajo y el fusil marcharían juntos, como han marchado hoy!

Antes marchaban separados, antes eran enemigos, antes habían hecho de la patria disímiles intereses, disímiles grupos, disímiles instituciones, y hoy la patria es un solo sentimiento, la patria es una sola fuerza, la patria es un solo grupo.  Hoy no combaten muriendo entre sí campesinos y soldados, o estudiantes y policías, pueblo y fuerzas armadas; hoy, surgimos todos del mismo anhelo y de la misma aspiración; pueblo y militar son idéntica cosa.  Antes combatían entre sí, hoy combaten juntos; antes marchaban por disímiles caminos, hoy marchan juntos, hoy luchan juntos obreros y soldados, hoy mueren juntos, unos a los otros ayudándose, unos dando las vidas por salvar a los otros, como hermanos entrañables.

Por eso vi hoy más fuerte que nunca nuestra patria, vi hoy más sólida e invencible que nunca a nuestra Revolución, más gallardo y más heroico a nuestro pueblo.  Hoy era como si en esa sangre, que era sangre de soldados y de obreros, sangre de obreros cubanos y de obreros franceses...  Obreros franceses que cumpliendo el deber también murieron mientras transportaban esas mercancías que servirán para defender nuestra soberanía, y por lo cual no los hemos olvidado a la hora de ayudar a los nuestros; a la hora de ayudar a los familiares de los cubanos que cayeron, no hemos olvidado a esos obreros de Francia que cayeron en ese hecho vandálico producido por las manos asesinas enemigas de los obreros aquí y en cualquier parte del mundo que en el acto de ayer hermanaron la sangre francesa, de donde surgieron aquellos gritos de libertad en la primera revolución grande de la historia moderna de la humanidad; hermanaron la sangre de los obreros franceses y la sangre de los obreros cubanos.  Y por eso nosotros, que en ellos vemos a hermanos, hemos también atendido con pareja generosidad la ayuda a sus familiares, porque ellos también tienen esposas y tienen madres y tienen hijos; y esto constituía para nosotros, para un pueblo generoso como el nuestro, un acto de elemental solidaridad que sentimos todos hacia los pueblos de todo el mundo.

Hoy he visto —como decía— más gloriosa y más heroica a nuestra patria, más admirable a nuestro pueblo digno de admirarse como se admira a una columna que regresa del combate, digno de identificarse y solidarizarse con él como se solidarizan los hombres de un ejército después de una batalla.

Lo que importa no son los claros en las filas; lo que importa es la presencia de ánimo de los que permanecen en pie.  Y no una, sino muchas veces, vimos claros en nuestras filas, en las filas de nuestro ejército; vimos claros dolorosos, como hoy vemos claros en las filas del pueblo, pero lo que importa sobre todo es la entereza del pueblo que se mantiene en pie.

Y así, al despedir a los caídos de hoy, a esos soldados y a esos obreros, no tengo otra idea, para decirles adiós, sino la idea que simboliza esta lucha y simboliza lo que es hoy nuestro pueblo:  ¡Descansen juntos en paz!  Juntos obreros y soldados, juntos en sus tumbas, como juntos lucharon, como juntos murieron y como juntos estamos dispuestos a morir.

Y al despedirlos, en el umbral del cementerio, una promesa, que más que promesa de hoy es promesa de ayer y de siempre:  ¡Cuba no se acobardará, Cuba no retrocederá; la Revolución no se detendrá, la Revolución no retrocederá, la Revolución seguirá adelante victoriosamente, la Revolución continuará inquebrantable su marcha!

Y esa es nuestra promesa no a los que han muerto, porque morir por la patria es vivir, sino a los compañeros que llevaremos siempre en el recuerdo como algo nuestro; y no en el recuerdo en el corazón de un hombre, o de hombres, sino en el recuerdo único que no puede borrarse nunca:  el recuerdo en el corazón de un pueblo.


Respuesta  Mensaje 40 de 40 en el tema 
De: residente Enviado: 17/11/2010 16:47
De: residente Enviado: 17/11/2010 08:33

sábado, junio 23, 2007

La realidad de Cuba

Hace unos días, vi dos post, imágenes y recuerdos de La Habana 1 y 2 , mostrando fotos, muy interesantes y agradables la mayoría, encontré una página web Vista Hace Fe, de Arnoldo Aguila, donde muestra unas cuantas fotografías, que expongo a continuación.







Aprecien que es un edificio habitado




Se podría decir que el bloqueo estado unidense tiene mal a cuba, pero China, los tigres del Asia y Europa no la tienen bloqueada... ¿que pasó con la industria azucarera, con las fábricas de papel de bagazo de caña? ¿con los sueños del Che de ser la mayor potencia latinoamericana? ¿que paso con la famosa frase que es mejor morir de pie que vivir de rodillas? El pueblo cubano esta arrodillado...

 
 
Fuzzy dijo...

Yo no he estado personalmente en Cuba nunca un amigo si ha estado en reiteradas ocasiones y los relatos son de no creer. Me conto en varias oportunidades que lo que el pudo percibir es que hay una zona para turistas y otra donde vive el pueblo cubano. La parte de turistas obviamente es todo muy lindo y la gente es muy amable y sonriente. Si uno sale un poco de lo que es el recorrido turistico se ve miseria y poca felicidad. Los cubanos piden que le regalen la ropa que llevan puesta los turistas, zapatos, lo que estan comiendo, en fin lo que sea que puedan sacar. Cada vez que me cuenta esas cosas pareciera que es historia apocaliptica de algun libro de ficcion.
Saludos,



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