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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Perla  (Mensaje original) Enviado: 14/02/2013 22:48

La Armadura de Dios

La coraza de justicia

Estar “ceñidos… con la verdad” nos guarda en cuanto al hombre interior, en una armonía
práctica con Dios; pero una marcha en justicia y en piedad debe caracterizarnos delante
de los hombres (2 Corintios 8:21; Hechos 24:16).

Aquí no se trata de la perfecta e inmutable justicia que el creyente posee en Cristo y que
le permite mantenerse ante el Dios santo. Sólo una marcha en la santidad práctica y una
buena conciencia pueden servirnos de coraza contra Satanás.

¿Cuáles son las condiciones para tener una buena conciencia? Según la luz que le haya
sido dada, el cristiano ha juzgado y condenado todo su pasado ante Dios. No tolera en él
ninguna clase de mal. Va “ceñido… con la verdad” y se esfuerza, por la gracia de Dios,
en mantener su vida diaria —lo visible y lo invisible, sus hechos y su servicio— en armonía
con la verdad aplicada a su corazón. La existencia de la carne en nosotros no suscita en
uno mismo una mala conciencia, ni interrumpe la comunión con Dios, mientras no la dejemos
obrar. Pero tan pronto como soy culpable de una injusticia y mi comportamiento está en
contradicción con la voluntad de Dios tal como la conozco, entonces todo vacila: el enemigo
puede reprocharme con razón mi falta, aun si queda escondida a los ojos de los hombres.
Caí en la trampa durante el combate, y mi comunión con Dios queda interrumpida, el Espíritu
Santo es entristecido en mí, y por eso he venido a ser un hombre sin poder ante el enemigo.

Permanecer en tal estado acarrea graves consecuencias. Una mala conciencia me hace cobarde
y me lleva a faltar de rectitud. Vivo en el temor que el mal aparezca con toda claridad y que esto
redunde en mi confusión pública. En tal estado, me entrego a cometer otras faltas. Me vuelvo
incapaz de combatir, como en otro tiempo le ocurriera a Israel ante Hai (Josué 7). Si continúo
sirviendo y combatiendo —quizás para tener pura fachada— esto sólo hará poner de manifiesto
mi indiferencia en cuanto al pecado.

El creyente que acepta vivir sin la coraza de justicia no podrá poseer la más mínima parcela en los
lugares celestiales. Todo su crecimiento se ve interrumpido y su vida deshonra al Señor.

No obstante, gracias a Dios queda la posibilidad de revestir de nuevo esa pieza indispensable de
la armadura: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

W. Gschwind

Continua.........

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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Perla Enviado: 14/02/2013 22:51

La Armadura de Dios


Calzados con el apresto del evangelio de paz

Las Buenas Nuevas de la salvación emanan del “Dios de paz”. Por ellas es anunciada la paz
a los hombres en virtud del sacrificio de Cristo. Este mensaje pone la paz a disposición de todo
aquel que la desea.

Después de estar ceñidos con la verdad y de haber vestido la coraza de justicia, el creyente se
calzará con el apresto del Evangelio de la paz. En virtud de la obra de Cristo, no sólo tiene la
“paz con Dios”, sino que efectivamente vive en una comunión sin obstáculos con el “Dios de paz”.
Resulta que la paz llena también su corazón y así está «pronto» a manifestarse a todo aquel que
encuentra en su camino: “¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz!” (Romanos 10:15).
Es posible que, por esta razón, el creyente coseche odio en lugar de amor, encono en lugar del
agradecimiento. Sin embargo, en cuanto dependa de él, está en paz con todos los hombres
(Romanos 12:18).

¿Por qué el mundo está lleno de descontento y disputas? Porque el hombre lucha por adquirir
bienes terrenales y obtener beneficios materiales; porque su egoísta corazón, ávido de honores,
queriendo siempre tener razón, no busca el interés de su prójimo, sino que se ensalza por encima
de él. En tal contexto, el cristiano puede derramar un hálito de paz venido del cielo, donde él vive
por la fe, porque se goza de sus bienes celestiales y no busca el honor que viene de los hombres
sino el que viene de Dios. Ocurre demasiado a menudo que, por falta de vigilancia, hemos olvidado
ponernos este calzado y manifestamos insatisfacción, mal humor y envidia. El enemigo se sirve de
esto para suscitar discordias y disputas en nuestro propio hogar, entre los creyentes y aun en nuestras
relaciones con las personas del mundo. ¡Qué triunfo para Satanás! Consiguió una victoria, privándonos
así, por cierto tiempo, del gozo de las bendiciones celestiales.

¡Qué importante es esta pieza de la armadura! En este mundo, podremos ser útiles mensajeros del
Evangelio de paz sólo en la medida que nuestra conducta para con los hombres rinda testimonio de
esto.

Las siguientes piezas de la armadura constituyen el escudo de la fe y el yelmo de la salvación.
Se refieren más a la conservación de la confianza en Dios.

W. Gschwind

Continua.........

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