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RINCÓN LITERARIO: "EL IDIOTA" CAPITULO V
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: FLAQUIS  (Mensaje original) Enviado: 18/09/2009 11:21

                                                  
  1. EL IDIOTA
  2. Ernesto Langer Moreno
  3.  
  4.  
  5. CAPITULO V
  6.  
  7. V

    Lo sucedido volvió a cambiar la existencia del idiota y la de su madre, quien después de lograr convencerlo de que abandonara el asilo, planeó llevarlo de viaje para que, según ella, la presión de sus seguidores disminuyera y pudiera adaptarse al mundo con más confianza.

    Decidieron visitar algunos parientes. Una prima de la madre que vivía en un tranquilo pueblo costero era el lugar ideal donde pasar desapercibidos y descansar.

    Pequeña y pintoresca la casa estaba lejos de cualquier otra y cuando llegaron recibieron una acogida cariñosa. Llegaron el jueves como a las once de la mañana y por el momento se encontraba únicamente la prima que preparaba el almuerzo, aumentado de dos porciones, sabiendo que vendrían.

    El idiota recibió los besos de su pariente quien no se cansaba de decirle lo mucho que habían escuchado hablar de él y de lo orgulloso que se sentían de formar parte de su familia.

    Almorzaron los tres y luego disfrutaron del sol sentados en la terraza. Así se les pasó la tarde.

    A eso de las siete llegó el marido de la prima acompañado de su hija, una morena esbelta, como de unos veintitantos años y con libros bajo el brazo.

    El marido los saludó primero. Luego lo hizo la hija; y ésta no pudo ocultar su sorpresa al enterarse que el idiota era nada menos que su famoso primo, el pintor y cantante de quien su madre tantas veces le había comentado y de quien hablaban en los diarios y en la radio.

    Sus ojos se fijaron sin quererlo en ese habitual hilito de baba que caía de su boca y sin saber que hacer le dió un beso rápido en la mejilla.

    - " ø Cómo estás ?"- le dijo - y luego abrazó a su tía y le mencionó lo feliz que la ponía su visita.

    Se sentaron de nuevo en la terraza y la prima comenzó a hablar de los estudios de su hija , quien al parecer era brillante.

    El idiota miraba hacia el horizonte y la muchacha lo miraba a él nerviosamente a intervalos regulares, sin poder sustraerse a una atracción casi morbosa.

    Tal vez pensaba ella al mirarlo en el " cómo era posible"; en que era "para no creerlo"; en lo "increible que son las cosas". Sin dudas que ese día le quedaría para siempre en su memoria.

    El fin de semana bajaron todos a la playa y el idiota por primera vez en su vida pudo sentir el agua del mar llegarle hasta los tobillos.

    Entonces recién se fijó en esa morena esbelta que era su pariente y que ahora luciendo un pequeño bikini mostraba deshinibida toda la plenitud de sus curvas.

    El idiota tampoco había visto antes unas curvas como esas.

    La muchacha que sentía curiosidad por el artista intentó entablar una conversación y comenzó a decirle pequeñas cosas, con frases cortas, mientras dibujaba círculos también pequeños con su dedo índice en la arena. Y como el otro apenas respondía, ella inteligentemente comprendió que para lograr comunicarse con éste era necesario un código diferente.

    Por el momento lo tomó de la mano y lo tironeó hasta el mar donde se bañaron. Al llegar la noche, y después de haber trabado una mínima amistad, la muchacha lo intentó de nuevo. Le pidió que cantara, pero el idiota se negó moviendo su cabeza.

    - "Entonces píntame algo" - le insistió - pasándole una hoja y unos lápices.

    El dibujo que hizo por algún motivo oscuro no le pareció a él suficiente y arrugó la hoja con su mano sin dejar que ella lo viera.

    - " ° Ah !, tiene su carácter "- exclamó ella - y allí se terminó ese extraño diálogo.

    El domingo la playa estuvo más concurrida y la muchacha le presentó a sus amigos. Como todos, éstos quedaron impresionados al ver la absurda facha del idiota pero, cortésmente, no dijeron nada. Luego supieron de quien se trataba y entonces lo buscaron para satisfacer su morbosa curiosidad. Aunque casi no pudieron acercársele, pues la muchacha lo había puesto bajo su protección femenina y, averiguando las intenciones de sus amigos, había interpuesto una verdadera barrera entre su pariente y los demás.

    El lunes la muchacha no estuvo en todo el día y por primera vez también, en mucho tiempo, el idiota echó de menos a alguien que no fuera su madre.

    Entonces buscó refugio en la pintura.

    Ese fue el comienzo de una nueva etapa artística. Las telas se llenaron de trazos y colores alegres como nunca y su voz se puso aún más dulce y refinada.

    Su madre dedujo que la estadía cerca del mar le era provechosa y decidió, con la venia de su prima, quedarse por más tiempo.

    A pesar de sus limitaciones el idiota comprendió que sus sentimientos lo estaban empujando hacia algo desconocido, pero habituado como estaba al sopor y a la pasión del acto creativo, ni siquiera se preocupó, y siguió pintando.

    La muchacha aparecía sólo por las tardes y para tristeza de éste se encerraba de cabeza a estudiar.

    Al terminar la semana tenía listas varias telas y cuando la muchacha las vió no pudo dejar de quedar maravillada con esa mezcla de colores desenfrenada y a la vez tan armoniosa, expresión del genio más delicado, como pensó para sus adentros.

    El idiota se las obsequió y a cambio ella lo abrazó calurosamente y le dió un efusivo beso en la mejilla.

    Desde ese día una curiosa amistad nació entre ellos. Se les veía caminando hacia la playa; ella riendo mientras él daba sus acostumbrados saltitos para evitar tropezar. Por supuesto que nadie se atrevió siquiera a imaginar algo más, porque eso era impensable. Pero, el idiota, haciendo un esfuerzo casi sobrehumano para concentrarse, si lo hacía, aunque en secreto.

    Cuando hubo pasado un mes la madre quiso partir y su hijo se negó. La muchacha apoyó férreamente el hecho de que se quedaran porque ya se terminaba el año y llegaban las vacaciones. Su prima y su marido también insistieron. Así que no pudo más que acceder alegrando los rostros familiares, sobre todo el del idiota.

    Y el verano llegó con sus cielos limpios y su carga de vacacionistas que, literalmente, llenaron las playas con sus cuerpos ávidos de sol. La pareja de primos pudo estrechar sus vínculos al multiplicarse los paseos y las noches de fogatas en la playa.

    El idiota cantaba ahora únicamente para ella y sólo cuando ella se lo pedía, no importaba si estaban solos o una multitud los acompañaba.

    El verano y la playa, según su madre, le habían hecho tan bien que ahora hasta babeaba mucho menos y por fin notaba algo de sensatez en su hijo. Un poco más, decía ésta, y se mudaban definitivamente a esos parajes, porque el cambio era realmente increible.

 

                                                                                                                        



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