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RINCÓN LITERARIO: "EL IDIOTA" CAPITULO VI
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: FLAQUIS  (Mensaje original) Enviado: 18/09/2009 11:11

                                                  
  1. EL IDIOTA
  2. Ernesto Langer Moreno
  3.  
  4. VI
  5.  
  6.  

    VI

    El idiota, a su modo, pretendió comenzar a cortejar a su pariente y se desvivía en atenciones portándose como un verdadero caballero y ofreciéndole pinturas y recitales extraordinarios que mantenían a ésta, ignorante de tales pretensiones, de los más contenta y vulnerable.

    Cualquiera pensaría que el idiota era incapaz de tramar una estrategia como esa pero, sin embargo, éste lo hacía y lentamente iba tejiendo su red para lograr capturar a su presa como un macho actuando bajo el impulso de sus alborotadas hormonas.

    Se diría que esto consiguió cambiarlo nuevamente y que esta vez por fin pudo superar innumerables defectos pero, como contrapartida, su voz se vió otra vez disminuida y cada vez se le hacía un poco más difícil pintar sin tener que hacer un gran esfuerzo.

    Esto no le importó, porque por el privilegio de tomar la mano de su adorada prima; por el sólo hecho de poderla abrazar y sentir su agradable olor en las narices, él habría renunciado a todo, incluso a esa naciente claridad de sus sentidos.

    El mundo por fin se le antojaba vivo, repleto de una razón misteriosa que lo inundaba todo y que no sabía por qué milagro ahora le ofrecía un paso mucho más edificante y glorioso en su destino que el de pintar o de cantar como lo hacía.

    Por fin era otro, y hasta un poco más listo. Ahora sólo quedaba para completar su felicidad poseer el corazón de su bella consanguínea.

    Desgraciadamente para él, al aumentar su amor disminuyeron proporcionalmente sus talentos y llegó el día en que su garganta se negó a emitir sonidos armónicos y su mente y sus manos fueron incapaces de trazar alguna línea.

    No pudo entonces continuar obsequiándole a su amada las acostumbradas pinturas ni pudo hacerla caer bajo el embrujo de su voz ahora dormida. Al principio ella lo tomó como algo pasajero pero, lentamente, fue como despertando de un ensueño y cada vez quiso mantener más su distancia, evitando a su primo y tomando extrañas actitudes de temor y de desprecio.

    El idiota entonces pasó como un bólido del paraíso al infierno y soltando una gran carga de saliva que la ilusión mantenía retenida, decidió, de la noche a la mañana, volver a la ciudad e iniciar con esto una amarga retirada.

    Su madre, que sospechaba lo sucedido, prefirió guardar silencio durante todo el camino por temor a que cualquier argumento pudiera aumentarle su pena o degradarle a su anterior estado. Todavía no llegaban a la ciudad cuando la gente comenzó a reconocerlo y apuntarlo con el dedo. Pero su corazón destrozado mantenía ahora sus ojos clavados en el horizonte y su mente había tomado el curso de los encierros en que solía aislarse completamente del mundo. Su madre tuvo miedo.

    Al llegar al departamento, no pasó mucho tiempo para que éste se llenara de visitas y de curiosos que le pedían a gritos que se asomara al balcón y les cantará algo. Pero lo único que éstos consiguieron fue que la madre del idiota los ahuyentará lanzándoles agua fría con un balde.

    Los días pasaron y la melancolía y la tristeza atraparon al idiota volviéndolo a su anterior estado de retardo. Otra vez buscó con esmero los rincones para permanecer en silencio y en cuclillas. La vida giraba y él con ella, como si para su persona todo fuera premeditadamente oscuro.

    El asilo abrió las puertas con especial orgullo al recibirlo, y éste comenzó a recuperar su voz de a poco, ayudado por la quietud de esos tranquilos patios y con la solícita atención de sus amigos.

    De aquella lucidez que había logrado perturbar su simple y despreocupada vida sólo quedaba un recuerdo difuso y confundido entre las otras tantas nebulosas de su memoria. La música y los colores volverían, seguramente, a ser sus dos grandes alegrías. Mientras tanto, por las noches, se acurrucaba como un niño con el dedo en la boca, meciéndose, hasta que lograba que el sueño lo tranportara hacia otro mundo mucho menos complejo y más benigno.

    fin

 

                                                                                                                     

 

 
                                                    
  



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