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RINCÓN LITERARIO: LA SED EN EL DESIERTO
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: FLAQUIS  (Mensaje original) Enviado: 17/11/2009 02:00

   

 LA SED EN EL DESIERTO    

     

Compadre, compadre, ya me dieron estos desgraciados, tiéndame la mano ...¡no juya!, no podrá eludirlos usté tampoco. Alcanzó a oír la voz angustiante de su compadre que le respondía: “Córrale compadre!!, ahí vienen ya los federales, haga un esfuerzo” “de ésta salimos bien librados compadre, no tenga miedo”,  posteriormente...el silencio, lo habían abandonado cuando cayó ante el embate de las balas de los federales.

 

Aún logró correr un poco más, pidiendo ayuda, suplicando primero, maldiciendo después.

 

El sol agobiante del desierto, le quemaba rostro y alma. Tenía miedo, estaba herido...y solo. Lo habían abandonado a su suerte  sus compinches, sus amigos de juerga y alegría.

 

 La herida le sangraba profusamente entintando la dorada arena del desierto. Su grito angustioso se perdió en el silencio de aquella soledad martirizante.

 

Oyó a lo lejos, los motores de los carros federales que iban tras ellos, volteó a su alrededor, no había biznagas, que refrescaran sus agrietados labios ni su frente perlada de sudor. El dolor era atenazante, la sed secaba su garganta...¡Agua, Agua!!

 

]Compadre, usté ha sido de a ley conmigo, tenga ahora compasión, arrástreme a aquella laguna de agua cristalina!...¿no me oye compadre? Me dieron estos desgraciados...mi pierna, ¡No puedo moverla!! Usté me metió en este embrollo, ¡maldito compadre, sáqueme de él!.  Nadie lo escuchaba, Hasta el eco estaba mudo, para emular su voz  apenas audible., era tan solo un susurro débil.

 

Sus fuerzas escaseaban, jadeante, sudoroso,  tirado de bruces se arrastraba penosamente tratando de huir, de buscar un refugio, sólo pequeños montículos de arena alcanzaba a vislumbrar. Eran como su esperanza, como todos sus sueños otrora dorados de poder y de riqueza, que de dura roca se desmoronaron ante su realidad.

 

Piadosamente un desmayo vino en su auxilio. Era inútil su intento de huída. La mente es en ocasiones benévola, se aísla del dolor y sufrimiento, evade la realidad cuando ésta nos golpea, dándonos un momento de paz en la inconciencia.

 

Cuando volvió en sí, su cuerpo no tenía mecanismo de defensa. El estado etílico, el abrasador sol y la herida de su pierna, eran factores determinantes. Su cerebro confuso repetía una y otra vez la voz de su compadre:

 

“Tendremos harto dinero, compadre, usté nomás atórele al negocio” “ Naiden se dará cuenta” “Semos machitos de ley, compadre, a naiden le tenemos miedo”... ¡Maldito compadre!! Como las ratas se juyó primero.

 

Por su mente desfilaron escenas de su vida. Su niñez sin la inocencia, que le fue arrancada a temprana edad por el rigor del hambre. Debía trabajar para ayudar en la economía familiar, y poder subsistir.  Se vió a sí mismo, pastoreando las ovejas en el campo, una niñez sin risas, sin canto. No tuvo oportunidad de estudios, terminó la primaria con mucho sacrificio, veía su futuro negro, sin perspectiva al progreso.

 

 Su adolescencia con las primeras ilusiones del amor, y las manos vacías para ofrecer una vida digna a La chata Micáila, que parecía un junco, delgada, espigada; sus redondas caderas que balanceaba al caminar lo tenían trastornado. Su madre callada, de recias facciones curtidas por el sol y el trabajo, sus ojos vacíos de llanto, tristes, apagados, pero en su corazón la llama de amor por su hijo, le exigía luchar. Recordó a su padre, un hombre tosco, parco, de pocas palabras y ceño fruncido, con el fuete en la mano dispuesto al castigo. Siembre ebrio, tal parecía que en el licor ahogaba su miserable situación, que al enfrentarla lo violentaba, arremetiendo agresivamente contra su familia.

 

 Huyo de su hogar para formar el suyo propio, enamorado y con mil sueños dentro de la bolsa que se resistían a salir para ser realizables...¡¡Por cobardía!!  El día de la boda, ¡Que linda su chata!!, su albo rebozo sobre su cabeza, daba a su rostro un marco apropiado a su belleza; su vestido blanco le hacía verse como un  jazmín rodeado de abrojos.

 

Con limitaciones, y mucha pobreza transcurría su vida, había en su alma nobleza y bondad...Hasta que torció el camino, típico en los espíritus pobres, la influencia nefasta del compadre Tobías, lo llevó al despeñadero. Se rodeó de amigos nada convenientes, amigos casuales, amigos de francachelas que le proporcionaban alegrías ficticias, cerrando los ojos para no ver su inmundicia.

 

Deslumbrado por el lujo ajeno, con falsas promesas, ilusiones vanas, aceptó la propuesta de su compadre y amigos.

 

El compadre Tobías, lo animó a delinquir, y él, débil de carácter, con el alma emponzoñada de ambición, accedió a cometer el delito que ahora estaba pagando con la huída, la indiferencia, y egoísmo de quienes lo iniciaron en el camino.  Como un animal acorralado temía, gemía, lloraba.

Sus momentos estaban contados, su vida estaba amenazada sin remedio, la muerte era inminente, tenía en contra los elementos naturales. Su organismo dejó de producir sudor, que permitiera al calor asfixiante disiparse un poco. El insolación lo hacía su prisionero...¡¡Como si no fuera suficiente lo que estaba viviendo!!! Su piel se tornó roja y caliente, desvariaba, alucinaba por momentos y por momentos también recuperaba la lucidez...pero no la fuerza, ya minada por el sangrado, el dolor físico, cansancio, deshidratación e insolación...El panorama era desolador.

 

Con la vista nublada, vió delante dos caminos. Uno conducía a una escalera enorme, el otro a una tumba. Tenía que decidir, los federales ya estaban casi sobre él. Optó por el camino de la escalera, ¿a dónde lo conduciría? Lo ignoraba, pero era lo menos importante en ese momento, la prioridad era quedar fuera de la mira de los federales.

 

En las condiciones en que estaba, el ascenso era penoso, lento, agobiante y desesperante, pero no claudicó. Se estaba jugando la vida, y la apuesta era alta. Parecía no tener fin aquella escalera, que quizá era la mano de Dios tendida hacia él para ayudarlo. Arrastrando la pierna herida, y con su costal de penas al lomo, continúo subiendo, tirando al vacío una a una las penas que llevaba en el costal, hasta deshacerse de ellas. Ahora el camino era más fácil, ágil, sin ataduras hasta salir completamente del desierto, y librarse de sus perseguidores.

 

Abajo quedaron, los recuerdos tristes, el pasado doloroso y frío, el miedo, miseria, vicios  llanto, y...la cobardía.

 

Más allá, en lo inhóspito del desierto, tendidos de cara al sol, estaban el compadre Tobías y sus compinches, sin vida, acribillados por los federales, pagando así sus delitos.

 

Han pasado los años desde aquel imborrable día. Alguna vez, cuando las cosas no van muy bien para él, recuerda los gritos en el silencio, como un acicate para continuar fortaleciendo su espíritu, otrora pusilánime y tibio.

 

“Cuando caigas en lo más profundo del abismo, cuando toques fondo, cuando no haya bajo tus pies ya piso que resbalar, entonces empezaras a surgir como semilla en el campo”

 

Fin

 

Ana María Guerrero

(Flaquita)

 



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